Fotografía

La noche de Brassaï

La Fundación Mapfre dedica una completa exposición al gran fotógrafo

Un hombre durmiendo la siesta en Montmartre, una imagen de Brassaï de 1930
Un hombre durmiendo la siesta en Montmartre, una imagen de Brassaï de 1930larazon

La Fundación Mapfre dedica una completa exposición al gran fotógrafo.

Víctor Fernández - París es Brassaï y Brassaï es París. Eso no es una afirmación sino la constatación de un binomio que data desde los primeros momentos de la carrera de este artista tras la cámara paseando por los callejones de la capital francesa y retratando personajes anónimos o célebres. Desde ayer la Fundación Mapfre dedica una completa exposición a Brassaï que supone un completo recorrido por los temas que lo obsesionaron, siempre con París como fondo.

Henry Miller, alguien que supo como nadie vivir la noche en la ciudad del Sena, calificaba a Brassaï como «el ojo de París». Y hay motivo porque este fotógrafo húngaro, cuyo verdadero nombre era Gyula Halász, es el responsable de una imagen que se ha convertido en mítica a la hora de imaginar la ciudad en los años 20 y 30. Brassaï documentó los bulevares, cafés, callejas y callejones de un París que no se acababa nunca, como diría el maestro Enrique Vila-Matas. Montmartre y Montparnasse fueron el hogar en el que el fotógrafo se encontró con bohemios, faroleros, chulos, prostitutas, policías y delincuentes. Brassaï se hizo amigo de todos ellos para pasar a ser un objetivo discreto. Pero la misma suerte tuvo con los intelectuales o artistas de la época, como Pablo Picasso –a quien dedicó un libro de entrevistas que hoy es imprescindible–, Salvador Dalí, Henry Miller, Anaïs Nin, Jean Genet o Matisse, por citar unos pocos.

Una invitación

La muestra se abre con la invitación a un paseo nocturno por París, cuya excusa es un encargo que el fotógrafo recibió del editor Charles Peignot para un libro que no vería la luz hasta 1932, todo un gran éxito en sui momento. A Brassaï le interesaban todos aquellos detalles parisinos, quiso apropiarse de todo lo que puede con su cámara, desde los adoquines a la sombra casi fantasmagórica de la torre Eiffel a través de la reja del Trocadero. Pero también hace protagonistas de su objetivo la silueta estatua del mariscal Ney, los jardines de Luxemburgo o los muros de la prisión de La Santé.

París no es solamente sus edificios y el Sena por la noche. Brassaï retrató como nadie, tal y como encontramos en la exposición al farolero de la rue Émile Richard, a un quioscero de Prensa rodeado de las revistas en las que se publicaban los trabajos de los periodistas gráficos del momento. También nos encontramos con los desatascadores de los pozos de la capital francesa tanto trabajando como descansado mientras cenan en Saint-Paul. La noche es también el refugio de los amantes que se besan sentados en un banco o del relojero del pasaje Dauphine que trata de reparar una pieza ante la atenta mirada de un niño.

Pero por si algo ha pasado a la historia Brassaï es por empatizar con un París canalla y de barrios bajos, donde todos son iguales ante la búsqueda del placer. Él mismo lo dijo así en 1976: «Estaba ansioso por penetrar en ese otro mu8ndo, ese mundo en los márgenes, el mundo secreto, siniestro, de los mafiosos, los marginados, los tipos duros, los chulos, las prostitutas, los drogadictos, los invertidos. Equivocado o no, yo sentía en ese momento que este mundo subterráneo representaba el País menos cosmopolita, el más vivo y el más auténtico, que en estas facetas pintorescas de su inframundo se había conservado de generación en generación, casi sin alteraciones, el folklore de su pasado más remoto».

Brassaï logró un permiso para poder trabajar entre bambalinas en el Folies Bergère y lo aprovecho como nadie para quedarse con una imagen del París más golfo. Pero en la exposición también tenemos a los maleantes que miran desafiantes a Brassaï en un rincón de la Place d'Italie, el mismo lugar donde también inmortaliza a prostitutas con vestido de primavera o la banda del Gran Alberto. También entra en los locales de moda o de incierta fama, donde hay marineros que se divierten con la feliz Conchita, parejas de amantes que se emborrachan de felicidad o se pelean sin importarles que Brassaï los mire.

La muestra también nos aproxima al Brassaï que se codea por los salones de la alta sociedad, los mismos en los que se encuentra al modisto Christian Dior en veladas de alta costura.También se acerca en los cabarets o en las salas de juego del bulevar Rochechouart. Una mención aparte la merecen sus aproximaciones a los talleres de artistas, especialmente los de Picasso o Matisse, así como sus colaboraciones para «Minotaure», la revista de los surrealistas de André Breton.

Dónde: Fundación Mapfre. Casa Garriga Nogués. Diputació, 250.

cuándo: Hasta el 13 de mayo.

Cuánto: 3 euros