Educación
Los alumnos barceloneses aprenden el coste del despilfarro de los alimentos
La campaña «Nos los comemos todo» busca concienciar a los niños y jóvenes
En Cataluña, se tiran 262.471 toneladas de alimentos sólidos, lo que equivale a 34,9 kilos por habitante y año o, lo que es lo mismo, 96 gramos diarios por persona, según el estudio Diagnóstico del Derroche Alimentario en Cataluña, elaborado por el Agencia de Residuos de Cataluña y la Universidad Autónoma de Barcelona.
Así, el 36 por ciento del peso de los residuos municipales generados corresponden a materia orgánica, del cual un 4 por ciento es fracción vegetal y un 32 por ciento son restos alimentarios, buena parte de los cuales corresponden a alimentos comestibles desaprovechados. Estas cifras facilitadas por el estudio desvelan que el 6,3 por ciento de los residuos municipales de Cataluña son alimentos derrochados, lo cual provoca un impacto importante en el ámbito ambiental, social y económico. Esa cantidad representa el alimento de cerca de medio millón de personas al año. En términos económicos se traduciría en 841 millones de euros anuales tirados a la basura. Además, su producción requiere la utilización de 234.022 hectáreas de terreno, es decir, un 20 por ciento de la superficie agraria útil de Cataluña.
Es en este contexto y a propósito del Año Europeo contra el Derroche de Alimentos que hay que enmarcar la iniciativa «Nos lo comemos todo», un proyecto puesto en marcha por el Ayuntamiento de Barcelona y Agenda 21 Escolar diseñado específicamente para trabajar en los comedores escolares y que requiere la participación activa de los educadores y los alumnos. El objetivo no es únicamente el de reducir a la mínima expresión el derroche de alimentos, sino que además pretende educar y concienciar a los jóvenes y enseñarles conceptos como el de la huella ecológica, los productos de proximidad o el kilómetro cero.
Con este fin, la campaña, en la que a día de hoy ya participan 23 centros educativos de Barcelona, propone dedicar la primera semana entera de cada mes desde enero hasta mayo a analizar y valorar el despilfarro de alimentos concretos como el pan en enero, el yogur en febrero, la carne en marzo, el pescado en abril y, por último, y la patata, en mayo.
Así, de lunes a viernes se llevan a cabo diversas actividades destinadas a conocer la procedencia y características del alimento en concreto, a cuantificar el grado de despilfarro que se produce en el comedor escolar, a conocer y valorar la huella ecológica de los alimentos desperdiciados y a debatir y difundir las posibles soluciones y medidas para poner fin a ese derroche. Finalmente, con todos los datos recogidos por las escuelas, en junio se prevé hacer un informe sobre cuestiones como la huella ecológica o la cantidad de personas que se podrían beneficiar de los alimentos despilfarrados.
Con buenas sensaciones
El programa lleva dos meses en marcha, por lo que los centros educativos que participan han podido poner en práctica las actividades propuestas entorno al pan y al yogur. El lunes es el día dedicado a presentar el alimento en concreto, conocer su proceso de elaboración y su origen, mientras que el martes se sirve dicho producto y se contabiliza el sobrante para conocer qué cantidad se ha despilfarrado. El miércoles se valora el coste de dicho derroche, tanto económico, como social o ambiental, a nivel de cada centro educativo, y el jueves se ponen en común los datos recogidos por todos los centros que participan en el programa y se abre un debate sobre las posibles vías para evitar o reducir el despilfarro. Por último, el viernes se cierra el ciclo dedicado a aquel alimento con una serie de acciones destinadas a comunicar lo que se ha hecho y los conocimientos y conclusiones adquiridas.
«Parece que, poco a poco, los alumnos van tomando conciencia», señala Toni, dinamizador del comedor del Institut Ferran Tallada, uno de los 23 centros barceloneses que participan en el proyecto. «Nosotros ya hemos participado en varias iniciativas similares y el mensaje ya va calando», asegura Toni. Por su parte, Marta Vilar, responsable del proyecto «Nos lo comemos todo», asegura que «todos los implicados están muy contentos con la campaña».
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