Comunitat Valenciana
La pasión golosa en busca del dulce destino
Las pastelerías se convierten en meca de peregrinación. Como entregados costaleros del dulce no dejamos escapar ninguna oportunidad de probar el universo repostero popular
Las pastelerías se convierten en meca de peregrinación. Como entregados costaleros del dulce no dejamos escapar ninguna oportunidad de probar el universo repostero popular
Durante el Sábado Santo decretamos el estado de alerta golosa. Como entregados costaleros del dulce no dejamos escapar ninguna oportunidad de probar el universo repostero popular. En plena tarde observamos los rostros de los clientes, con orígenes bien diferentes, ambientes gustativos dispares, concepciones golosas antagónicas y gustos personales desiguales, que se diluyen cuando acuden en busca de los dulces. El pulso goloso es colosal en todos los escaparates.
Somos esbirros del dulce y como tal actuamos en consecuencia. En plena operación de Pascua nos conducimos, de manera atenta, hacia el escaparate repostero más cercano, en busca de la confitura deseada con el efecto satisfactorio inevitable. La estación de penitencia resulta fantástica. Las pastelerías se convierten en meca de peregrinación. Nos mimetizamos en el paisaje dulce, al final la alienación colectiva deja huella en nuestros paladares de manera vitalicia.
La arcadia azucarada habitada por una pléyade de dulces nos acompaña durante el recorrido por pastelerías y hornos. Rosquillas, torrijas, pestiños, suspiros, monas de pascua, panquemao, canutos, borrachuelos, buñuelos de viento. Cada creación desde su personalidad, y con mayor o menor ortodoxia pastelera, conquista indefinidamente todos los gustos.
Entre los clientes, las alegrías de unos son preocupaciones de otros por sí se terminan los dulces deseados. Todos anhelan al unísono conseguir la mona de Pascua más espectacular del escaparate, mientras empatizan la espera, en directo, con las torrijas que ofrece la amable dependienta en sorprendente degustación. Los amantes de la torrija unen sus pasiones. Al final, el efecto de satisfacción es inmediato. «¡Umm que maravilla!» Un secreto a voces. Los sugerentes dulces cuentan ya con crédito goloso ilimitado mientras los clientes no ocultan su militancia. El avituallamiento puntual pasa a ser un dopaje recurrente para los esclavos golosos.
Este es el máximo común denominador durante las vacaciones de primavera. Los dulces de pascua no son un género menor de la gastronomía, todo lo contrario, todas las voces gustativas lo ejercitan. Se abalanzan sobre nuestros paladares, nos emocionan como nostálgicos recuerdos de la ciencia culinaria de las abuelas, como queda dicho y demostrado en múltiples encuentros familiares.
Aunque el discurso goloso es endémico y los amantes del dulce aciertan por instinto, la dulce cruzada vuelve a gozar de excelente salud. Pero más vale aprender cómo manejarla por si la curiosidad o la tentación vencen a la prudencia como en anteriores ocasiones.
Mientras la peregrinación dulce se intensifica sometidos al imperio de la tradicional mona de Pascua, al salir a la calle, la continuidad viene respaldada por el rostro emergente de una imponente caja de «pestiños» que viaja, de mesa en mesa, con suma facilidad, por la generosidad de una pareja de turistas andaluces, a lo largo de una terraza cercana a la plaza del Ayuntamiento de Valencia. «No se corten, prueben, son de nuestro pueblo, Guadix».
Un amplio catálogo de dulces traza la veta golosa. En esta era de globalización gastronómica imparable, cuando se resquebraja la noción de soberanía culinaria y cualquier dulce se plantea en términos transnacionales, hay quienes aún siguen aferrados a «excepcionalismos dulces» como: torrijas, pestiños, rosquillas, suspiros y autorreferenciales valencianos como la mona de pascua y el «panquemao». Estamos obligados a velar por estas costumbres que nos acercan a dulces «delicatessen» perseguidos por un currículum estacional.
Aunque los confines golosos no tienen frontera y el hermanamiento dulce de aromas y sabores aún no ha terminado. Mejor ir tomando carrerilla que nos acerque al final del artículo. En cuanto abandonemos la edulcorada Pascua regresaremos a la tozuda realidad de bajar la dosis de azúcar. Pero mientras tanto, vivamos la pasión golosa en busca de un dulce destino.
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