España

Casado ¿victoria pírrica?

(De izq a der) La diputada popular por Barcelona Cayetana Álvarez de Toledo; el líder del PP, Pablo Casado; y su secretario general, Teodoro García Egea, durante la reunión con el grupo parlamentario del PP en el Congreso
(De izq a der) La diputada popular por Barcelona Cayetana Álvarez de Toledo; el líder del PP, Pablo Casado; y su secretario general, Teodoro García Egea, durante la reunión con el grupo parlamentario del PP en el Congresolarazon

La segadora aparece en la Historia como un instrumento generalizado para asegurar el mantenimiento del poder, especialmente si quien lo ostenta, más aún si lo detenta, exhibe síntomas de debilidad. Así ha sido en la empresa y, sobre todo, en la política. Curiosamente, los cuatro partidos más importantes de España han demostrado su incapacidad para llegar a acuerdos y, sin embargo, han coincidido de forma absoluta en el comportamiento de sus líderes. Pedro Sánchez, Pablo Casado, Albert Rivera y Pablo Iglesias se han identificado al laminar a sus detractores. Como escuché, creo que a Raymond Remington en Blacklist “la vulnerabilidad tiene un alto precio imposible de pagar”.

El presidente del PP, Pablo Casado, ha sido el último ejemplo de caudillismo. Y lo ha hecho en plena derrota, tras obtener los peores resultados para su organización, demostrando que la fuerza no solo la da el triunfo.

No es solo que Casado se haya mostrado, como expresaba este martes el editorial de LA RAZÓN “...proponiendo un Comité Ejecutivo Nacional de afines, bisoños y escasa experiencia de gestión”, sino también de “perdedores”. Cayetana Álvarez de Toledo logró apenas salvar su escaño en Cataluña, dejando el resto como un erial para los populares. Aunque para surrealismo el de Javier Maroto, quien no logró la elección en su tierra, Álava, y provocó la desaparición del PP en las tres circunscripciones vascas. Como reconocimiento, elegidos a dedo portavoces en el Congreso y Senado. ¿Portavoces, de qué? El joven líder del PP ha optado descaradamente por la sumisión, ciscándose en aquello de que “un guerrero acepta la derrota como una derrota, sin intentar transformarla en victoria”. Desde el asombro, le deseo que esa victoria no sea pírrica. Así es la vida.