Madrid

«Little Venezuela»: El exilio se refugia en Madrid

Los huídos de la crisis del régimen de Maduro lideran por primera vez las peticiones de asilo. Su destino preferido es la capital, donde la inmigración ha crecido un 20% el último año

Los huídos de la crisis del régimen de Maduro lideran por primera vez las peticiones de asilo
Los huídos de la crisis del régimen de Maduro lideran por primera vez las peticiones de asilolarazon

Los huídos de la crisis del régimen de Maduro lideran por primera vez las peticiones de asilo. Su destino preferido es la capital, donde la inmigración ha crecido un 20% el último año

Largas colas en supermercados o gasolineras, problemas para poder ser atendidos por un médico, desabastecimiento de medicinas y, lo peor y definitivo, la inseguridad que se vive en Venezuela en el último tiempo ha llevado a miles de ciudadanos a poner un punto y aparte en sus vidas y emigrar.

La Comunidad de Madrid se ha convertido en la región que acoge a más inmigrantes venezolanos. La cifra ha ascendió a 15.345 y suponen el 28 por ciento de todos los venezolanos que residen en España; y es que sólo en el último año el número de personas procedentes del país caribeño que han elegido Madrid se incrementó en un 20 por ciento respecto a los llegados en 2015. Aquel año, la nacionalidad venezolana ya fue la que más aumentó en Madrid en términos relativos; con un 19,4% de crecimiento, sin embargo, el pasado año esta cifra creció aún más según los datos del Instituto Nacional de Estadísticas, que convierten a la Comunidad, en su destino favorito.

Dentro de este porcentaje, la cifra más dramática la protagonizan los 3.960 que llegaron a España como refugiados. De las 15.755 peticiones de asilo recibidas en España en 2016, la mayoría procedieron de Venezuela, quedando Siria (2.975) y Ucrania (2.570) en segundo y tercer lugar. Y es que los venezolanos se situaron por primera vez en 2016 por delante de Siria y Ucrania en el número de las solicitudes de acogimiento por temor a permanecer o volver a su país. De este modo, un año antes, en 2015, España registró 15.000 peticiones de asilo, de las cuales, la mayoría procedieron de Siria (5.700), Ucrania (3.400), Palestina (800), Argelia, Marruelos y en quinto lugar, Venezuela, según cifras del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

Aunque no se puede establecer un perfil único del venezolano que ha llegado a Madrid en los últimos años en busca de una oportunidad, lo cierto es que recientemente hay una clase media-alta que ha escogido el sector inmobiliario y hostelero bien para buscar un refugio a su dinero o para emprender sus negocios con seguridad. Sus barrios de referencia son Castellana, Salamanca y Chamberí, que muchos de ellos comparan con los barrios caraqueños de Altamira y La Castellana. Fuera de la ciudad, Pozuelo y Aravaca son las zonas preferidas para los que llegan acompañados de sus familias.

Las expropiaciones, el miedo a un corralito o simplemente la búsqueda de un futuro mejor para ellos y sus hijos ha hecho que desde estudiantes con posibilidad para inmigrar así como muchas de las grandes familias de Venezuela e importantes empresarios hayan escogido Madrid para levantar sus negocios. Varias inmobiliarias de origen venezolano han abierto recientemente sucursal en Madrid, y se han concentrado en la calle Blanca de Navarra. La idea es ser intermediario entre inversores y bienes inmuebles.

Muchos de los venezolanos prefieren invertir en edificios enteros que compran, rehabilitan y venden como obra nueva. Las últimas grandes operaciones en Madrid han sido firmadas por venezolanos. Sólo en la calle Barquillo y Fernando VI hay ahora mismo varios inmuebles que están siendo reformados por grupos venezolanos cuyo objetivo es luego revenderlos en el mercado del lujo. Este tipo de inversores llegaron a Madrid en plena crisis, convirtiéndose en un acicate para la economía madrileña y en un trampolín para que sus compatriotas diesen el salto tras ellos. Famosa fue en su momento la llegada del clan Capriles, emparentados con el líder opositor Henrique Capriles, con su irrupción en la banca y sus inversiones en el barrio de Justicia, como el de la antigua sede del COAM de la calle Barquillo, edificio convertido ahora en apartamentos de lujo.

Uno de los últimos en llegar ha sido el grupo Sambil. Esta firma venezolana ha dado el salto a Europa y ha escogido Leganés para abrir, hace sólo unos días, el mayor outlet de España.

Junto con el sector inmobiliario, la hostelería es la otra actividad convertida en el escaparate de la inmigración venezolana. «Madrid nos lo pone fácil. En Caracas tienes que mirar a todos lados antes de cerrar la verja de tu comercio por miedo a que te atraquen. Aquí podemos hacerlo con toda la seguridad. Esta ciudad no te pone trabas», explica Luis Criscuolo de La Sanducheríe, un local situado en Santa Teresa 1 que ofrece bocadillos gourmet. «Los bancos dan crédito, los proveedores sirven los productos a tiempo. Esto que aquí parece una obviedad hace que, para mí, tener un negocio en Madrid se haya convertido en unas vacaciones», añade.

Como a Luis, Madrid ha acogido en el último tiempo a miles de jóvenes de mediana edad y clase, con estudios, emprendimiento y suficiente ahorros o apoyo familiar como para partir de su Venezuela natal en busca de una oportunidad. «Hemos cambiado el sueño americano por el español», afirma Daniela Rodríguez, que tras estudiar un máster en el Instituto de Empresa y ver cómo en su país el Gobierno bolivariano expropiaba al Banco Federal decidió probar suerte en Madrid. Ahora es madre de dos hijas nacidas aquí y no tiene intención de volver. Profesionalmente Madrid le ha dado unas oportunidades que cree que en Caracas no hubiera podido conseguir. Es manager de influencers a través de una empresa de nuevas tendencias digitales que ha montado junto a su marido.

Es la generación de nietos de quienes llegaron a Venezuela huyendo de la represión franquista o de la II Guerra Mundial. «Ahora somos nosotros los que huimos de la inseguridad y la delincuencia y hay que decir que esta ciudad nos ha acogido de forma increíble», añade Luis. «Madrid nos ha dado la oportunidad que ahora no puede darnos Caracas», coincide Francesca, que tras «escapar» de la capital venezolana, montó hace sólo unos meses en Diego de León la «tarvernetta» Limone. «Vine hace unos años a estudiar a Madrid y vi que aunque esta ciudad estaba en plena crisis se estaba reaccionando rápido –no como en mi país–. Esto está lleno de gente simpática, que acoge, de ayudas y de buena disposición».

La inmigración venezolana tiene también otra cara; la que aún sufre las consecuencias del «chavismo». En Madrid vive un nutrido grupo de exiliados jubilados (unos 1.800) que desde hace más de un año no cobran su pensión de jubilación porque el gobierno de Maduro ha cortado los pagos sin dar más explicaciones. Hace sólo unos días se reunieron con el consejero de Asuntos Sociales de la Comunidad, Carlos Izquierdo, para intentar canalizar algún tipo de ayuda después de que en el Ayuntamiento de Manuela Carmena les hayan negado hasta el asesoramiento.

Luis Criscuolo

«Madrid nos lo ha puesto fácil a los jóvenes»

Tiene 34 años y 15 de experiencia en la hostelería caraqueña. Acaba de llegar a Madrid junto a tres amigos-socios con los que han montado La Sanducherie, un local donde siempre es primavera y de bocatas gourmet. Huyó de Caracas por la inseguridad y porque allí sus negocios no prosperaban, «sólo subsisten». «Aquí puedo cerrar la verja de mi local cada noche sin miedo a que me atraquen».

Daniela Rodríguez

«Algunos han vivido el sueño americano. Yo, el español»

Se vino a Madrid junto a su marido después de ver que el gobierno de Chavez expropiaba el Banco Federal. Hace sólo dos años montó Soy Olivia, una agencia de nuevas tendencias digitales que representa a 30 perfiles de influencers. «Llegué a Madrid siendo una estudiante, fui becaria y ahora tengo mi propia empresa. Esto allí hubiera sido imposible»

Fancesca y Asdrúbal

«Aquí había crisis, pero se ha reaccionado a tiempo»

Francesca vino hace tres años a estudiar un máster con su hermana. Madrid estaba sumida en la crisis económica, pero «comparado con lo que ya había allí, ya se veía que aquí iban a salir pronto». Montó la «tavernetta» Limone el pasado mes de octubre en el barrio de Salamanca, que es «la pequeña caracas».