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Diálogo de arte sacro pucelano en el Thysssen

La muestra, articulada bajo el título «Realidad y devoción. 10 obras del Museo Nacional de Escultura de Valladolid»

Las diez esculturas llegadas desde el Museo de Valladolid dialogan con otras tantas obras de los fondos del Thyssen-Bornemisza
Las diez esculturas llegadas desde el Museo de Valladolid dialogan con otras tantas obras de los fondos del Thyssen-Bornemiszalarazon

Una selección de diez obras procedentes del Museo Nacional de Escultura de Valladolid se expondrá en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza hasta el próximo 16 de junio.

Una selección de diez obras procedentes del Museo Nacional de Escultura de Valladolid se expondrá en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza hasta el próximo 16 de junio. La muestra, articulada bajo el título «Realidad y devoción. 10 obras del Museo Nacional de Escultura de Valladolid», pone en diálogo cada una de las esculturas visitantes con una selección de diez obras permanentes de la pinacoteca, en función de su temática o coincidencias temporales y siguiendo un itinerario que discurre por las salas de la segunda planta.

El conjunto de obras procedentes de Valladolid, en su mayoría de carácter religioso, está formado por ocho tallas en madera –seis de ellas, policromadas–: un «San Marcos», atribuido a Felipe Bigarny; una escultura anónima de «San Adrián», patrón de los carceleros y de origen neerlandés; «Santa Catalina de Alejandría», talla del círculo de Aniello Perrone y ejemplo de escultura religiosa barroca; «Sagrada Familia con San Juanito», talla atribuida a Gabriel Joly que pudo formar parte de un conjunto mayor; «Santa Ana, la Virgen y el Niño», procedente del taller de Limburgo, que se mide al tríptico del mismo tema de Hans Suess Kulmbach; «La Virgen y el Niño con santa Rosa de Viterbo», de Murillo; «Cabeza de un apóstol», de Pedro Roldán y una última talla de un «Demonio», de autor anónimo que sirve de contrapunto a «San Miguel expulsando a Lucifer», del taller de Rubens.

La obra en piedra caliza es un busto anónimo de Carlos V de joven, en diálogo a un retrato del emperador pintado por Lucas Cranach el Viejo.

Finalmente, la obra en peltre atribuida a Alonso Cano, «Niño Jesús», cierra los diálogos.