Huelga de taxis

«Finales de julio y nos dejan en la estacada»

Algunos turistas confusos persiguieron ayer a los taxistas de Barajas. La mayoría se mostró tolerante

Filas de taxis estacionados en estación de tren de Atocha, en Madrid. EFE/Emilio Naranjo
Filas de taxis estacionados en estación de tren de Atocha, en Madrid. EFE/Emilio Naranjolarazon

Algunos turistas confusos persiguieron ayer a los taxistas de Barajas. La mayoría se mostró tolerante

En Barajas, el rosario de reacciones comprende desde el entendimiento hasta el mayor de los enfados. «Finales de julio, en plena temporada alta y los taxistas nos dejan en la estacada», protesta Almudena, una joven que viene desde Ibiza para pasar unos días con la familia. Deyanira acudió ayer a Madrid por placer, como Paul. Jian, por su parte, aterrizó aquí por trabajo. Los turistas son las principales víctimas de una huelga que mantendrán los taxistas madrileños de manera indefinida.

Deyanira procede de Miami (EE UU) y viaja con dos amigas. Al principio esperaron movimiento por parte alguno de los automóviles blancos allí aparacados pero, al ver que no se movían, persiguieron a varios taxistas por la terminal. Ningún integrante del gremio accedió a llevarlas. «Vamos a alquilar un coche con chófer. Nos saldrá carísimo, pero hemos venido a pasarla bien». Deyanira confía en que no haya más obstáculos entre su grupo, el céntrico hotel que han reservado y toda la diversión que pueda ofrecerles la capital. Hacia el final de la conversación, se muestran comprensivas con los taxistas. «La situación está buena en Madrid, pero en muchos estados de EE UU también sucedió lo mismo, aunque no lo viví», reconoce.

Jian está más familiarizado con la situación, aunque sea algo diferente. El Cabify chino se llama «Didi Chuxing» y su competidor directo no es otro que Uber. «Esta era la primera vez que iba a coger este tipo de servicio», pero se ha echado para atrás. Ante el «caos» que vislumbra no cree que ningún conductor VTC vaya a presentarse allí por sobrecarga del servicio y tampoco le parece seguro entre tantos taxistas. «El metro está muy lleno», constata, pero continúa evaluando esa posibilidad: «Hay que comprar una tarjeta...». De hecho, decenas de personas se agolpan en los dispositivos ubicados en la T1 (Planta 0, junto al puesto de información de Aena) y T4 (Planta 0, zona de recogida de equipajes junto al puesto de información turística). Todos quieren adquirir cuanto antes su Tarjeta de Transporte Público Turística y pasar este mal trago.

Fuera, el termómetro del teléfono móvil marca 34 grados. Paul está al frente de un grupo familiar de cinco personas, entre los que hay tres niños. De lo que más se quejan los pequeños es del «calor asfixiante». Paul, de haber gastado «mucho dinero para disfrutar de España» y que todo sea «a mess» («un desastre»). No obstante, se muestra tolerante ante el problema de los taxistas, «tienen que defenderse, como el sector hotelero ante Airbnb y otras platadormas». Al final, ninguno de ellos se posicina de un lado o de otro, pero todos se lamentan de que sus vacaciones hayan comenzado con el pie izquierdo.