Teatro

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Los jóvenes también van al teatro

Atrium y la Beckett apuestan por atraer a los veinteañeros con obras que hablen su lenguaje.

La obra de la Sala Beckett «Pool (no water)» nos sumerge de lleno con un lenguaje moderno e impactante, con el público rodeando el escenario, a toda una experiencia inmersiva casi de realidad virtual.
La obra de la Sala Beckett «Pool (no water)» nos sumerge de lleno con un lenguaje moderno e impactante, con el público rodeando el escenario, a toda una experiencia inmersiva casi de realidad virtual.larazon

Atrium y la Beckett apuestan por atraer a los veinteañeros con obras que hablen su lenguaje.

Carmen, una chica de 22 años que acababa de matar a su madre, caminaba tranquila por Consejo de Ciento cuando empezó a oír un extraño ruído. No sabía que era, pero parecía el grito de una mujer. Se paró, concentró la mirada al horizonte, y puso la máxima atención. Nada. No había nadie por la calle, así que al final no le dio mayor importancia y siguió calle abajo. No solían alterarle los ruídos urbanos y tenía otras cosas en la cabeza. Acababa de matar a su madre.

En realidad, esto era una frase hecha. Por supuesto, no había matado a su madre, sólo le había partido el corazón, pero las dos eran personas muy melodramáticas. Carmen sabía que no era nada grave, había matado a su madre muchas veces, pero siempre se sentía un poco culpable después de cometer el crimen. Sus trifulcas, pensaba ella, tendrían que ser transcritas y puestas en un teatro. «Mamá, te quiero, pero eres un poema», le decía siempre. «Qué quieres decir con un poema», le contestaba molesta su madre. Ella, por supuesto, prefería no contestar.

Su última pelea había sido provocada porque, en el último momento, le había dicho que no pensaba acompañarla al teatro. Con 22 años ya era una adulta, no tenía por qué acompañar a su madre a ningún lado, menuda tontería. «Lo siento, vale, he quedado», dijo, así, de forma ambigua, y se marchó para no tener que dar más explicaciones.

«¡Carmen, ven aquí!», creyó oir entonces en aquella solitaria calle. Su corazón dio un vuelco y cayó sobre un pino, porque dolió. Le salió un grito que intentó mitigar al instante y volvió a volcar toda su atención en aquellos extraños chillidos. Se movía con lentitud, todavía sola en apariencia en la calle, acercándose a esos gritos que parecía escuchar cada vez con más claridad. «¡Mamá, te quiero, pero eres un poema!», escuchó en ese momento. Su corazón estaba ahora en su pierna de la patada apuntando a la luna. ¿Qué significaba aquello?

Los gritos eran cada vez más claros y reconocía todas las palabras, todas las emociones, todos los silencios de lo que parecía una fuerte discusión. Llegó a una puerta donde todo indicaba que salían aquellos ruídos y no pudo resistirlo, intentó abrirla y ver qué era aquello. Para su sorpresa, la puerta estaba abierta. Por un segundo perdió su valiente osadía y se detuvo. Sin moverse, hechó un vistazo dentro y vio, angustiada, que aquello era el teatro Atrium, donde tenía que acompañar a su madre aquella noche. Maldijo a su subconsicnete. «¿Por qué siempre acabo por hacer lo que dice mamá'», pensó antes de sentarse al lado de su madre y sumergirse por completo en una obra que parecía hablar directamente sobre ella.

Los teatros tienen en los veinteañeros a su público más esquivo y difícil. Parece que lo único que queda por hacer es presentarles obras que les hablen directamente a ellos, creados y protagonizados por sus contemporáneos. Esta semana se estrenan dos buenos ejemplos, tan buenos que pueden atraer a todo tipo de público ansiosos por descubrir nuevas voces y lenguajes.

La Sala Beckett programa del 7 al 25 de marzo la obra «Pool (no water)», del genial Mark Ravenhill, en un montaje de Íntims Produccions y la compañía Varios Amigos. La obra habla de la fragilidad de la amistad, el éxito en el mundo del arte y la envidia que lo envuelve todo. Y lo hace a través de una puesta en escena de impacto y un expresionismo kitch fascinante. La truculenta historia inventada por Ravenhill, asegura la compañía, se asemeja mucho a una experiencia personal, con lo que les ha ayudado «a curar heridas personales».

Por su parte, la Sala Atrium acoge hasta el 25 de marzo «Fuga de conills», que se subtitula «Retrato impresionista de una generación». La obra, escrita y dirigida por Martina Cabanas, habla de la dimensión más dura y menos ideal de la profesión de actor y evoca la experiencia de «una generación marcada por el concepto de éxito y fracaso», mezclando a un tiempo lo realista y lo onírico. Tres actores sobreviven como animadores de fiestas y djs mientras esperan su gran oportunidad. ¿Llegará a tiempo o enloquecerán antes?