El «cardenal Richelieu» tiene despacho junto a Carmena en el Palacio de Cibeles

El extenso currículum de Luis Cueto y sus largos años de servicio al ciudadano en la Administración Pública hace tiempo que quedaron empañados por la sombra del nepotismo que, desde su nombramiento, planea sobre él. No importa que en anteriores legislaturas hubiese sido designado como cargo de confianza por otros partidos, porque es el sobrino político de la alcaldesa, Manuela Carmena. Aunque su nombramiento cumpliese la normativa municipal –que impide que una secretaria tenga lazos de sangre con los concejales pero no que el alto cargo para el que trabaje tenga parentesco con el mismo edil–, la sucesiva elección de familiares y amigos para puestos en la administración local desluce el que para muchos, incluidos miembros de la oposición, es el fichaje estrella de la regidora.

Carmena tiene en él uno de los apoyos más importantes frente a su ingorbernable equipo de concejales, cada uno fiel a sus propias siglas, que de pronto se enfrentan por una operación urbanística y ahora se unen en bloque para defender la condena ante la Justicia de una de ellos. A Cueto le reservó la Coordinación General de la Alcaldía para capitanear su gabinete. También las secretarías generales de Fondos Europeos –los imprescindibles FEDER– y Cooperación Internacional al Desarrollo, Relaciones Institucionales y Estrategia Internacional, Alianzas y Redes.

Por si esto fuese poco, le puso al frente de Ifema –sin sueldo, eso sí–, una de las instituciones más importantes y cuya gestión comparte con la Comunidad de Madrid. Y, ahora, delega en él uno de los capítulos más espinosos a los que se ha enfrentado la regidora, porque al margen de los desaciertos con la programación de Navidad o del Carnaval, la aplicación de Memoria Histórica ha expuesto como nadie el revanchismo e inexperiencia de sus ediles. Dejar en manos de Cueto la aplicación de esta ley es la forma de Carmena de ocuparse personalmente del asunto, porque juntos forman un tándem imparable, como Luis XIII y el cardenal Richelieu.