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Sangre en el puerto
El BCNegre amarra en la Ciudad Condal con John Banville, David Piece y Claudia Piñeiro
Si Fedra fuese un hombre, sería Woody Allen y acabaría por casarse con la hija adoptiva de su esposa, viviendo tres décadas de sosiego junto a ella, y a todo aquel que criticase el hecho de que se enamorara y casara con una niña le llamarían retrógrado e insensible.
«¡Huyamos!», exclamó Agnes. «¡Huyamos, huyamos, huyamos!», insititió nerviosa, con su Smith Wesson 357 todavía caliente entre sus manos. «¿Aullamos?», preguntó aturdido Tomás Ardi, al que le acababan de agujerear el hombro de un balazo. No iba a discutir ahora con la que llevaba la pistola, así que se puso a aullar. «¡Auuu!», gritó, porque le dolía mucho. Agnes no podía creer lo que estaba viendo, así que decidió no creerlo y agarró del brazo a Tomás, llevándoselo de allí a toda prisa. «¡Deja de aullar de una vez!», insistió, y el hombre obedeció como un buen chico, pero seguía haciéndole un daño horrible.
Bajaron con la cabeza gacha, sin dejar de mirar a sus espaldas. «¿Tengo un grano?», preguntó Tomás preocupado, pero Agnes no tenía tiempo de tonterías, lo tenía, así que le dio un golpe con su Smith Wesson 357 y le dijo que se callara. No se veía nadie por las calles, pero no podían confiarse. Tenían que pensar que les estaban pisando los talones o les pisarían los talones sin pensarlo y eso era todavía más confuso. «¡Dios mío!», exclamó Agnes.
Atravesaron las drassanes y comprendieron que lo mejor para ellos en esa situación era refugiarse en el corazón del Puerto de Barcelona, camuflarse entre los diferentes containers y esperar que la suerte se aliara con ellos. La suerte se lió al final con un cerdo y a Tomás le cayó del latín porcus en la cabeza. «¡Ahhh! ¡No quiero morir!», exclamó hastiado, lanzándose al suelo agotado y aterrorizado a un tiempo. Tirarse al suelo y rendirse no era lo que alguien que no quiere morir haría, no en una situación como aquella, así que Agnes comprendió que mentía, que Tomás era un mentiroso, que Tomás quería morir. ¿Tomás quería morir? Se lo preguntó, por si acaso. «¡Nooo!», contestó y Agnes guardó su Smith Wesson 357 en el bolso. Pero puso esa cara de, ¡mmmm!
Las grúas todavía funcionaban a toda máquina, aunque el operario que las manejaba se enfadó y dijo, «¡pues que lo hagan ellas solas!». Recibió un disparo por la espalda y cayó desde unos 50 metros a los pies de Agnes y Tomás, que notaron la sangre caliente en sus manos. Agnes se asustó tanto que sacó su Smith Wesson 357 y le disparó otras tres veces. Murió a toda máquina.
Los dos corrieron entre los containers, sin saber dónde dirigirse, hasta que agotados de nuevo subieron a uno de los carritos de los operarios y se dieron a la fuga. «¿Te imaginas que nadie nos sigue?», dijo Tomás y Agnes lo miró con esos ojos que si fueran la boca del tigre, pues ya no tendrías piernas. «No, no... ¿Te imaginas que somos nosotros los que les seguimos?», siguió Tomás y Agnes lo miró con esos ojos que si fueran la pierna de la patada, ahora su cabeza marcaría gol por toda la escuadra. «Oh, oh, ¿te imaginas que somos nosotros los que nos estamos persiguiendo?» «¡Calla1», lloró Agnes, frenando en seco. No atropellaron al bebé y su madre porque allí no había nadie, porque si no.
En ese momento, en la terminal de cruceros del Puerto de Barcelona, salían Joan Subirats, comisionado de Cultura del Ayuntamiento y el escritor Carlos Zanon, escritor y director del BCnegre, el festival de novela policíaca de la ciudad. Arrastraban un cadáver por los brazos, dibujando en el suelo un reguero de sangre rojo escarlata en el que se leía, «¡que no, que es broma, que es sólo un boli con forma de muerto!» «¡En serio!», exclamó Tomás y no era serio, era un cadáver, madita sea, los habían engañado con sus palabras, ingeniosos escritores de...
Agnes empezó a gritar porque ya no sabía que estaba sucediendo. Zanón se acercó a ella, intentó tranquilizarla, y le dijo: «Hemos decidido dedicar el festival a la figura del puerto, un espacio que es como una ciudad dentro de una ciudad, con sus propias leyes, su propia policía y que siempre despierta una sensación de libertad, tanto porque significa un lugar donde huir como un lugar donde siempre llegan aire fresco de lugares más abiertos». Agnes sacó su Smith Wesson 357 y la lanzó al mar. «¡Huyamos!», dijo. «¡Auuuuu!, exclamó Tomás.
Un festival cinco estrellas
El BCNegra llega a su 14 edición con un elenco cinco estrellas y toda una serie de nuevas actividades para extender la pasión por la novela negra por toda la ciudad. Del 24 de enero al 3 de febrero llegarán a Barcelona autores de la talla de John Banville, Leila Slimani, Ken Bugul, Ferrant Torrent, David Peace, Yasmina Khadra, Rosa Montero, Charles Commung, Esther García Llovet, Mick Herron, Bernard Minier, Lisa McInerney, Toni Hill, Núria Cadenes, Nacho Carretero, Jordi de Manuel o Núria Queraltó. «Llegarán más de un centenar de autores de todo el mundo», aseguró ayer Zanón, que recordó que en esta edición será Claudia Piñeiro quien reciba el XIV Premi Pepe Carvahlo.
Entre las múltiples actividades que se han programado destaca el homenaje al librero y gran divulgador del género Paco Camarasa, fallecido el año pasado. «Lo echamos mucho de menos», afirmó Zanon. Además, el festival acogerá a otro librero célebre, Otto Penzier, fundador y propietario de una de las primeras librerías dedicadas al género policial, la mítica The Mysterious Bookshop de Nueva York y un colaborador frecuente con nombres como Elmore Leonard, Joyce Carol Oates, Michael Connely o James Lee Burke.
Además, se iniciará una nueva actividad, que será profundizar en un personaje, un librop y un autor míticos del género. En este primer año se estudiará la figura de Lisbeth Salander, del ciclo novelístico de Stieg Larson. También se reivindicará la figura del gran Chester Himes. Y por último se celebrará la novela «Total Khéops», del escritor marsellés Jean-Claude Izzo. Los aficionados tienen donde escoger.
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