Política
Seguidismo, jamás
Las consecuencias serán peores cuanta más repercusión tenga el asunto
Las consecuencias serán peores cuanta más repercusión tenga el asunto
«Actitud de quien sigue o acata directrices o comportamientos ajenos». Es el significado que la RAE da a la palabra «seguidismo». Por tanto, resulta certera aquella frase que un día leí a Alfonso Ussía atribuida a Winston Churchill: «El seguidismo es una de las primeras y más prohibidas actuaciones en política». Es razonable pensar en que la adhesión a las propuestas del enemigo solo puede traerte perjuicios. Lo normal es que te arrepientas de haberlo hecho.
Con tal premisa, se evidencia que las consecuencias serán peores cuanto más serio y más repercusión tenga el asunto. Lo peor para los intereses del que se ha visto influido, o mejor dicho, embaucado. Se entiende muy fácil: la oferta del enemigo ha de pensarse tres veces y, cuando hayas decidido, vuélvela a pensar hasta que la conclusión sea rechazarla.
Normalmente, la falta de reflexión y el temor desmedido suelen ser las razones para echarse en manos del seguidismo (podría haberlo dicho también el «sir» británico). Por contra, la imaginación y el sibilismo, en definitiva la inteligencia, podrían ser los mejores asesores en esas circunstancias.
Son precisamente aquellos que, en lugar de aceptar el seguidismo, inventan y encuentran argumentos para devolver hacia quien intenta seducirte la hoja de la daga con la que te quería matar. Porque esa es su impronta real.
Cada día podemos comprobar la existencia de unos y otro. Es curioso que son los segundos quienes más perduran y quienes reciben mayor reconocimiento. Si ello se convierte en votos, el objetivo verdadero se ha conseguido. Así es la vida.
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