Cataluña

Viejos separatismos

La Razón
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La actual exaltación separatista no es ninguna novedad. El separatismo, enfermedad senil del catalanismo, era un achaque recurrente en el siglo pasado y que se prolonga en el siglo XXI. Todo esto sin contar con los pronunciamientos cantonalistas del siglo XIX a los que también nos podemos remontar fácilmente.

El final de estos desplantes, gesticulaciones y proclamas de balcón es predecible: el fracaso más completo acompañado de un ridículo más o menos espantoso.

Las abjuraciones de España que vemos diariamente ya se pronunciaban al comienzo de la democracia. O sea, que todo este paripé de la intransigencia del Partido Popular y de la parcialidad del Tribunal Constitucional ya se veía en octubre del año 1981, cuando Anton Cañellas, presidente de CC-UCD, cuyos dieciocho diputados sostenían a Jordi Pujol, presentó una reprobación parlamentaria contra Heribert Barrera de ERC, presidente del Parlament. Razones de la moción: comparar Cataluña con Gibraltar, negar la nación española, y acusar al Tribunal Constitucional de conspiración anticatalana. El segundo punto de la moción era propugnar el monolingüismo en catalán contrario a la Constitución y al artículo tercero del Estatut, con el argumento de que se trata de la lengua propia de los catalanes. En virtud de estos ataques al orden constitucional se pedía la reprobación de Barrera por su conducta impropia de la imparcialidad de un presidente del Parlament.

Como vemos, hace 36 años estaban con la misma música, lo que pasa es que ahora ha crecido el orfeón y, lógicamente, el ruido que hacen es mayor.