Cómic

Milton Caniff, un lápiz con nervio frenan su subida

El Salón del Cómic homenajeará al creador del clásico de aventuras «Terry y los piratas»

Terry y los piratas era tan popular a mediados de los años 30 que los diarios agotaban tiradas
Terry y los piratas era tan popular a mediados de los años 30 que los diarios agotaban tiradaslarazon

Los amigos del dibujante Milton Caniff lo llamaban Milt. «Oye, Milt, quieres una cerveza», le decía su amigo el compositor Kurt Weill.

Los amigos del dibujante Milton Caniff lo llamaban Milt. «Oye, Milt, quieres una cerveza», le decía su amigo el compositor Kurt Weill. «Espera a que acabe esta tira, Kurt Weill, dame un segundo», contestaba siempre el dibujante que tenía la manía de llamar por el nombre completo a sus amigos y de priorizar sus creaciones sobre todas las cosas. Sus enemigos, en cambio, le llamaban despectivamente Caniff, porque sabían, los despreciables, que no le gustaba nada que le llamaran por su apellido. Mientras tanto, el resto del mundo le conocía como «el Rembrandt de los cómics», y no porque tuviese origen holandés, los ojos hundido y un gusto por los gorros raídos de pitufo, sino por su maestría a la hora de reflejar las luces y las sombras en sus dibujos.

Caniff es uno de esos grandes monstruos demiurgos del cómic desde los años 30. Nacido en la pequeña localidad de Hilisboro, Ohio, suya es el mayor y más grande cómic de aventuras de la historia, «Terry y los piratas», una apasionante y cinematográfica novela río en torno a unos piratas en las costas chinas, con personajes clave del cómic como el joven norteamericano Terry Lee a el periodista Pat Ryan, el guía local Connie Confucius, o la mala malísima Lady Dragon, personaje del que han surgido mil villanas después tanto en el cómic como en el cine o los videojuegos.

El Salón del Cómic de Barcelona sabe muy bien cómo rescatar y homenajear a los creadores que han hecho posible el desarrollo y crecimiento de este género y en su próxima edición contarán con una gran exposición retrospectiva de Caniff, incluyendo más de 90 originales de sus creaciones. Comisariada por el francés Bernard Mahé, responsable de las subastas de cómic de Sotheby’s París, la muestra contará con dominicales originales de «Terry y los piratas», así como de su siguiente gran serie, «Steve Canyon». Además, no se olvidará de sus primeros trabajos en la viñeta «Dickie Dale» o su icónica reformulación del patriotismo que fue «Male Call». Miles de soldados se enamoraron en estas viñetas de la misteriosa y seductora Miss Lace, en un trabajo que sólo podía leerse en publicaciones militares durante la Segunda Guerra Mundial.

Comercial y excitante

«No me engaño, lo más importante para mí es vender periódicos», comentaba este condecorado Boy Scout que en los años 40 fue la firma más codiciada de los comic strips de los diarios. Y por poco no lo fue ya que, durante la irrupción de la Gran Depresión, le despidieron de su primer trabajo serio en las viñetas sindicadas en los periódicos y a punto estuvo de dejarlo. «Todos los dibujantes son actores frustrados», comentaría después, pues aquella era su feliz idea, ser actor, aunque un buen amigo suyo, el dibujante Alex Raymond, creador de «Flash Gordon», le advirtiera que hay más grandes actores que se mueren de hambre que grandes dibujantes.

En cualquier caso, está claro que el cine fue una de las mayores influencias de Caniff a la hora de plantear sus viñetas. Alternó con elegancia primeros planos con panorámicas y extraños y expresionistas ángulos de cámara para hacer más trepidante la acción y más directamente emotiva. Aunque su gran acierto fue ese peculiar y maestro uso de las luces y las sombras que al final le darían el apodo de Rembrandt.

Pero si algo hay que agradecerle a Caniff es que luchara por sus derechos como creador y consiguiese pleno control sobre su obra, siendo él el dueño de todos los derechos de la serie «Steve Canyon». La mantuvo 40 años e hizo historia.