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Las 20 horas de caminata de Jordi
El menor, de tres años, fue localizado a dos kilómetros de donde se perdió. «De esta noche no iba a pasar», comenta el vecino que lo encontró descalzo entre zarzales
El menor, de tres años, fue localizado a dos kilómetros de donde se perdió. «De esta noche no iba a pasar», comenta el vecino que lo encontró descalzo entre zarzales
Con sólo tres años, Jordi no sabe la suerte que ha tenido. Sí son conscientes sus padres. El rastro del pequeño de tres años se perdió el pasado 31 de diciembre a las 17:00 de la tarde en Camós, en Pla de l’Estany (Gerona). Cinco parejas habían ido a una casa rural para celebrar la Nochevieja, pero la alegría pronto se truncó en desesperación. Mientras los adultos descargaban las cosas de los vehículos, tres de los pequeños (los tres de la misma edad) estaban jugando fuera. Dos de los menores se metieron en casa y es entonces cuando la madre de Jordi pregunta por su pequeño. Al no encontrarlo fuera, rápidamente el padre se fue a buscarlo hacia arriba y un amigo hacia abajo.
Desesperados, al no poder localizarlo, llamaron al 112. Es entonces cuando se pone en marcha el operativo de búsqueda compuesto por 23 dotaciones terrestres y un helicóptero a los que se sumaron centenares de voluntarios hasta componer un equipo de 500 personas buscando día y noche, rastreando cada zona, centímetro a centímetro. «Pusimos en marcha un dispositivo de un kilómetro, con 15 grupos de entre 10 y 15 personas cada uno. Ha sido una búsqueda exhaustiva cuadriculando cada zona, que era rastreada dos y más veces por diferentes grupos para evitar el más mínimo error», explica a este periódico Enrique Cano, jefe de bomberos de la región, que ha coordinado las labores de búsqueda del pequeño. Un equipo que también ha contado con la unidad de submarinistas, que ha buscado en dos balsas cercanas (una de ellas de 1.600 metros cuadrados), así como en pozos y grietas de la zona sin que encontraran rastro alguno.
Finalmente, José Rivas y su hijo José María fueron los que dieron con Jordi. Encontraron al chico a la una y media de la tarde, cuando llevaban más de un par de horas buscando y ya habían pasado 20 desde que el niño desapareciera. Residentes en una masía enmarcada entre árboles, padre e hijo conocen la zona como la palma de su mano. Decidieron rastrear el bosque al margen del operativo de búsqueda. Dedicaron sus esfuerzos al terreno que quedaba fuera del perímetro de batida oficial y se adentraron en el bosque con la intención de terminar la expedición en el último lugar en el que fue visto el niño. «Curiosamente estas personas iban para sumarse al dispositivo de voluntarios formado por más de 200 vecinos. Pero los Mossos no les han dejado pasar con el coche porque es una pista forestal. Es entonces cuando al ir a pie se han dirigido hacia su casa en Mas Ventós. «Oíamos pequeños gritos, como si fuera el maullido de un gato. Nos fuimos acercando y nos dimos cuenta que era el niño llamando a su padre», recuerda José. El chico estaba tumbado en el suelo en una zona cercana a una fuente, muy enganchado entre zarzas, sin zapatos ni calcetines y con los pies hinchados. «Le dijimos que íbamos a buscar a su padre. Él sólo asentía con la cabeza, no decía nada. Ni lloraba. Estaba muy castigado por la noche». Tras llamar al 112, la frondosidad del bosque seguía siendo un obstáculo. José, con el niño en brazos, veía cómo el helicóptero pasaba 20 metros por encima de ellos sin que consiguiera verles.
«Al poco tiempo ha ido el padre, no sabemos cómo, porque en estos casos no se procede de este modo, sino que permanecen en la casa y se les informa con cada novedad, como la cinta de color azul de un regalo que habíamos encontrado. En cualquier caso, el menor al ver a su padre es cuando se ha puesto a llorar», relata Cano. «El niño se encuentra bien. Tenía hipotermia y estaba deshidratado. Hacía frío, aunque hace tres días las temperaturas eran más frescas. Habrá estado a 8 o 9 ºC y ayer a unos 5ºC, pero iba bien equipado con un anorak».
Tras encontrarlo, «se le ha dado una manta térmica, ha bebido un zumo y se ha tirado hacia el cruasán que le han dado. Aún no sabemos cómo ha podido recorrer este pequeño dos kilómetros. Nos ha sorprendido, lo tendremos en cuenta para nuevos posibles casos, que esperamos que no ocurran. Sólo sabemos que el menor, que tiene la cara llena de arañazos, se puso a caminar todo el rato hacia adelante. Los niños no actúan como un adulto, que si se pierden intentan volver hacia atrás», señala Cano.
Los padres del menor han agradecido, en unas declaraciones recogidas por TV3, la labor de todos los equipos que han participado en el dispositivo de búsqueda, tanto Mossos d’Esquadra como Bomberos y voluntarios. «En Nochevieja mucha gente se ofreció a dejar la comida sobre la mesa para ponerse a buscar con nosotros». «Por la noche no les dejamos a todos porque cada equipo tenía que buscar con personal experimentado y debidamente equipado».
Aunque Jordi quizá no lo recuerde en el futuro, para José ha sido la mejor forma de comenzar el año: «Ni yo me creo lo que ha pasado. Es lo mejor que he hecho en mi vida, encontrar a un niño destinado a morir después de 20 horas. Porque de esta noche no iba a pasar. Pienso encontrar las zapatillas y los calcetines del niño. Mañana los busco».
Arañazos y los pies hinchados
A pesar del incidente, la familia del niño desaparecido ha decidido permanecer en la casa rural donde tenían previsto pasar la Nochevieja. Respecto al estado de salud del menor, el padre señaló ayer que Jordi presentaba «arañazos y los pies hinchados», ya que había perdido un zapato, aunque se encontraba bien. «Estaba asustado y tenía mucha hambre. A la comida no ha dicho que no. Ha tomado dos zumos y un cruasán», añadió el padre de Jordi en declaraciones a la televisión catalana.
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