Política
bonig tiene un reto serio
El PPCV tiene motivos para estar satisfecho, incluso exultante. Su mejora de los resultados en los últimos seis meses así lo argumenta. De once diputados a trece, de 838.135 votos a 917.398, del 31,2 por ciento al 35,4 constituyen un botín satisfactorio, máxime en tiempos en que el partido no atraviesa un camino de rosas.
Dicho esto, Isabel Bonig y sus compañeros dirigentes deben permanecer con los pies en el suelo, reflexionar seriamente sobre su situación real. Son Mariano Rajoy y algunas circunstancias los verdaderos artífices de estos resultados. Aquí y en toda España.
Durante los últimos meses, hemos visto al mejor Rajoy de siempre y así me lo ha comentado durante todo este tiempo mi amigo Rogelio. Sin perder los nervios ni la razón, acertó en su posicionamiento y en su previsión. Él fue el principal protagonista de la campaña electoral.
Sobre las coyunturas, caben destacar el riesgo de un Gobierno de España en manos de Pablo Iglesias y sus colegas, la cerrazón de Pedro Sánchez, el error de Albert Ribera y el «Brexit» del Reino Unido.
Rajoy mantuvo la cabeza fría y firmes sus convicciones hasta que el tiempo le dio la razón. Sánchez se empecinó en lo imposible, ser presidente a pesar de que la aritmética no invitaba a ello. Tal fue su tozudez que le daba igual verse acompañado por Ciudadanos, Podemos, la CUP, sin aceptar que Pablo Iglesias no puede estar al frente del CNI, ni Pedro Rodríguez de la Defensa, ni Errejón de Asuntos Exteriores, y así uno a tras otro. Como tampoco quiso darse cuenta Ribera -gran perdedor- de la procedencia de la mayoría de sus votos y prefirió optar por la deriva de su corazoncito, hacia la izquierda.
Los valencianos, como en el resto de España, han tenido en cuenta lo que se dirimía en estos comicios: la ordenación territorial, la Defensa nacional, la unidad de España, la creación de empleo, el crecimiento económico, la Unión Europea, el euro... y demás cuestiones que trascienden de largo a las domésticas.
El otro gran perdedor fue Pablo Iglesias con su apuesta por Izquierda Unida que pensó le guiaría incluso a la Moncloa. Un millón de votos menos. Con él llevó al fracaso el fuerte envite de Mónica Oltra en favor de «A la valenciana». Tanto, que a partir de hoy ya no se verá tan inevitablemente presidenta de la Generalitat. Sus influencias políticas y mediáticas irán a la baja. Sin ellas le será mucho más difícil porque en cuanto a la acción de gobierno de la Generalitat, ni ha estado, ni está, ni se le espera.
Ximo Puig y su PSPV «ni chica ni limoná». Ocho mil votos más, un diputado menos y perdido el único senador. No podrá levantar la cabeza demasiado en el Comité Federal.
Cierro, como empecé, con el aviso a las huestes de Bonig de no complacerse en estas buenas cifras, porque no son transportables a las autonómicas y municipales.
Eso sí, deben servirles para levantar los ánimos, pensar en que se hay esperanza para 2019 y convencerse de la necesidad de ponerse el mono de faena y cumplir con la responsabilidad de ejercer la oposición con un proyecto atractivo como es el del PPCV que tanto necesitan los valencianos en la actual coyuntura. Así es la vida.
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