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Javier Varela: «Eugenio d’Ors es todavía incómodo para Cataluña y España»

Una biografía reconstruye las luces y las sombras de un escritor que sigue siendo controvertido para muchos

El historiador Javier Varela
El historiador Javier Varelalarazon

Una biografía reconstruye las luces y las sombras de un escritor que sigue siendo controvertido para muchos.

Eugeni d’Ors sigue siendo hoy, pese a que murió en 1954, un nombre incómodo para la cultura catalana. Su giro ideológico, del apoyo a la Mancomunitat de Prat de la Riba a su entrega a Franco, lo ha convertido en una voz literaria enmudecida y casi marginada. El historiador Javier Varela recupera al intelectual, al Xenius por excelencia, en una documentadísima biografía que le ha valido ganar el último Premio Gaziel. «Eugenio d’Ors 1881-1954», publicado por RBA, redescubre una voz incómoda que fue nacionalista catalán, sindicalista, monárquico y falangista.

–¿Cómo llega a una figura como la de Eugeni d’Ors?

–Se llega a través de un interés en la historia intelectual española. Llevo años dedicándome a esa historia intelectual en los siglos XIX y XX. En 1998 publiqué un libro titulado «La novela de España: los intelectuales y el problema español» y ese fue un punto de arranque de mi interés por D’Ors.

–Daba la impresión que el tiempo se había parado en la biografía, ya lejana, que hizo Enric Jardí sobre Eugeni d’Ors.

–Jardí, que tenía una relación por vía familiar con D’Ors, hizo la que hasta ahora era la biografía de referencia sobre nuestro hombre. Tiene valor esa biografía, pero cada época debe reescribir el pasado. Hacía falta eso, ambicioso en cuanto a la consulta de materiales, poniendo al día el estudio del personaje.

–¿Sigue siendo un intelectual incómodo?

–Creo que sí. Para parte de la Cataluña oficial sigue existiendo una imagen de traidor a la causa catalana y a la lengua catalana. Me refiero a la Cataluña oficial que no es necesariamente la real. En el resto de España existe un pico de censura de otra manera. Eugenio d’Ors encontró acomodo en el régimen franquista y hoy todo lo que tenga que ver con Franco, aunque sea de manera tangencial, acaba en el trastero, en lo que se llama el basurero de la historia. Sí, hay incomodidad en Cataluña y España.

–¿Esa incomodidad hace que sea más difícil investigar sobre el personaje?

–No. Lo que hace más difícil es editar un libro sobre él, aunque en este caso he tenido la fortuna de dar con RBA que ha hecho una magnífica edición. Hace dos años hice una biografía de Blasco Ibáñez, otro personaje incómodo, y me fue mucho más difícil de editar que esto.

–¿Está bien publicado hoy en día su biografiado?

–La obra catalana sí. La obra en castellano bastante menos. Existe como sabe aquellos venerables tomos de Aguilar, una maravilla de edición, pero fue revisada por el propio autor y no abarca el último periodo del «Glosario». No hay un corpus que se pueda comparar a la manera como se ha hecho en catalán, en Quaderns Crema bajo el cuidado del profesor Xavier Pla. No creo que exista un editor en castellano que se atreva a editar todo el «Glosario».

–¿Podemos calificar a Eugeni d’Ors como nacionalista?

–Sí, un nacionalista virulento.

–¿Y nacionalista español?

–También. Las dos cosas. Sin duda. Los nacionalismos son un juego de espejos. Las identidades son reactivas y el nacionalismo catalán surge en oposición naturalmente al español, como el nacionalismo francés tiene su contrafigura en el alemán. Hay otra manera en la que los nacionalismos interactúan entre sí y es cuando un paradigma nacionalista se incorpora al nacionalismo rival. Eugenio d’Ors no es el único caso. Ahí está el de Unamuno cuando abomina en su juventud bilbaína de la modernidad que entra en Vizcaya, de la serpiente negra del ferrocarril. Todo ese complejo aparecerá luego en el Unamuno castellanista y nacionalista español. Por su parte, D’Ors creará un conjunto de mitos en su época de nacionalista catalán hasta 1921, cuando es defenestrado y se va a Madrid, centrado en el mito del imperio y en la representación de la nacionalidad catalana en figuras ambiguas como la Ben Plantada. En su época madrileña reescribirá toda su producción catalana bajo el punto de vista español: el imperio no será el catalán sino el que abarca, que trata de superar a las naciones en una unidad mayor y que será exactamente el patriotismo de José Antonio de Primo de Rivera. Hay una relación directa entre esa elaboración de D’Ors y el patriotismo falangista, con discípulos como Sánchez Mazas. La Ben Plantada pasará a ser Isabel la Católica.

–Sin embargo, da la sensación que eso se le puede perdonar a Unamuno, especialmente tras su enfrentamiento a Millán Astray el 12 de octubre de 1936. A Eugeni d’Ors se le sigue recriminando todo eso aún hoy en día por ninguno de los dos bandos.

–Él no medró lo suficiente en la época de la postguerra española porque nunca se acordaban de su pasado. Cuando su amigo Sainz Rodríguez es ministro, lo nombra jefe de Bellas Artes y facilita que sea secretario perpetuo del Instituto de España, una institución que, por cierto, todavía hoy existe. Martínez Anido, que está en Gobernación en el primer gobierno de Franco, dice que ha conocido a D’Ors en la época del pistolerismo en Barcelona. Sainz Rodríguez trata de convencer a Anido de que eso no es cierto, aunque eso era verdad. La estrella de Eugenio d’Ors se eclipsará justo cuando Sainz Rodríguez salga del Ministerio y entra Ibáñez Martín, católico que no quiere a semejante personaje al frente de instituciones culturales. Ese pasado le perseguirá. Su aspiración era ser aquello que se ha dado en llamar un intelectual orgánico. Eso tuvo su acomodo en la Cataluña de Prat de la Riba, que era un hombre muy abierto y garantizó un futuro seguro a los intelectuales catalanes. En Madrid no se hacía esas cosas y no existía el intelectual orgánico: allí los intelectuales se movían entre la bohemia y el sablazo. Eso de salir de pobre con la pluma, pocos lo conseguían.

–¿Es justa la etiqueta de franquista para Eugeni d’Ors?

–Sí en el sentido que se sitúa radicalmente en ese lado desde el principio de la Guerra Civil. D’Ors no apoyó a la República y su hostilidad es manifiesta desde el principio. De todas formas, Eugenio d’Ors no se incluirá en las loas a Franco y no forma parte del grupo de corifeos alrededor del caudillo. Él es un intelectual que es usado y que se deja usar.