Barcelona
Tàpies, admirador de Miró
La relación entre los dos grandes artistas aflora con documentos hasta ahora desconocidos
La celebración de los 25 años de la apertura de la Fundació Antoni Tàpies ha permitido conocer algunos aspectos interesantes de la vida y la obra de quien da nombre a esta institución barcelonesa. Especialmente interesante resulta su faceta como coleccionista de arte, reuniendo obras de algunos de los grandes maestros del siglo XX, autores que se propusieron el renovar el arte de su tiempo, creando en ocasiones corrientes o lenguajes que fueron cercanos para Tàpies. Entre ellos destaca con una especial fuerza el nombre de Joan Miró, algo más que un referente, un maestro del que aprendió mucho hasta convertise en todo un ejemplo a seguir.
El origen de la admiración de Tàpies hacia la renovación artística del siglo pasado, en general, y el mundo mironiano, en particular, hay que buscarlo en el número extraordinario que la revista «D’Ací i d’Allà» dedicó en invierno de 1934 «al arte del siglo XX», como se anunciaba en la portada ilustrada con una obra de Miró. A lo largo de sus 128 páginas, se analizaba la producción plástica internacional, además de incluir dos «pochoirs» de Miró, gracias a los buenos oficios de Josep Lluís Sert y Joan Prats. Tàpies diría que aquella publicación que «este número de “D’Ací i d’Allà” me ha acompañado toda la vida y aún lo tengo a mi lado, ahora dedicado por sus autores. La emoción de aquella “Mujer con camisa” de Picasso, de la naturaleza muerta de Braque, de las pinturas futuristas de Severini, de la fabulosa naturaleza muerta de Juan Gris que me desconcertaba con aquella ambigüedad de su minucioso realismo que a la vez no lo era, de la geometría de Kandinsky y Mondrian, de la magia de Max Ernst, del gran vidrio de Duchamp, del “Hombre con pipa” de Miró, que recuerdo que me hacía pensar en pinturas de las cuevas prehistóricas o en el estallido de los amarillos y los rojos de su “pochoir”, todo fue un choque que parecía iluminar cada vez más aquellos paisajes interiores de mi imaginación».
Los dos pintores se conocieron en 1949, momento en el que se inicia una amistad a la que ambos conservarían hasta el final. Gracias a Joan Prats, Tàpies pudo visitar a Miró en su taller barcelonés en el Pasaje del Crédito. El entonces joven artista estuvo acompañado en ese encuentro con algunos de sus camaradas en el grupo Dau al Set como Joan Brossa, Arnau Puig o Joan Ponç. Por otra parte, Tàpies había podido admirar con antelación la estupenda colección mironiana que poseía Prats en su domicilio de la calle Europa. Todo ello lo explicó en 1973 en un interesante artículo publicado en la mítica revista «Destino»: «En el primer contacto gracias a la leyenda y la atmósfera creada a su alrededor, no es raro que Miró me pareciera difícil y esquivo y por descontado, de momento no me atreví a hacerle ninguna pregunta. Además, con su reserva habitual ante los desconocidos, cosa que ahora comprendo perfectamente, parecía que no quisiera hablar y contestaba con monosílabos o simplemente con un gesto. Recuerdo que nos dio unas copas de coñac y entonces fue a buscar la primera pintura».
Con motivo del aniversario de la Fundació Tàpies han visto la luz algunos interesantes documentos procedentes del archivo personal del creador del centro. Entre ellos destaca el inédito borrador de una carta manuscrita dirigida a Miró, por desgracia sin fechar y significativo del afecto entre los dos genios: «Volgut Miró: Acabem d’arribar de París i com dir-vos que en Jacques Dupin ens ha donat una de les alegries més grans de la nostra vida fent-nos saber que veieu amb bons ulls la possibilitat d’intercanviar-nos una obra. Volgueu perdonar la meva gosadia que he contingut durant molt temps i que només és explicable pel gran amor que he tingut per la vostra pintura. ara vull dir-vos que teniu les portes del meu taller obertes de bat a bat per a que hi tireu tot el que vulgueu i que jo esperaré amb ansietat el moment que vos em crideu».
La pieza escogida por Tàpies fue un óleo de 1932, «Cabeza de hombre», y que instalaría en el dormitorio de su casa en Barcelona. Pero no fue la única composición de Miró que tuvo en su colección personal. Con el tiempo también pudo adquirir un extraordinario dibujo de 1930 y el espectacular óleo de 1968 «Personajes y pájaros celebrando la llegada de la noche», piezas que estos días se exponen en la fundación de la calle Aragó.
Tàpies siempre se mostró extraordinariamente fiel a Miró hasta el punto de calificarlo como «el único maestro del que soy deudor».
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