Madrid

El kilómetro cero de la falsificación

Los manteros han duplicado su presencia en la Puerta del Sol pero la Policía Municipal ha reducido un 30 por ciento las actas de denuncia levantadas

Cada vez más vendedores del «top-manta» campan a sus anchas por las calles de Centro y también en las zonas comerciales de Usera, Latina, Carabanchel, Vallecas y Arganzuela
Cada vez más vendedores del «top-manta» campan a sus anchas por las calles de Centro y también en las zonas comerciales de Usera, Latina, Carabanchel, Vallecas y Arganzuelalarazon

Los manteros han duplicado su presencia en la Puerta del Sol pero la Policía Municipal ha reducido un 30 por ciento las actas de denuncia levantadas

Estos días hace un año que Mamadou cambió la península de Cabo Verde por la Ibérica. A pesar de que a sus 21 años ya se ha visto abocado a andar por mil vericuetos más que el cliente que tiene enfrente –que le dobla la edad y al que ofrece un espejo para que vea cómo le quedan unas gafas de sol Gucci falsas–, este senegalés, que nació en un pueblito cerca de Dakar, confiesa que Madrid al principio le abrumó. Ahora, ya está acostumbrado hasta a cruzar la Gran esquivando coches con un hatillo al hombro y con la Policía detrás.

Mamadou se pone habitualmente en Gran Vía, 29, justo enfrente de la tienda oficial del Real Madrid, y es uno de los cientos de vendedores ambulantes ilegales –popularmente conocidos como manteros– que en los últimos meses ha llegado a la capital. El último eslabón de una mafia que mueve millones de euros al año desde que se fabrica el producto, generalmente en China, hasta el polígono de Cobocalleja de Fuenlabrada, donde la mayoría de los proveedores de los manteros compran al por mayor para revenderlos en pisos francos de Lavapiés, donde se abastecen estos jóvenes subsaharianos.

Si bien la presencia de manteros en el centro de Madrid no es nueva, en el último año prácticamente se ha multiplicado por dos, para impotencia de comerciantes de la zona y de las grandes firmas –cuyos productos imitan–, que ven como el delito contra la propiedad industrial en el que incurren estos hombres se vulnera sistemáticamente sin aparente remedio. ¿Por qué? Un agente de la Policía Municipal de Madrid resume lo evidente: «Somos menos agentes, quieren que nos dediquemos a otros menesteres y eso se traduce en un mensaje clarísimo para ellos: podéis vender. El efecto llamada existe y se ha demostrado este año. A lo peor, si le pillan, todo quedara en una multa en función del material incautado (el delito varia si son productos falsos o es, por ejemplo, una simple pashmina sin marca), que no pagará por ser insolvente. La pérdida del material incautado la asumirá el grupo, al igual que son ellos quienes le proporcionaran nuevo material. Comparten pérdidas y ganancias».

Y es que en noviembre el concejal de Salud, Seguridad y Emergencias, Javier Barbero, decidió eliminar el Grupo de Respuesta Zonal (GAZ) de la Policía Municipal, que se dedicaba a perseguir la venta ambulante ilegal.

Pese a la desaparición del GAZ, que también se ocupaba de otros menesteres, sí se han mantenido los servicios extraordinarios por horas para luchar contra este problema, especialmente en Centro, donde se concentra el grueso de los manteros. Eso sí, si antes estos servicios se cubrían con seis agentes entre semana y diez el fin de semana, ahora son cuatro y diez, respectivamente, según fuentes policiales.

La retirada de esta unidad, unido al descenso paulatino de la plantilla de la Policía Municipal de Madrid se traduce en que la lucha contra los manteros se ha relajado hasta puntos críticos porque las Unidades de Distrito están bajo mínimos. Aunque según un alto mando policial, el principal motivo por el que apenas se levantan actas es la política aplicada por el gobierno de Ahora Madrid. «Tiene que existir voluntad política para acabar con este problema y es evidente que este gobierno no se va a poner a multar a los que venden en la calle. Nos llamó la atención que en el Plan Director de la Policía, que tanto se supone que cuida los derechos de los más vulnerables, no abordaran este problema o, ya que hacen bandera de lo social, que ayuden a esta gente desde otro área porque de algo tendrán que vivir», apunta.

Y es que aunque parezca contradictorio, mientras la presencia de estos vendedores se ha duplicado, las denuncias por venta ambulante ilegal en Madrid han bajado un 30% con respecto al año anterior y casi un 70% en comparación con datos de hace una década. Según las cifras proporcionadas por el Ayuntamiento de Madrid, en los seis primeros meses del año pasado se levantaron 5.048 actas por este motivo mientras que en el mismo periodo de 2016 van 3.588, es decir un 30% menos.

Si cuando comenzó el fenómeno manta en nuestro país lo hizo con la venta de CD y DVD (delitos contra la propiedad intelectual), las descargas particulares llevaron a estas mafias a reinventarse y se pasaron a las falsificaciones (delito contra la propiedad industrial), un problema a gran escala contra el que luchan en Madrid desde el Grupo 23 de la Brigada Judicial de la Policía Nacional, quienes hacen grandes operaciones para acabar con estas mafias. «El problema no es el mantero sino las mafias de la falsificación», sostiene un agente.

Unas organizaciones criminales que utilizan trucos para que, en caso de que la Policía logre una autorización judicial de entrada a un piso franco, el daño sea menor. Así, por ejemplo, tienen bolsos por un lado y las chapitas de la marca en otro piso. Cosen o pegan la chapa al bolso justo antes de venderlo para que, en caso de que les pillen, no puedan demostrar que se trata de un bolso falsificado porque no lleva marca. Ahora los productos estrella de los manteros son gafas de sol, gorras, zapatillas de deporte, camisetas de equipos de fútbol o de la Selección española de fútbol y bolsos que imitan a Louis Vuitton, Bimba y Lola o Carolina Herrera. Un bolso de estos puede salir por 20 euros al consumidor, y ellos le sacan 10 o 5 euros de ganancia a la pieza.

En el caso de que la Policía Municipal les pille, llevan 200 o 300 euros en productos. Entonces, el individuo es identificado, filiado y se abre una diligencia para imputarle un delito leve contra la propiedad industrial o una infracción administrativa por la ordenanza municipal que prohibe vender en vía pública sin autorización. Si el individuo tiene papeles y domicilio «oficial» le llegará la notificación y, en el caso de ser un delito, cuando salga el juicio todo quedará en una multa de apenas 100 euros porque, según fuentes de la judicatura, los jueces han dejado de condenarles. «No van a condenar a la parte más débil de la organización y las grandes firmas ya ni se presentan como acusación particular. Es el pez que se muerde la cola porque la Policía dice que al no haber denuncia es mas difícil actuar», afirman.

Grupos violentos

Los agentes también se incautan del hatillo con los productos. En alguna ocasión ha ocurrido que un grupo de cinco o seis manteros han esperado a la patrulla para hacerles una emboscada y recuperar el material. Y es que la violencia que algunos de estos grupos ejercen ha supuesto un problema para la Policía. «Trabajan de forma organizada y con medios sofisticados. Tienen ‘‘walkies’’ y móviles por los que los encargados de dar el “agua” avisan cuando detectan presencia policial y pueden llegar a ser muy violentos», recalca un policía. De hecho, el año pasado los agentes ya denunciaron la llegada de nuevos grupos que no dudan en enfrentarse a la Policía cuando éstos les requieren la documentación. Además, se saben los cambios de turno de la Policía y coinciden con sus franjas horarias de mayores ventas.

Quienes pagan el pato de este problema, observándolo sólo desde su vertiente económica, son los comerciantes. Desde Apreca, la asociación de comerciantes de Preciados y el Carmen, se quejan de la «competencia desleal», la «inseguridad que generan en la zona» y lo peligroso que puede llegar a ser su ubicación. «Se ponen en la confluencia de calles muy concurridas. Si pasara algo grave, las vías de evacuación se ven obstaculizadas con mantas y bolsos con los que la gente puede tropezar», sostiene el gerente, José Luis de Lucio.