Conciertos
Harry Styles, en la buena dirección
Harry Styles (“Live on Tour”).
31-III-2018. Madrid, Wizink Center. Entradas agotadas.
Después de empezar hasta dos veces en falso debido a problemas técnicos con la pantalla que debía dejar a Harry Styles frente a su público, a la tercera fue la vencida. Visto en perspectiva, casi sirvió de ensayo general para poner a prueba el clamor, los gritos, la locura desatada luego con cada uno de sus movimientos: una sonrisa, un baile, una carrerita por el escenario, un leve gesto de ensimismamiento... Mientras el público -con mayoría de chicas adolescentes- cumplía con su parte, el músico británico respondía regalando los oídos del personal («los amo con todo mi corazón», repitió incansable), a la vez que se metía de lleno en el papel de entretenedor, jugando con los falsos cumpleaños de las chicas que exhibían sus carteles de pega en las primeras filas. Hasta aquí, todo lo que cabía esperar del más prometedor de los ex One Direction, que rescató para la ocasión tres temas de la desaparecida «boy band» («Stockholm syndrome», «If I could fly» y la coreadísima «What makes you beautiful»), además de «Just a little bit of your heart», el éxito que compuso para Ariana Grande y que en su voz también funcionó de manera extraordinaria. Y es aquí donde aparece una cierta contradicción entre ese pasado reciente, ligado al histerismo colectivo del fenómeno fan, y la realidad de un presente en donde los hits de consumo rápido han dado paso a unas canciones construidas con elegancia, con predominancia de los medios tiempos y sorpresas como «Sign of the times», en donde el eco de los 70 se hace especialmente notorio, evocando por momentos a David Bowie. Después, no faltó su ya habitual versión del «The Chain» de Fleetwood Mac, otro corte setentero que se ajusta como anillo al dedo a su cálida voz.
Conviene no venirse arriba demasiado pronto y guardar todas las distancias posibles, pero no deja de sorprender lo poco que tiene que ver este Harry Styles con lo que había mostrado no hace tanto en One Direction, empezando con buen pie una carrera en solitario en la que su margen de crecimiento todavía es notable. Porque también hubo momentos sin demasiada chicha y sobre todo con una falta de frescura que dejó a medias momentos como «Sweet creature» o, en el primer tramo del concierto, la muy folkie «Ever since New York», que solo remontó al final. Ni siquiera «Medicine», aspirante a convertirse en himno LGTB de estos meses, logró sonar con el empuje que debería. Hubo agitación de banderas arcoíris entre el público, pero sin el entusiasmo que se podría esperar, como si al de Cheshire le costase soltarse la melena definitivamente. Apenas lo hizo en los últimos minutos de su actuación, con una enérgica «Kiwi» en la que las buenas maneras se adornaron también con un poco de músculo, al tiempo que se despedía insistiendo en todo lo que nos quería. Eso quedó meridianamente claro; que el amor sea recíproco y para siempre es algo que ya iremos comprobando.
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