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«El Rafita», otra vez en libertad
Se presentó ayer en comisaría tras haber sido arrestada toda su familia en una operación contra el robo de coches. Salió de prisión hace dos meses y ya había vuelto al «negocio familiar»
Rafael García Fernández, «El Rafita», condenado por el asesinato de Sandra Palo y detenido junto a otras 30 personas en una macrooperación contra el robo de vehículos, despiece y venta de sus piezas, ha quedado en libertad una hora después.
Se llegó a cambiar el orden de los apellidos para tratar de romper, supuestamente, con su pasado. Empezar de cero y olvidar lo que le hizo tristemente famoso. Pero poco o nada ha cambiado. Rafael García Fernández, «El Rafita», condenado por la brutal violación y asesinato de Sandra Palo en 2003, ha seguido haciendo lo único que sabe hacer: delinquir. Ahora tiene 29 años, hacía apenas dos meses que acababa de salir de la cárcel y, como ha hecho toda la vida, se reincorporó de inmediato a su «puesto de trabajo» en el negocio familiar: robo de vehículos para desguazarlos y revender sus piezas. Este clan de mercheros lo lleva haciendo más de 15 años y algunas parcelas del final del sector VI de la Cañada Real siguen siendo residencia familiar y taller clandestino. Ahora, en una macrooperación de la Policía Nacional, enmarcada dentro del plan Wagen contra el robo de vehículos, los agentes han desmantelado a las dos mayores organizaciones criminales dedicadas a estos menesteres. Una de ellas era la familia del famoso delincuente; la otra, más profesional, contaba con ramificaciones internacionales y con sofisticados sistemas informáticos de vigilancia. En total, los agentes de la Brigada Provincial de Seguridad Ciudadana han detenido a 42 personas (con más de un centenar de antecedentes, entre todos ya que alguno solo ya suma 40) y han logrado esclarecer más de 130 hechos delictivos, aunque en la rueda de prensa ofrecida ayer por los responsables de la operación, reconocían que les llevará más de medio año identificar «la ingente cantidad de piezas» de vehículos robados. Y es que se están analizando más de 80 motores y centralitas para comprobar su procedencia. Los agentes también han logrado cerrar tres cuentas con ingresos de 120.000 euros en los últimos tres meses, lo que daba buena cuenta del capital que manejaban.
De la primera organización, la de la familia de «El Rafita», están detenidos sus hermanos Eduardo, Daniel y Ricardo (también multirreincidentes). Esta fase de detenciones de la operación se produjo el pasado 13 de febrero pero «El Rafita» no cayó entonces. Seguramente aconsejado por su abogado, se presentó de forma voluntaria la misma mañana de ayer en dependencias policiales. Los agentes de la comisaría de Villa de Vallecas le tomaron declaración durante aproximadamente una hora y decidieron dejarle en libertad a la espera de su citación judicial. Al parecer, en esta ocasión «sólo» había transportado algunas piezas robadas en su coche pero sus hermanos sí tenían papeles importantes dentro de la organización. Solían robar vehículos a la carta, en ocasiones por encargo de algunos talleres (se están investigando a tres) y hubo alguna vez que sustraían los coches para conseguir sólo una pieza. Los chasis, como han hecho toda la vida, los quemaban en los descampados de los alrededores y luego los cortaban y trasladaban a varias chatarrerías, que hacían de receptadores. Así eliminaban todos los elementos identificativos del vehículo. Algunos miembros de este grupo eran capaces de despiezar íntegramente un coche en menos de dos horas. Tampoco dejaban al descuido su seguridad: entre las armas incautadas había seis armas de fuego, catanas y machetes. Además de varios robos en Madrid, esta banda es autora de dos robos en la provincia de Toledo, uno de perfumes valorados en 90.000 euros, pero se encontraron con ellos de casualidad, ya que sólo iban a por una pieza del vehículo. Para desmantelar esta organización han contado con la Policía Municipal de Madrid.
Fue a mediados del año pasado cuando los agentes supieron de la existencia de estos grupos delincuenciales. El segundo, mucho más profesional que el clan de la Cañada, estaba formado por polacos. Tenían contactos internacionales y utilizaban a dos miembros de la organización para enviar algunas piezas a su país de origen y a Portugal. Los encargados de robar los vehículos tenían grandes conocimientos en informática, según los investigadores. Otros, los utilizaban para reparar vehículos particulares a un precio mucho más bajo que en un taller normal. En esta ocasión, el despiece de los coches no se llevaba a cabo en la Cañada Real sino en una nave industrial de Fuenlabrada. Allí contaban con un sofisticado sistema camuflado de vigilancia desde donde observaban continuamente la calle para detectar la posible presencia policial. Los investigadores destacan la colaboración de las autoridades polacas para llevar a cabo la identificación de todos los miembros de la banda. Hasta contaban con testaferros que ponían a su nombre los vehículos y domicilios de los cabecillas para dificultar su localización. Entre lo incautado en la treintena de registros practicados a este último grupo destaca la intervención de una máquina troqueladora para fabricar matrículas valorada en más de 20.000 euros. Esta intervención se ha saldado con trece detenidos: nueve polacos, dos rumanos y dos españoles.
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