Artistas
Carminho, cuando el fado es «cool»
Carminho está seria. Sube al escenario del Teatro Nuevo Apolo sin sonreír. Está allí para cantar un par de temas como parte de la promoción del Festival de Fado, que se celebrará este fin de semana y en el que participa junto a Mísia y Katia Guerreiro. Más tarde, a solas con ella, es fácil descubrir que su seriedad no es otra cosa que profesionalismo: no ha venido a hacer amigos ni a posar durante largos minutos para los fotógrafos –«Soy cantante, no modelo», afirma ante la insistencia de estos–, sino para hablar de su arte. Y una vez que empieza, no esconde la sonrisa.
«Estamos tan cerca que no es normal que seamos casi desconocidos», dice de la relación entre España y Portugal. «Aunque siempre hay cosas que nos aproximan y el Festival de Fado es una de ellas, porque te permite entrar en su cultura, comprender sus reglas y vislumbrar la magia detrás de las presentaciones», asegura. Ella, que creció en la casa de fados de su madre en Lisboa y en la adolescencia ya se subía a los escenarios, asegura que el género musical más conocido del país vecino «hizo renacer a Portugal» en los últimos años. Sin embargo, durante su infancia era considerado «música de abuelos». «Cuando yo tenía doce años a nadie le gustaba el fado, no era “cool”. Mis amigos me hacían bromas cuando lo cantaba. Después me di cuenta de que el fado siempre estuvo conmigo, que tenía que respetarlo. Empecé a interpretarlo aunque a mis amigos no les gustara. Fue un momento de transformación», explica.
En todo caso, tampoco se ha quedado encasillada en un sólo género, ya que su último álbum, por ejemplo, es de bossa nova, y no hay que olvidar su balada junto a Pablo Alborán. «Me siento libre de interpretar otros estilos. Y no estoy mezclando el fado, sino viajando por otros universos. El fado es mucho más grande que yo, es una expresión, una manera de vivir. Me gusta cantar otros géneros, pero, cuando canto fado, prefiero el tradicional», asegura. Y será ese estilo al que vuelva en su concierto de este domingo en el Nuevo Apolo, para el que traerá «esa energía de las casas de fado, la de las miradas del público, el acústico y la libertad».
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