Ayuntamiento de Madrid
La otra ruina de Martínez Campos
Más de una decena de locales situados en las inmediaciones del edificio derrumbado comienzan a organizarse para reclamar sus pérdidas económicas
Más de una decena de locales situados en las inmediaciones del edificio derrumbado comienzan a organizarse para reclamar sus pérdidas económicas
Santiago recuerda perfectamente la llamada de su hermano el sábado, pasadas las once de la noche. «Yo no estaba en el local y no habría más de 40 o 50 personas, pero escucharon y notaron el derrumbe y, enseguida, llamaron a los bomberos», explica Santiago Reigada, uno de los socios de la sala Caravan, justo el colindante con el edificio que se derrumbó el martes 22, hace dos semanas. Su local está precintado y, desde que dieron el aviso del nuevo derrumbe, ya les han advertido de que no van a poder regresar, «al menos hasta el próximo mes de julio, ya que nos han dicho que la demolición durará, como poco, un mes», sostiene con pesar. Y es que sabe que el dinero perdido y el que va a seguir perdiendo durante los próximos días no lo va a volver a recuperar, «no por el momento». En su cabeza ya hace cálculos: «Sólo de alquiler pagamos 8.000 euros cada mes, si a eso le sumas el sueldo de los 12 trabajadores, ¿te salen las cuentas?». Lanza la pregunta sabiendo que la respuesta es negativa. «No hay por dónde cogerlo», insiste. «Estamos valorando darles vacaciones durante este mes a los empleados. Por ahora, es la única solución que se nos ocurre». Porque a estos gastos hay que sumar los cortes de luz constantes que sufren los edificios colindantes. Es más, para que el número 19 pueda abastecerse, los operarios han tenido que pasar cables a través del número 62 de Viriato –el inmueble justo detrás y también afectado– para que llegue la energía a todos los vecinos.
Tras los tres días que permanecieron desalojados muchas familias de los edificios colindantes, «todo recuperó la normalidad y, tras dar con el segundo fallecido, a la casa no volvió a entrar nadie, hasta el nuevo derrumbe del sábado», explica el portero de Viriato 62. Y, «mientras la concejala y miembros del Ayuntamiento se han preocupado por el bienestar de los vecinos de Martínez Campos, por aquí no ha pasado nadie», asegura. De este bloque se han tenido que ir unas 13 personas, «sin contar con los trabajadores de la gestoría y las chicas del negocio de estética. Ninguno ha podido volver a trabajar», detalla el portero que lleva más de 24 años en la finca. «Las chicas se iban a mudar en una semana a otro bloque un poco más arriba. Han tenido mala suerte, pero los del registro lo tienen peor porque tienen un montón de expedientes dentro a los que tienen que dar salida». Estos últimos, por lo menos, pudieron entrar para recoger lo más urgente y ahora sólo les queda esperar a ver cómo evoluciona.
Además de estos afectados, lo que peor llevan los vecinos es la angustia con la que viven ahora. «Muchos tienen pesadillas, sueñan que se va a volver a caer. Es normal», dice este conserje. Su compañero de oficio, del 19 de Martínez Campos, también está preocupado: «Con los últimos derrumbes hemos visto que ha afectado a una de las paredes de nuestro edificio, tiene algunos agujeros», indica. No saben muy bien cómo ha ocurrido, «lo más probable es que el peso de las vigas del 17 haya ocasionado los desperfectos», supone Gabriel, este portero que, por suerte, no ha tenido que abandonar su vivienda. Sólo ha afectado a los que viven en las casas del muro colindante al edificio derruido. «Creemos que la caída se ha debido de ampliar unos tres metros hacia la fachada». Y es que los técnicos temen que ésta también esté afectada, ya que la consideran inestable.
En el 21 del mismo paseo también se han tenido que ir muchos de los vecinos, «alrededor de 25», recuenta uno de los cuatro conserjes que trabaja ahí. «Y en la notaría tampoco han podido trabajar», añade. A este número sí que acudieron el domingo tanto miembros del consistorio como del Samur social «para ofrecerles alojamientos, hoteles o algún apartamento», añade.
Ayer se reunieron a última hora de la tarde los vecinos con la Junta de Gobierno del distrito de Chamberí. Tras estas tres semanas nadie les ha explicado a dónde deben acudir y cómo pueden solicitar las indemnizaciones pertinentes. No saben si es la aseguradora del edificio, o si deben interponer una denuncia individual cada vecino y, ¿contra quién? Ésa es la gran pregunta. El socio de Caravan ya se ha puesto en contacto con abogados para determinar qué acciones deben tomar, «sé que vamos a interponer una denuncia, pero todavía no hemos determinado cómo hacerlo», sostiene. Y no es el único. Entre 12 y 15 negocios de las dos principales calles afectadas ya se están reuniendo para crear una plataforma conjunta y, así, poder velar mejor por sus intereses. Uno de ellos es el dueño del Bar La Escalera. «Están creando un grupo de afectados, para así poder compartir abogado», argumenta uno de los trabajadores del bar. Y da sus motivos: «Sólo con los cuatro días que tuvimos las vallas de seguridad puestas, perdimos un montón de dinero». Y aporta un ejemplo: «El derrumbe fue el martes por la tarde, así que por la mañana pudimos trabajar bien. Sin embargo, el miércoles estaba prohibido pasar por aquí. Sólo entraban municipales, bomberos o periodistas. En la caja no entraron más de 100 euros». Una ruina si se tiene en cuenta los gastos de agua, luz y empleados. Por eso quieren reclamar conjuntamente todas estas pérdidas. Son, al fin y al cabo, los efectos colaterales del derrumbe.
El segundo desalojo de la señora Florez
Si hace unas semanas veíamos cómo uno de los agentes de Policía sacaba en brazos a una anciana tras el desplome de gran parte del edificio, la escena, de otro modo, se ha vuelto a repetir. Y es que la señora Florez vive en el 19, el edifico colindante. Tiene 95 años y la asiste una mujer 24 horas. Cuando ya había recuperado su normalidad la han vuelto a desalojar. Sus nieta la ha ayudado a recoger sus cosas
Zonas conflictivas
Las zonas a las que afecta la declaración de ruina son:
Las tres últimas crujías de la finca hacia el norte que incluye un transformador.
La fachada con la calle de Viriato (parcialmente demolida en su última planta por la intervención de los bomberos)
La medianera con el número 62 de la calle de Viriato, que quedó en equilibrio inestable tras el colapso de la estructura colindante.
La esquina noroeste del patio protegido. Dicha zona tiene forma de «L» en planta y comprende el área colapsada, la fachada a la calle de Viriato y la línea que forma la caja de escalera de servicio y el muro sur del patio simétrico al colapsado.
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