ERC
Sentencia a la Diada: pierde casi la mitad de asistentes
La Guardia Urbana cifra en 600.000 los manifestantes, en 2018 fueron un millón
Batacazo histórico de la Diada independentista que la Asamblea Nacional Catalana (ANC) organiza año tras año desde el inicio del «procés». Las cifras no dejan lugar a dudas: la manifestación de ayer, organizada tras un verano convulso y a menos de un mes de conocerse las sentencias del juicio del 1-O, congregó a 600.000 personas, 1,2 millones menos que hace justo un lustro. El punto álgido corresponde a 2014, dos meses antes de la consulta del 9-N, con Artur Mas ocupando la presidencia de la Generalitat y Carme Forcadell exigiendo las urnas. Entonces, 1,8 millones de participantes llenaron las calles de Barcelona para formar una V de Victoria bajo el lema «Ahora es la hora». Ayer, cinco años después, fueron 600.000 las que reivindicaron la «independencia». Un descalabro notable si se compara también con la asistencia de hace justo un año: en 2018, la Guardia Urbana cifró en un millón los participantes que llenaron la avenida Diagonal de la capital catalana, un 40% más que ahora. En definitiva, la participación de ayer es la más baja que la Guardia Urbana ha contabilizado desde el inicio de las manifestaciones independentistas de la ANC en 2012, que marcaron también el principio del «procés». Hasta ahora, la cifra de asistencia más baja era la de 2016, cuando unas 875.000 personas asistieron a la convocatoria de la ANC que tuvo lugar en Barcelona y otras cuatro localidades (en la capital catalan acudieron 570.000 personas).
Ayer, las imágenes desde el helicóptero acotaban la concentración y a pie de calle había muchos claros que otros años estaban abarrotados. El 11-S, por tanto, se ha convertido en síntoma y reflejo de la extrema división de los partidos independentistas y de la pérdida de apoyo social a la secesión. En guerra constante desde el 1-O, la batalla política se ha destapado coincidiendo con el juicio en el Tribunal Supremo –con Oriol Junqueras como máxima autoridad del anterior Ejecutivo sentado en el banquillo y Carles Puigdemont fugado en Bruselas– y se ha recrudecido con el ciclo electoral de la primavera. La victoria clara de ERC en las generales y las municipales, el descalabro de Junts per Catalunya y los pactos posteriores tensaron al máximo las costuras de dos partidos históricamente enfrentados.
También ha hecho mella la incapacidad de ambas formaciones de trazar una estrategia conjunta y consensuar una respuesta a las sentencias del «procés», el gran reclamo de la gente que ayer acudió a la manifestación independentista convocada de forma simbólica en la plaza de España.
Y es que la Diada de 2019 se ha convertido en una enmienda a los partidos, un órdago lanzado por la ANC y su presidenta, Elisenda Paluzie. En su discurso, el más enérgico de la tarde, la activista acusó al Govern y a los dirigentes políticos soberanistas de haber «desarmado» al movimiento independentista de la unilateralidad, la estrategia que defiende la entidad tras el 1-O.
«Vemos que, dos años más tarde, no solo no hemos avanzado, sino que se dan algunos pasos atrás. Se discute en público el reparto de migajas. Se deslegitima el referéndum que hicimos, y la única vía que nos ha permitido llegar a donde no habíamos llegado nunca, la unilateral, se desarma día a día. A nuestros dirigentes os pedimos que no nos desarméis», clamó.
«Hoy el presidente del Gobierno nos ha animado a celebrar la fiesta de este territorio. Ni nación ni país ni pueblo. Este es el reconocimiento que tendremos si continuamos en el Estado español», criticó Paluzie entre abucheos de los asistentes al escuchar el nombre del líder socialista, Pedro Sánchez.
Un guante que recogió el propio president Quim Torra en la misma concentración, a pie de calle. «La independencia estará a partir de ahora en el centro de la acción política», aseguró dejando claro que se dejará la «piel» para evitar la ruptura del soberanismo. Torra incluso amenazó con la desobediencia tras las sentencias, en la línea del lema «lo volveremos a hacer» que lleva repitiendo desde hace semanas: «Cualquier derecho que sea negado lo volveremos a ejercer», resumió.
El tono de Esquerra fue más sosegado y, sobre todo, muy distante con sus socios de Junts per Catalunya. Ambos partidos no coincidieron en la manifestación; los republicanos organizaron un acto propio a mediodía para reivindicarse y dejar claro que defienden la independencia desde su fundación; y solo compartieron los actos institucionales además del evento que organizó Òmnium Cultural y al que incluso fueron los «comunes».
De hecho, la desmoralización de la calle también la reflejaron las entidades secesionistas: ayer, la ANC organizó en solitario la manifestación al mantener diferencias estratégicas notables con Òmnium.
A la desmovilización social –vaticinada por muchas encuestas y palpable ayer en la manifestación– se le unieron los disturbios de la izquierda más radical a última hora de la tarde. Los autodenominados Comités de Defensa de la República (CDR) rodearon el Parlament y protagonizaron varias escenas de tensión con los Mossos d'Esquadra. Por la mañana, las juventudes de la CUP quemaron fotos del Rey y de varios jueces en su manifestación.
«El entusiasmo de antes ya no está»
El independentismo civil se echó de nuevo ayer a la calle, aunque con mucha menor fuerza. El enfado generalizado de la calle con los líderes separatistas por los escasos avances hacia la ruptura y las permanentes luchas intestinas han desmoralizado a las bases, algo muy palpable. De hecho, entre los asistentes consultados por este diario, no había ninguno que no reprendiara a los políticos. «Cansado pero no puedo quedarme en casa», dijo, resignado un vecino de Sant Cugat (Barcelona), quien criticó la falta de unidad de los partidos. «El entusiasmo de antes ya no está, es la primera vez que vengo solo», agregó. «Venimos a reivindicar la independencia pero a protestar contra los políticos, que no están a la altura», se quejó una pareja de avanzada edad procedente de Berga (Barcelona), y exigía unidad y que «los políticos se definan». «No podemos entender que Puigdemont diga una cosa y Junqueras diga otra cosa», recriminó otra pareja de Molins de Rey (Barcelona). «Somos los de abajo los que tendremos que impulsar la independencia», añadió.
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