Ahora Madrid

«Las grietas van a peor. No creo que el edificio aguante»

Si la zona que rodea a la grieta se ha oscurecido o si ha adquirido un tono amarillento, entonces nos estaremos enfrentando a una filtración de agua | Fotografía de archivo
Si la zona que rodea a la grieta se ha oscurecido o si ha adquirido un tono amarillento, entonces nos estaremos enfrentando a una filtración de agua | Fotografía de archivolarazon

Los vecinos del edificio anexo al que se derrumbó en Carabanchel denuncian fisuras en sus pisos y que el consistorio no ha cumplido sus compromisos.

Viven en el edificio contiguo al que se derrumbó el pasado mes de agosto en Carabanchel. Cada día ven cómo las grietas que recorren algunas de las paredes de sus viviendas crecen y, aunque los arquitectos subrayan que el riesgo es cero, el temor se ha instalado entre alguno de ellos, quizá porque todavía tienen muy presente el día en el que veinte familias del barrio se quedaron sin casa de la noche a la mañana. «Yo aquí no puedo vivir así», cuenta Pilar Mota, una mujer de 75 años a la que los ruidos en su casa, el agua que se filtra en los días de lluvia y las incesantes grietas que recorren las paredes no la dejan conciliar el sueño por las noches. «No duermo nada, estoy a base de tilas y aún así no cojo el sueño».

Pilar es una de los cinco vecinos que residen en el edificio colindante al que se desplomó –en el número 5 de la calle Duquesa de Tamames– este verano. Los problemas de las grietas en su inmueble, y en otros muchos del barrio de Buenavista, siguen siendo motivo de preocupación.

A pesar de que los bomberos desalojaran la zona antes del desplome y aseguraran que los habitantes del barrio no se verían afectados indirectamente, los vecinos de la vivienda colindante al edificio desplomado no han parado de tener problemas desde el verano.

Debido a las obras de desescombro y apuntalamiento, los vecinos del número 7 de esta calle se vieron obligados a marcharse durante una semana. Sin embargo, según denuncian, el Ayuntamiento no se encargó de sufragar su alojamiento. «Los bomberos nos dijeron que nos fuéramos una semana fuera de nuestras casas y, al no tener dinero para pagar un hotel, ya que vivo de la pensión, me fui a casa de mi hijo en el barrio de La Elipa», comenta Pilar.

Pero ese fue sólo el primero de sus quebraderos de cabeza. «Cada vez esto va a peor. Tiene 45 años esta casa y no creo que aguante todas estas grietas continuas. ¡A ver qué hago yo ahora con 75 años!», asegura. Tampoco en el plano más humano Pilar ha sentido la cercanía del consistorio. Esperanzada en un principio con las ayudas psicológicas que prometió el Gobierno de Carmena, esta asistencia no ha llegado tres meses después: «Van dando largas», lamenta. El problema de las grietas no es el único quitasueños en este edificio de Carabanchel Alto. Pilar relata que las hendiduras han provocado problemas en el funcionamiento de la caldera. «Cuando se va a duchar mi hijo tengo que estar pendiente porque algunas veces salta el piloto y, si se enciende, deja de salir el agua caliente».

Las quejas de los vecinos no cambian la situación. «Yo sE lo daría a ellos para que vivieran en estas condiciones», afirma una vecina del cuarto descontenta con la despreocupación de los arquitectos del seguro que se acercaron un par de veces para hacer fotos a los desperfectos y a los daños de las viviendas próximas al derrumbe sin encontrar solución alguna.

Al margen de las fisuras en las paredes, otros problemas condicionan el día a día de los vecinos. Varias puertas y armarios se mantienen abiertas todo el día ante la imposibilidad de cerrarlas con facilidad porque el techo se ha ahuecado. «El otro día rompí una puerta al hacer fuerza y empujarla para cerrarla, la madera cedió y se arrancó un trozo de la parte de debajo del portón», dice Pilar. «Como podéis ver las 24 horas del día las paso fatal, no duermo, tengo nervios constantemente y esta situación me ha hecho adelgazar seis kilos, cada día empeoro y me entristece mucho ver a mi hijo sufrir por aguantar mi mal estado», así termina esta vecina relatando su pesadilla diaria aunque no pierde la esperanza de vivir algún día tranquila y sin temor alguno.