Valencia

Padres & Hijos, vínculo gastrónomo en las venas

Hoy hay más que motivo para ideologizar los consejos gastrónomos paternos. Son eternos y perennes

Carlos Grau, un gastrónomo sin concesiones a la demagogia «gourmet» asegura que el intercambio de experiencias gastronómicas con su hija Yolanda le ha permitido ampliar su atlas gastronómico
Carlos Grau, un gastrónomo sin concesiones a la demagogia «gourmet» asegura que el intercambio de experiencias gastronómicas con su hija Yolanda le ha permitido ampliar su atlas gastronómicolarazon

Hoy hay más que motivo para ideologizar los consejos gastrónomos paternos. Son eternos y perennes

El Día del Padre sobrevuela en la memoria como un acontecimiento que abandera eternas sobremesas en forma de maridaje vital. Se convierte en un refugio para gastrónomos nostálgicos. El presente hostelero más inmediato, nos devuelve al pasado. La jornada nos garantiza el avistamiento de encuentros gastronómicos que acuden con notable celeridad a la deseada cita, comidas que siguen creciendo en cada nuevo recuerdo con inmarchitable poder de fascinación.

Hoy, hay más que motivo para ideologizar los consejos gastrónomos paternos recibidos. Son eternos y perennes. El escrutinio de las vivencias hosteleras en compañía de los padres es más que ilustrativo. La gastronomía guarda en ocasiones un espacio insospechado para las lecciones clarividentes. Quedan pocos rituales gastrónomos tan claros que logren hacer algo tan creíble como una comida familiar. Encuentros con genética «gourmet» donde sus consejos aceleran la solidez de los paladares. Resulta difícil controlar las emociones y dejar los sentimientos fuera cuando se escribe con esta coartada. Cómo transmitir la complicidad de una saga de gastrónomos que nos han trasladado los códigos hosteleros vitales. No es ningún secreto, movidos por un impulso dependiente que no sabemos descifrar, paladares inclasificables y gustos antagónicos, son capaces de ponerse de acuerdo por el bien de la familia. Cuando un gastrónomo pretende navegar en contra del viento de su intrahistoria culinaria familiar es su paladar el que corre el riesgo de naufragar en alguna tormenta gustativa.

Aunque el tiempo es el gran aliado del olvido un día como hoy recordamos que el pasado comensal está empedrado con las mejores vivencias familiares. Ahora, cuando las cosas se exageran, se exacerban, cuando no hay grados, ni matices, cuando se considera que todo es «gourmet», la experiencia gastrónoma es el don mejor repartido.

Los hábitos hosteleros traspasados de padres a hijos son de una recordación inexcusable. La nostalgia nos abre ventanas al pasado como destellos intensos en la memoria de nuestros paladares. Las experiencias vividas constituyen el manual de uso para cualquier sobremesa futura. El Día del Padre huimos de la caducidad de los recuerdos y de la austeridad de los sentimientos. Cuanto más tiempo pasa, más contemporáneos parecen sus consejos. El buen gusto en las venas. Predicadores inagotables de la ética comensal y hombres comprometidos con el buen gusto.

El recuerdo de los almuerzos, aperitivos y sobremesas vividos con la figura paterna forma una noria emocional. Historias de hoy y de antaño surgidas por la inmediatez de la celebración, donde los obligados títulos de crédito de este relato recogen el esfuerzo paterno. Rendir homenaje es una forma de gratitud. Y las deudas se pagan. Hay sobremesas que forman parte de nuestra vida desde siempre y a los que a veces no prestamos la suficiente atención. Fue en ese restaurante... te acuerdas.

Familia Grau, lazos «gourmet»

La hidra gastrónoma que nos ata a la enseñanza paterna es consustancial para formar la personalidad «gourmet». El carisma de la figura paterna es básica en el conocimiento hostelero de los jóvenes. Aunque la gastronomía evoluciona al ritmo vertiginoso que marcan las modas hosteleras, nos tranquiliza ver que la figura paterna sigue siendo un referente en el aprendizaje comensal. Algunos padres dejan volar el hilo de la cometa del paladar de sus hij@s sin perderla de vista. A diferencia del iluminado «gourmet» que dice una cosa y suele hacer la contraria, un gastrónomo real como Carlos Grau predica con el ejemplo. Esta semana, Carlos Grau, un gastrónomo sin concesiones a la demagogia «gourmet», nos trasladaba una confidencia en voz alta. El intercambio de experiencias gastronómicas con su hija Yolanda le ha permitido romper su resistencia inicial a ampliar su atlas culinario oriental. Todo ello con la hostelería como hilo conductor y los restaurantes favoritos como telón de fondo. El síntoma parece elocuente, un «influencer» gastronómico primigenio que acepta mojarse pisando charcos gustativos. Pero guarda firmemente un convencimiento, los padres tienen la potestad de educar conciencias culinarias y agitar futuras personalidades «gourmet».