Teatro

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Los robots también lloran

Marc Artigau lleva al TNC una obra que gira alrededor de la inteligencia artificial con «Alba (o el jardí de les delícies)

Lluís Marco y Montse Guallar son los protagonistas de esta historia que cuenta con la joven Clàudia Riera como la androide, réplica del personaje de Guallar de joven
Lluís Marco y Montse Guallar son los protagonistas de esta historia que cuenta con la joven Clàudia Riera como la androide, réplica del personaje de Guallar de jovenlarazon

Quien crea que la identidad está marcada por la memoria, que somos lo que hemos sido, la posibilidad de crear un androide de inteligencia artificial será un monstruo en busca de usurparnos hasta la última gota de nuestra humanidad.

Quien crea que la identidad está marcada por la memoria, que somos lo que hemos sido, la posibilidad de crear un androide de inteligencia artificial será un monstruo en busca de usurparnos hasta la última gota de nuestra humanidad. Quien crea que la identidad está marcada más en lo que queremos ser, o sea una proyección nerviosa de nuestros deseos, entenderá que un androide de inteligencia artificial será una máquina en la que disparar nuestra imaginación y conseguir ser todavía más humanos de lo que hemos sido nunca. ¿De dónde vienen nuestros deseos sino precisamente de la memoria? Otra vez queda patente el error de pensar que de donde procede una idea es más importante o esencial que hacia donde se dirige. ¿La memoria? No es importante por qué deseamos, sino desear. La memoria es objetuar al ser, sujetarlo en el sentido foucaultiano del término. Es convertirlo en robot. La inteligencia artificial para contener nuestra memoria es una redundancia.

Los robots dan miedo, sin duda, como todo lo que no entendemos todavía. Stephen Hawking llegó a decir poco antes de morir que «el desarrollo de una completa inteligencia artificial podría deletrear el fin de la raza humana» y se supone que era una de las personas más inteligentes del mundo. Pero era una de esa personas que parecían convencidas que su memoria era el principio y final de su identidad. Él era lo que había sido, no lo que quería ser. Extraño en una persona que basó su vida en el conocimiento, en el deseo de comprender.

El magnate Elon Musk, otro tipo muy listo, suplica siempre por una regulación global para controlar esta inteligencia artificial porque, dice, «la carga el diablo». La carga el hombre. Para Musk el hombre es el diablo, ergo, eso, la inteligencia artificial es el diablo. Está claro que Musk también debe tener miedo a lo que ve en el espejo, vamos, pero es prácticamente seguro que nunca saltará la imagen que proyecta y le atacará. Si lo hace, todos deberíamos temer a los robots.

Pocas personas, sin embargo, piensan más allá del pasado para intentar comprender lo que es o será un robot, lo que es un error terrible. Sólo si pensamos en clave de futuro podremos empezar a entender toda su potencialidad y darnos cuenta que no deshumanizará, sino que nos hará mucho más humanos, o nos obligará a ser realmente humanos, no sólo una objetivación mecánica, una auténtica robótica de inteligencia artificial que existe desde que el hombre empezó a escribir y doblarse a sí mismo para poder verse y conocerse.

Todos estos temas y muchos más están detrás de la obra «Alba (o el jardí de les delícies)», la nueva obra de Marc Artigau que Raimon Molins lleva ahora a Temporada Alta y el Teatre Nacional de Catalunya (TNC). Montse Guallar y Lluís Marco protagonizan un montaje en la que la irrupción de un androide, una réplica de la propia Guallar cuando tenía 23 años, abre toda una serie de nuevos interrogantes en que los propios espectadores tendrán que intentar dar respuesta. «La obra se hace preguntas sobre la inteligencia artificial, pero sobre todo la utiliza para ver cómo los humanos reaccionamos ante ella y para hablar de relaciones personales», comenta Artigau.

Palabras con premio

Último Premio Quim Masó de teatro, la obra nos presenta a una profesora universitaria jubilada que prepara una conferencia sobre la simbología de «El jardín de las delicias», de El Bosco. Para vencer la soledad y conservar todos sus recuerdos y emociones vitales adquiere una réplica perfecta de ella misma a los 23 años, un sistema de inteligencia artificial, interpretado por Clàudia Riera, al que bautiza J-Alba. Cuando su viejo amigo, y antiguo amante, la visite y conozca a J empezará a sentir cierto desasosiego, sin entender quién es «eso» en realidad o si podría ser Alba por completo. «La inteligencia artificial no suprime la soledad, pero nos obligará a enfrentarnos de manera diferente a nosotros mismos», asegura Molins.

Fondo y forma adquieren aquí gran relieve homogéneo porque las proyecciones y efectos lumínicos se adueñan de la puesta en escena. La obra está dividida en tres actos, que reflejan el tríptico de «El jardín de las delicias», de El Bosco. Con el entramado técnico, el público podrá prácticamente sentir que entra dentro del cuadro mientras se escuchan fragmentos de la conferencia que Alba está preparando. «Hemos intentado que cuando Alba habla del cuadro en realidad esté explicando la obra y que sea la obra lo que realmente explique el cuadro», señala Artigau.

Teatre Nacional de Catalunya. Pl. de les Arts, 1.

Cuándo: Del 29 de noviembre al 23 de diciembre.

Cuánto: 24 euros.