Literatura
«No sabemos muchas veces si algo como el síndrome de Estocolmo se llega a entender»
–¿Cómo resume la escritora la obra de «Índigo»?
–Es una historia compleja de luces y sombras con un toque paranormal. Es el relato de un vampiro, pero no es una novela juvenil, es adulta. Trata de problemas y, como fondo, se encuentra el síndrome de Estocolmo. Es una chica que con cuatro años es secuestrada por el vampiro que asesina a su familia, este se la lleva con él y ella crece en este ambiente del secuestro. Crece en una vida normal porque ella va al colegio, pero siempre con el temor de que no puede escapar, por lo que tiene que seguir unas normas que él le pone. Crece con unos complejos y unos traumas psicológicos.
–¿Cómo surgió la idea de «Índigo»? ¿En qué te inspiraste?
–La primera idea que me surgió fue el síndrome de Estocolmo. Quería una historia centrada en ese aspecto ya que me parecía muy interesante. Luego tuve la casualidad de que buscaba darle a los vampiros una versión muy humanizada, no los quería con ultrapoderes y tan fantásticos. Al final, en realidad, lo que se trata también son personas que han sufrido una enfermedad. Además, me hablaron un poco del tema de los niños índigo, que son niños con grandes capacidades, una corriente de la «nueva era» que llaman. Es un poco esotérico, pero yo me quedé con la idea base del aura de estos niños, que dicen que es azulada y que destacan por ser muy inteligentes, por lo que dicen que va a ser una de las especies de la evolución humana. La saga se llama «Índigo» porque en realidad cuenta la historia de varios de ellos.
–¿Por qué crear un personaje bajo el síndrome de Estocolmo? ¿Te has documentado científicamente o has pedido asesoramiento de expertos para tratar con más profundidad y exactitud el tema?
–Leí bastante sobre el tema, pero no hablé con ningún experto. Me basé muchísimo en libros que leí sobre el tema. Yo leo mucho, mi casa parece una biblioteca. Cogí de fondo este síndrome y el trastorno de afefobia que ella también sufre, que es el terror a ser tocado. También cogí otros trastornos psicológicos y creé un personaje realmente traumatizado. El primer libro nos abre mucho el camino de la personalidad de ellos dos y de su relación. Y cómo es él, como secuestrador y vampiro, y el trato afectivo muy fuerte que tiene con ella. La trata muy bien, siempre la cuida y la protege. Además, ella va creciendo y se va dando cuenta de que, aunque realmente esté en peligro, él la cuida, hecho que actúa de contrapeso. A ella le choca el hecho de que él debería ser malo, es un asesino, debería de odiarlo, pero no puede porque en cierta manera la está tratando bien. Es algo que ocurre mucho en el síndrome de Estocolmo. La víctima y el propio secuestrador tienen un lazo afectivo que choca mucho e incluso no se entiende desde fuera. Me centré mucho en esos sentimientos para que se entendiera. No sabemos muchas veces si realmente algo como el síndrome de Estocolmo se llega a entender. Se conoce el concepto, pero no se analiza el por qué de la situación.
–¿Nos encontramos delante de una historia de buenos y malos, o una de aquellas en la que los buenos no son tan buenos y las malos no son tan malos?
–Aquí se pone al lector en la tesitura de que el mundo no es siempre como nos lo pintan o como lo vemos, no todo es luz u oscuridad, no todo es bueno o es malo, sino que hay matices de grises, y hemos de apreciarlos. El malo a veces no es tan malo. Hay veces que incluso en las noticias mediáticas dilapidamos a una persona antes de ser juzgada porque es lo que parece que la sociedad dice. El libro también es una introducción para el lector a que se replantee esto, si de verdad lo que juzgamos a veces es tan claro, o es que nosotros mismos por el concepto de sociedad lo tenemos tan aunado que al final decimos las cosas y no nos paramos a pensar si realmente es así o no.
–¿Por qué escribir la obra en primera persona? ¿Buscabas una posible cercanía del público al personaje o una posible identificación propia?
–Buscaba que ella pudiera expresar muy bien lo que sentía. Buscaba un acercamiento sobretodo con ella, con la protagonista, y poder ver desde sus ojos todo el mundo como ella lo ve. Al final opté por que los personajes que necesite destacar tengan su parte en la novela o a lo largo de la trilogía. La novela empieza con el diario de Dion, otro protagonista distinto, el primer índigo que existió, lo que nos remonta a la Barcelona del siglo XV. También hay versiones de otros índigos a lo largo de la historia, cortitos, porque al final la protagonista es Christine, pero me gusta hablar en primera persona para expresar muy bien lo que ella sentía en cada momento y lo que ella ve, que no quiere decir que sea la realidad.
–-¿Puede deducirse entonces que Christine es Índigo?
–Sí. Ella es raptada por ser quien es, pero a lo largo de la trilogía hay otros motivos. Aunque la realidad es que cuando él va a su casa, la rapta por ser quien es, por ser especial.
–¿Se puede dar un adelanto de que camino conducirá a los protagonistas de «Índigo» en «Cristal»?
–Índigo tiene un final sorprendente. Da un giro que poca gente ha intuido y que se queda muy preparado para una segunda parte. Van a aparecer personajes nuevos, que se están esperando porque se mencionan durante toda la primera parte pero no aparecen. Se va a profundizar mucho también en el pasado, en los primeros índigos y como se llegó a la situación actual. La relación sentimental entre ellos también llega a un punto mucho más serio y mucho más adulto, lo que aporta un nuevo conflicto para ella, cómo hacer frente a la afefobia. La evolución de ella va a ser constante, pero también se van a descubrir muchas más cosas de él.
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