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¿Quién odia a Holden Caufield?

En el recién estrenado centenario de J. D. Salinger, enfrentamos a los amantes de sus libros con sus despreciadores.

Está claro que J. D. Salinger hubiese destrozado en un ring a Norman Mailer, aunque seguramente no, quien sabe. Lo que sí se sabe es que no se gustaban en absoluto.
Está claro que J. D. Salinger hubiese destrozado en un ring a Norman Mailer, aunque seguramente no, quien sabe. Lo que sí se sabe es que no se gustaban en absoluto.larazon

En el recién estrenado centenario de J. D. Salinger, enfrentamos a los amantes de sus libros con sus despreciadores.

Holden Caufield es el niño de 16 años que J. D. Salinger se sacó de la manga como protagonista de «El guardián entre el centeno». Nadie ha representado mejor a la adolescencia que este rebelde sin causa capaz de odiar con toda su alma las cosas más intrascendentes. La generación Z lo lee y piensa, «¡ese soy yo!». Los millenials lo han leído y también han pensado, «¡Qué va, ese soy yo!». Winona Ryder y la generación X lo adoraban y estaban convencidos que eran ellos. En los 80, Marc David Chapman creía que era él cuando mató a John Lennon y John Hincley sabía que era él al disparar al presidente Reagan. En los 50, cuando se publicó la novela, Salinger estaba hasta las narices de los jóvenes que se le acercaban con gorro con orejeras para decirle que ellos eran Holden Caufield. Tanto es así que Salinger decidió que Caufield sólo sería él y se encerró en New Hampshire.

¿Cómo puede un personaje capturar la imaginación de tantas generaciones hasta el punto de querer apropiarse de su realidad vital? Esto no tiene nada que ver con la estúpida empatía, tiene que ver con la patológica necesidad de proyectar nuestro ego no donde lo reconocemos, sino donde los demás son capaces de reconocerlo con admiración. Holden Caufield es el gran adolescente de la historia de la literatura porque permite a los adolescentes ceder su identidad a una entidad aplaudida, una forma aceptada, premiada de su angustia vital.

Sin embargo, hay quien no le gusta el personaje, y a partir de ahí cualquier cosa escrita por Salinger es detestable, lo que es odiar por asociación, algo que es común, pero sobre todo es imbécil. Entre los grandes odiadores del personaje estaba Norman Mailer, tan a gusto en nadar contra corriente. Alguien que se quería tanto no podía dejar ningún síntoma de debilidad, como admirar a un escritor contemporáneo. Mailer aseguró que: «Parece que me he quedado solo en la sensación de que Salinger es la mente más brillante en quedarse en prescolar». Es decir, el eterno adolescente era eso, un escritor subdesarrollado, un monstruo deformado, un viejo que se cree un niño, un síndrome de Peter Pan mezclado con Alzeihmer. Y esto lo piensa Mailer, un escritor que intentó toda su vida meterse en su propio escroto.

Otra de las odiadoras solemnes de Salinger fue Mary McCarthy, la autora de «El grupo» y una de las eminentes cabezas pensantes del nuevo feminismo de los años 40 y 50. La escritora aseguró que la escritura del autor de «Frankie & Zooey», «combinó al hombre sencillo con un egoísmo absolutamente megalómano», algo que ella no soportaba. Mucho se ha hablado del machismo de Holden, de su odio por «esas niñas bobas» que se deshacen con la primeracaricia. No suele decir algo más favorable de los hombres, de los adultos, del cine, de los discípulos, de Jesucristo, de los engañabobos y farsantes, así que no ver en Caufield a un odiador a secas es sacarle fuera de contexto.

Otro de las grandes despreciadoras de la obra de Salinger fue Elisabeth Bishop, La poeta no podía soportar su estilo tan consciente de sí mismo. Sobre uno de sus cuentos escribió: «Lo odié con toda mi alma. Me costó dios y ayuda pasar sus páginas, día tras día. A cada frase se me coloreaba el rostro de vergüenza ajena por cada frase ridícula que se atrevía a escribir. Simplemente me preguntaba, cómo le dejan hacerlo». Está claro que las expectativas que uno tiene de buena literatura puede borrar la capacidad de apreciar un pedazo de literatura no hecha para que te guste, sino para que te sacuda.

¿Y los que lo amaban?

La lista de los que lo amaban es más numerosa. Woody Allen, por ejemplo, siempre recuerda la primera vez que lo leyó, con 18 años, y cómo sintió que alguien le hablaba directamente al oído. Julian Barnes también lo adora. Wes Anderson hizo «Los Tenenbaum» pensando en los Glass salingerianos. Jonathan Safran Foer compara leer «El guardían entre el centeno» con un sueño húmedo. Jarvis Cocker duda de que nada de lo que escribió Salinger después de dejar de publicar valga la pena, pero asegura que con lo que tenemos, «hay más que suficiente». Frédéric Beigbeder le dedicó una novela a su corta historia de amor con Oona O'Neal. Y así hasta la demostración que a quien no le guste Holden Caufield, parece que algo se pierde.