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Las graves secuelas de las 14 alumnas del profesor de piano
Comienza el juicio contra Andrés Díez por los supuestos abusos a varias menores. La mayoría «no lo ha superado y está en tratamiento psicológico», dice la acusación
Eran menores cuando sucedieron los hechos. Hoy, tras la mayoría de edad, las heridas aún no han cicatrizado. Un total de 14 jóvenes declararán a lo largo de las 13 sesiones que comienzan hoy en la sección 23 de la Audiencia Provincial de Madrid.
Eran menores cuando sucedieron los hechos. Hoy, tras la mayoría de edad, las heridas aún no han cicatrizado. Un total de 14 jóvenes declararán a lo largo de las 13 sesiones que comienzan hoy en la sección 23 de la Audiencia Provincial de Madrid. Sobre la mesa, los presuntos abusos sexuales cometidos por su profesor, Andrés Díez, durante toda una década: entre 2004 y 2014. La mayoría de ellos en su academia de música, Melodía Siglo XXI, y otros en el colegio Valdeluz, donde el acusado impartía clases de Ética, Música y Religión. La Fiscalía y las acusaciones piden para él 69 años de prisión.
A medida que se ha ido acercando la fecha del juicio, la inquietud se ha ido adueñando de las jóvenes. «Están nerviosas, quieren olvidarse de esto», afirma a LA RAZÓN Susana Adrián, letrada que, junto a Paloma Gutiérrez, representa a ocho de las presuntas víctimas. «No lo han superado. Siguen muy afectadas, al menos las que represento. La mayoría de ellas está en terapia, siguiendo un tratamiento psicológico», añade. De hecho, y con el objetivo de preservar la intimidad de las denunciantes, las sesiones se celebrarán a puerta cerrada. Un punto que propuso la Fiscalía y en el que estaban de acuerdo tanto las abogadas de la defensa como de la acusación. Adrián explica que, «en principio, se ha acordado que declaren protegidas por un biombo. Ahora estamos discutiendo si algunas de ellas pueden hacerlo también a través de videoconferencia. Lo propuso la Fiscalía y nosotros lo hemos apoyado, pero ha sido recurrido por la defensa», explica la abogada.
Las declaraciones de las jóvenes serán clave en el proceso. «Si bien algunas de las niñas ya se conocían entre sí, otras jamás habían tenido contacto. Y todas las versiones son muy coincidentes en el modus operandi. Son declaraciones muy verosímiles», asegura Sanz. Además, se verán reforzadas por la denuncia de una mujer ante un organismo público, por los presuntos abusos que sufrió por parte del acusado años antes incluso de que éste formara parte de la plantilla del colegio. «Con anterioridad, ya se habían dado una serie de circunstancias que apoyan estas declaraciones», apunta la abogada. Del mismo modo, la acusación espera que se ratifiquen los informes periciales, así como las pruebas testificales de los profesores y padres de la niñas que declararon durante la fase de instrucción, que vendrían a demostrar que las experiencias que narraron las jóvenes son compatibles con un episodio de abuso sexual.
Desde 1999, Díez ejercía de profesor en este colegio del Barrio del Pilar. Además, tenía una academia de música, de carácter privado, anexa al centro, donde daba clases particulares de piano a varias de sus alumnas del colegio. Según el relato del fiscal, «aprovechando su superior situación de docente sobre las menores» y, sobre todo, el ambiente de privacidad de las clases individuales, habría desplegado conductas que, «progresivamente», pasaron de abrazos y besos en la mejilla y en la boca, a caricias «por la zona de los muslos y en la espalda», hasta «llegar a tocamientos de los senos, los glúteos y la zona vaginal», tanto por encima como por debajo de la ropa. Siempre «con la intención de satisfacer su deseo sexual». En al menos uno de los casos se habría dado un «abuso sexual agravado», como explica Sanz, ya que, según su relato, «se produjo introducción de dedos y objetos».
Previsiblemente, Díez negará hoy todas las acusaciones y afirmará que desconoce los motivos por los que 14 alumnas se han puesto de acuerdo para denunciarle, ya que el trato con ellas siempre fue «cordial» y «correcto». Durante la instrucción del caso se presentaron como prueba las conversaciones de WhatsApp que mantuvo con sus alumnas durante los últimos años: preguntas por fechas de exámenes, felicitaciones de cumpleaños y de Navidades... charlas dentro de una «total normalidad», como señaló entonces su defensa. Mientras, la acusación, afirmó que si las jóvenes tardaron hasta diez años en denunciar los hechos, se debió precisamente a la buena relación que mantenían con Díez.
Con todo, algunas acabaron diciendo a sus progenitores que «ya no querían ir más a clase». «Me tocaba. Me ponía la mano en la pierna», declaró entonces una alumna. «Me cogía de la mano y me la ponía en sus partes», afirmó otra. Una de las jóvenes, hoy de 25 años, aseguró durante la fase de instrucción que comenzó a sufrir los abusos cuando tenía 17 años. Otro de los casos se produjo cuando una de las menores tenía 11 años. La mayoría de los abusos se habría dado en la Academia, concretamente sobre las 15:00 horas, cuando no había nadie en el edificio, aunque varios testimonios apuntaron también a que estos episodios se produjeron en despachos del colegio, durante el recreo o durante fiestas escolares. Las pesquisas policiales también alcanzaron al chalé que el profesor compartía con su mujer. Allí, Díez, que tenía domiciliada en su casa la razón social de la academia, organizaba fiestas de fin de curso y daba clases a sus alumnas de coros musicales. Sin embargo, los vecinos afirmaron que se trataba de celebraciones «familiares», a las que las jóvenes acudían en compañía de sus padres.
A su favor, el profesor tuvo el testimonio de una joven, entonces de 14 años y alumna de su academia, que aseguró que jamás había sufrido ningún acoso por parte del docente, que sólo la había tocado como «colega» y que se sintió «presionada» durante su declaración ante la Policía. También salió en su defensa su hija. Afirmó que, entre el colegio de Valdeluz y su academia, pudo atender a 400 o 500 alumnas cada año y que jamás había tenido ningún problema. «Se le ha juzgado desde el principio. Nos han destrozado la vida», dijo la mujer.
Si bien el profesor afirmó desconocer los motivos de sus alumnos para denunciarle, sí que especuló con la posibilidad de que todo pudiera deberse a una suerte de «venganza» hacia su mujer, directora de su academia que regentaba, ya que tenía fama de ser «muy dura».
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