Rock

Ringo Starr y su Radio 80 Serie Oro

El que fuera batería de los Beatles volvía a Barcelona más de 50 años después de su primera visita

Ringo Starr en un momento de su actuación, el pasado martes, en el Palau Sant Jordi. Foto: Efe/ Quique García
Ringo Starr en un momento de su actuación, el pasado martes, en el Palau Sant Jordi. Foto: Efe/ Quique Garcíalarazon

El que fuera batería de los Beatles volvía a Barcelona más de 50 años después de su primera visita.

¿Puede un concierto con buenas canciones, buenas interpretaciones y una banda potente no tener sentido? Sí, si tu repertorio se compone de éxitos de los Beatles, 10cc, Toto, Men at Work y Santana, mezclados juntos en una túrmix nostálgica, y la figura del concierto, Ringo Starr, sigue prefiriendo dejar que otros den la cara. Pero, ¿es necesario que todo tenga sentido? No, ni mucho menos, a veces es mejor reír la broma, como pasó la noche del martes en el Palau Sant Jordi ante unos 5.000 fanáticos de la historia del pop.

El batería de los Beatles volvía a Barcelona más de 50 años después de su primera visita y lo hizo apostándolo todo a su carisma, que no es poco. Claro que su carisma se basa en su simpatía, buen humor e historia, no precisamente en su talento, así que para tocar en directo prefiere dejar que los músicos hagan su trabajo y él ponga las bromas. Por eso fue un concierto sin sentido, loco, divertido, nostálgico, como una boda en que todos bailan como tu madre y sólo quieren pensar que si un día fueron jóvenes, pueden volver a serlo en cualquier momento. Ringo como mago gurú maestro de ceremonias, no como músico. Imaginen que en el mundial la estrella de España fuese Reina, pues eso es la Ringo Starr & his All Starr Band.

Apareció con versiones de Carl Perkins, seguió con el punto álgido de su carrera en solitario, “It don’t come eas y” y al tercer tema ya se ocultaba detrás de la batería para mayor gloria de la banda. Graham Gouldman, de 10cc es un gran compositor de canciones, pero presencia magnética, lo que se dice una rock n’roll star, ya no lo es. Su versión de «Dreadlock Holiday» quedó algo deslucida acabando con un «I dont like Barcelona... I love it», que dejó demasiado en suspense. Parecía que no le gustaba Barcelona. Aquí le tomó el relevo Gregg Rollie a los teclados y su santanesca «Evil ways», para pasar luego a Steve Lukather, guitarrista de Toto, con su versión de «Rosanna». Lukather fue el único que sudó la gota gorda intentando que aquello fuese algo más que la reunión de viejos amigos rememorando batallitas. «Venga, todos de pie. ¿Os apetece? Pues arriba. Let’s party», dijo y no sólo consiguió que se pusieran de pie, sino que se abalanzasen sobre el escenario. Aquello ya era al menos una boda a las doce de la noche, cuando tu tío Antonio se quita la corbata y su mujer finge avergonzarse de él.

El repaso por éxitos de los 50, 60, 70 y 80 era un totum revolutum que cada una por separado tenían su gracia, pero juntas eran como un perro ladrando quejíos y sonetos, algo muy raro y confuso. Para que tuviese un hilo conductor faltaban historias, anécdotas, un contexto que diese gravedad a las canciones. Estos siete músicos tienen mil secretos que contar, podrían haberlo hecho cerrando el círculo de la nostalgia y ofreciendo al menos algo nuevo. De vez en cuando aparecía Ringo y hacía esta función, demostrando que así la cosa podía funcionar. «Cuando me uní a los Beatles escribí muchas canciones... Pero no grabamos ninguna, excepto esta», y sólo con esta divertida introducción dio un mayor calado a «Don’t pass me by». «Si no conocéis esta canción es que estáis en el concierto equivocado», dijo a continuación, con burla a Led Zepellin incluída, y empezó «Yellow Submarine», con nueva invasión del escenario. Es divertido ver como los seguratas echaban a hombres de 68 años exigiéndoles que volviesen a su localidad. No les hacían ni caso, claro. ¡Viva los 60! Quizá la década prodigiosa nunca lo fue tanto y ahora queda sólo un recuerdo kitch, pero sigue siendo divertido ver a sus protagonistas y eso en el fondo es de lo que se trata, ¿no?

El concierto siguió el mismo guión hasta el final, con la versión de «Black mágico woman», yuxtapuesta al final con «Gypsy queen» como punto álgido y una extraña rendición a «I’m not in love», de 10cc, que siempre fue una canción de estudio, balada entre baladas sobre producida, como bajo. En «Photograph» dejaron por fin al público acercarse al ídolo rompiendo protocolos, para un fin de fiesta que concluyó con «With a little help from your friends», que unió en medley con «Give peace a chance». Y buenas noches y buena suerte, porque Ringo no engaña a nadie y si alguien se casa y tiene algunos millones que le sobren, le puede ofrecer el concierto de sus vidas, o cómo repasar sus vidas en forma de concierto.