Literatura

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¿Todos somos brujas?

Mona Chollet rastrea los estigmas puestos alrededor de la mujer desde el Renacimiento

La imagen de la bruja no puede romantizarse pues detrás de sus grotesco imaginario se esconde el horror de mujeres humilladas, torturadas y asesinadas por tal de mantener limpio el canon social de lo que tiene que ser la mujer
La imagen de la bruja no puede romantizarse pues detrás de sus grotesco imaginario se esconde el horror de mujeres humilladas, torturadas y asesinadas por tal de mantener limpio el canon social de lo que tiene que ser la mujerlarazon

Mona Chollet rastrea los estigmas puestos alrededor de la mujer desde el Renacimiento.

Carlos Sala - Alguien golpeó la puerta y la joven Jane Meredith fue a abrir con prisas. No había nadie. Volvió al salón a decírselo a su tutora, la señortia Meredith, que dijo que se sentara. En ese momento, alguien volvió a golpear la puerta y la señorita Hardy miró a Jane con cierto disgusto. Mandó a Georgette, su hermana mayor, a abrir, pero tampoco había nadie. Ni siquiera pasó el tiempo suficiente para que pudiese decírselo a su tutora, porque los golpes volvieron, insistentes, nerviosos, perversos. La señorita Hardy miró a las niñas, preocupada, y fue a abrir ella misma la puerta. Tampoco había nadie.

Volvió a la habitación y decidió pasar por alto el incidente. Pero antes de que pudiese volver a hablar, los golpes volvieron, ahora más atronadores que nunca. La señora Meredith entró en la habitación indignada, gritando a la señorita Hardy y las niñas si es que no oían aquel estruendo. Cuando iban a explicar lo que sucedía, como los golpes continuaban, la señora Meredith mandó callar a todas y fue a abrir la puerta ella misma. Y no, allí no había nadie.

Antes de poder volver al salón y seguir con sus lecturas, los golpes volvieron y ahora parecían estar a punto de derribar la puerta. El señor Meredith salió de su despacho echo una furia preguntando si acaso todos en esa casa eran sordos o simplemente imbéciles. Los golpes ni siquiera dejaron oír los lamentos de la señorita Meredith. Su marido abrió la puerta con ganas de gritar a Dios y acusarle de haber creado a las mujeres sólo para atormentarle.

Las niñas, la tutora y su mujer la siguieron a una distancia prudencial. El señor Meredith abrió con rapidez la puerta, de par en par, y delante suyo se encontró con una joven vestida de negro y con un horrible gorro de punta torcida. «¡Brujaaaaa!», le gritó aquella extraña joven y le golpeó la cara con su palma bien abierta. El señor Meredith quedó anonadado, sin entender qué ocurría allí. «¿Papá es una bruja, mamá?», preguntó Jane. «¿Te parece una bruja, amor?», le contestó su madre acariciando su rostro y se llevó de allí a las niñas. «¡Brujaaa!», gritó Georgette a su padre y volvió a recitar la tabla del ocho.

Escapar del terror

La periodista Mona Chollet, responsable de edición de «Le Monde Diplomatique», presenta en «Brujas» un excelente ensayo donde sigue los pasos de la figura de la bruja y cómo ha sido utilizado a lo largo de los siglos para estigmatizar a la mujer hasta el punto de caer prácticamente en un genocidio de género en la época de la caza de brujas. Con un estilo testimonial, involucrándose con historias personales en esta terrible historia de acoso y derribo a la idea de mujer que difería de la que quería dar de ella el hombre, Chollet nos lleva de la mano a la histeria del Renacimiento hasta la histeria contemporánea. «La idea de controlar a la mujer y limitarla a una figura gregaria del hombre continúa hoy día, auqnue los sistemas de control patriarcal del discurso homogéneo de la sociedad han variado», comenta Chollet.

La autora descubre cómo la caza de brujas ha sido un acto atroz ninguneado a través de la historia, a pesar de que se calcula que entre 50.000 a 100.000 mujeres murieron en esa época. También limpia tópicos falsos del asunto, como que era un fervor religioso propiciado por la Inquisición, cuando todos los tribunales eran civiles sociales, o que eran cosas de la oscura Edad Media, cuando empezaron a partir del Renacimiento. «Si acusas del hecho a religiosos febriles y enajenados, pues la gente puede limpiar su conciencia y no pensar que ellos también podrían haber sido responsables», señala Chollet.

El libro, poco a poco, desgrana los elementos que hicieron posible esta vergüenza histórica y cómo el capitalismo ha sido el último en apoderarse del discurso patriarcal de dominio de la mujer. Entre otros, destaca la relación que hay entre el dominio de la naturaleza y el dominio de la mujer. «En las épocas de cambio, cuando parece que el hombre se desplaza del centro del discurso, hay una reacción de reorganización, de búsqueda de un nuevo orden, y esto se repite una y otra vez en la historia», asegura.

La noción de bruja perseguía sobre todo a las ancianas, a las mujeres sin descendencia y a las que escapaban de la domesticidad del hogar y querían otras cosas. Iban tan en contra de la idea de mujer ama de casa, casada, joven y con hijos que para los hombres el término «bruja» era en realidad lo contrario a «mujer». Es decir, el hombre era en realidad la bruja, las brujas siempre son quienes las nombran.

La misoginia sigue dominante en las clases dominantes. En Francia, por ejemplo, la cotrarespuesta de intelectuales y artistas al movimiento del #Metoo es una clara muestra. «Ya habían habido muchos casos que demostraban que estos intelectuales, que en teoría tenían que ser progresistas y avanzados, en realidad sólo querían mantener el status quo y eran conservadores casi retrógrados. Casos como los de Strauss Khan o Bertrand Cantat, poniéndose a favor de los atacantes en lugar de sus víctimas, demuestran el bajo valor de las élites intelectuales francesas», argumenta Chollet.