Literatura
«El libro como objeto no desaparecerá. Sería un disparate»
El responsable del mítico «Apostrophes» celebró el aniversario de la librería Jaimes
–Usted ha venido a Barcelona para celebrar los 75 años de la librería Jaimes de Barcelona, algo no muy habitual en una ciudad en la que han cerrado bastantes sus puertas en los últimos tiempos. ¿Cómo cree que han evolucionado las librerías en este tiempo?
–Lo que ha mantenido las librerías vivas en Francia es la famosa ley promovida por Jacques Lang, promoviendo el precio fijo a los libros. Esto ha hecho que muchos establecimientos hayan sobrevivido al vender a un mismo precio. Ahora la única amenaza son los grandes distribuidores como Amazon. Probablemente los libreros se dieron cuenta muy tarde del negocio que había en las redes. Ahora el diablo está instalado en los cables de información de estas redes.
–¿Cómo ve desde su posición la piratería? ¿Cómo es la piratería en Francia?
–Es que en Francia no hay piratería de libros.
–Usted se ha definido en alguna ocasión como un intermediario entre el lector y el autor, una labor que también realizan los libreros. ¿Ha cambiado la manera de hablar de los libros desde su etapa en «Apostrophes»?
–Bueno, los canales son los mismos: la Prensa, la radio, la televisión, los libreros... La crítica sigue existiendo. Lo que ha cambiado es la presencia. La Prensa ha reducido mucho el papel de los libros. La radio es la que menos habla de ellos en Francia. En televisión también ha disminuido muchos la presencia. Eso sí, siguen existiendo los críticos influyentes, a los que se siguen.
–¿Las redes sociales o los blogs ayudan a la promoción del libro?
–Sí, pueden hacerlo. Hay jóvenes que usan estas vías para hablar de libros. Si eres original y tienes un buen punto de vista puede ser muy útil, pero estamos hablando de un fenómeno que aún es muy minoritario en comparación con otros medios.
–¿Sería posible hoy un programa dedicado a los libros como «Apostophes»?
–Sí y no. Es imposible hoy una emisión en máxima audiencia en una gran cadena. Ahora bien, si podría ser esto en una cadena pequeña. El problema es que los espacios sobre libros han quedado relegados en Francia a cadenas pequeñas.
–Usted publicó en 1959 una novela titulada «L’Amour en vogue». ¿No le ha tentado volver a la narrativa?
–No. Era joven y tenía casualmente seis meses por delante en los que no tenía nada que hacer. Así que decidí escribir esa novela, de la que no reniego porque es encantadora y está el joven que fui.
–Hace unos diez años le entrevisté y le pregunté si no le tentaba escribir unas memorias. Me dijo que no. ¿Se lo ha repensado?
–Sí y la respuesta sigue siendo no. Mi vida está en los libros que he escrito sobre el vino o sobre las palabras. Ahí estoy yo. Me gustan las autobiografías, pero en ellas siempre hay algo de mentira porque son lineales y, en realidad, la memoria viene cuando viene.
–Haciendo memoria, ¿de qué invitado de «Apostrophes» guarda mejor recuerdo? ¿Podría escoger tres?
–Aleksandr Solzhenitsyn porque su primera entrevista tras el exilio. Nabokov porque fue única esa charla, no existe otra igual porque no le gustaban las entrevistas. Marguerite Duras porque esa conversación fue excepcional.
–¿Y Bukowski que apareció borracho en su programa?
–Fue divertido, pero aquello no era una entrevista. Luego leí la correspondencia con sus amigos y allí dice que se emborrachó a posta.
–¿Libro de papel o libro electrónico?
–El libro como objeto no desaparecerá. Sería un disparate. Del libro me gusta su textura, tocarlo... Es como una mujer porque tiene un tacto sensual gracias a su papel y su encuadernación.
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