Siria

«Los sirios buscan la ayuda de los países árabes ricos»

Laura, una joven siria que vive actualmente en Barcelona, describe los horrores de la guerra y su experiencia como refugiada en Líbano

«Los sirios buscan la ayuda de los países árabes ricos»
«Los sirios buscan la ayuda de los países árabes ricos»larazon

A la ciudad siria de Homs se la conoce como «la capital de la revolución», porque fue una de las primeras en levantarse pacíficamente contra el dictador Bachar al Asad. Y por ello, una de las más castigadas. A los ataques del Estado Islámico (EI) se sumó el bloqueo del Gobierno de Damasco a la ayuda internacional para castigar a una población mayoritariamente disidente.

Después de cinco años de guerra, en Homs solo quedan escombros y edificios destrozados por las bombas. Sus calles están desiertas, inhabitables. Su población ha disminuido a menos de un tercio de lo que era y hoy no alcanza las 300.000 personas. La mayoría optó por dejar sus casas para salvarse de una guerra que sólo en esta ciudad ha dejado más de 13.000 muertos.

«A pesar de que los bombardeos eran constantes, mi padre se resignaba a abandonar nuestro hogar», relata en perfecto castellano Laura, oriunda de esta ciudad siriana con doble nacionalidad española, que actualmente vive en Barcelona. «Como en mi casa no había niños pequeños, él pensó en aguantar hasta el final», simplemente porque «era necesario», prosigue. Durante el 2012 los ataques allí fueron especialmente cruentos y la cifra de muertos y heridos no paraba de ascender, por lo que «a mi padre le requerían constantemente, es pediatra».

No sólo prestaba sus servicios en Homs, también se desplazaba en su propio coche a los pueblos cercanos para pasar consulta, hasta que en un control de carretera le arrestaron por manifestarse contra al régimen de al Asad. Gracias a la embajada española fue liberado de la cárcel tras diez días de encierro. «Salió el 20 de mayo de 2012 y el 1 de junio ya estábamos fuera de Siria, estar en prisión le marcó mucho», recuerda esta joven.

Explica también que «antes de la revolución todo era felicidad y yo era una chica normal que deseaba ejercer como farmacéutica». Pero lo dice sin un ápice de resentimiento, a pesar de lo que ha vivido: «Una bomba destrozó la cocina de mi casa y tuve que aguantar que me colocasen un fusil en la cabeza». El relato de Laura está lleno de situaciones que ponen los pelos de punta y que ella narra sin que le tiemble la voz. Tiene una clara vocación de servicio a los demás, herencia de su padre.

Tras abandonar Siria, decidieron establecerse en el país vecino de Líbano. A pesar de la tristeza, ella no se resignó a dejarse vencer, así que decidió ponerse manos a la obra y arrimar el hombro. «Trabajé con Médicos sin Fronteras ejerciendo la figura de vigilante en los campos de refugiados. En 2012, desde luego no estaban masificados como ahora», asegura. Aunque admite que para la población siriana supuso un «shock» pasar a vivir en tiendas de campaña porque «aunque mi pueblo no es opulento, no somos pobres como otros países de nuestro entorno». «A eso hay que sumar que no había manera de prosperar, teníamos prohibido ejercer ningún trabajo», denuncia Laura. Ocurre que el gobierno libanés no permite contratar a ningún ciudadano sirio, porque eso significaría otorgarle un permiso de residencia. Que su estancia allí no fuese dramática, «se lo debo a ACNUR», dijo ayer en el cierre de la campaña de donativos que la Caixa ha recaudado para esta ong. Un total 190.000 euros destinados a paliar los efectos del invierno en dos campos de refugiados .

Ya hace dos años que Laura y su familia abandonaron Líbano. Reconoce que es una afortunada por acceder a Europa de una forma segura gracias a su condición de española y rehuye de las valoraciones políticas sobre la gestión de los refugiados. «Europa podría hacer más, pero a quien reclamamos su falta de humanidad es a los países árabes hermanos, como Arabia Saudí», denuncia