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Los comercios madrileños están notando una leve mejoría en sus ventas en esta campaña de Navidad. Aunque a la foto de la siempre abarrotada Carretas todavía le falta que los miles de transeúntes vayan cargados con bolsas de regalos, la sensación de decadencia está siendo tímidamente sustituía por la curiosidad y el atrevimiento de aquellos que comienzan a plantarle cara a tanta austeridad.

Todo indica que de aquí en adelante las cosas van a ir mejor aunque no al ritmo que quisiéramos. La Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid están contribuyendo a dinamizar el comercio a través de toda suerte de medidas que sitúan a Madrid entre los destinos de compras preferidos a nivel mundial. Libertad de horarios, adelanto de la temporada de rebajas, o las licencias exprés son algunas de estas apuestas.

Estamos a punto de comenzar la Navidad y la mayoría de nosotros aún no nos encontramos como tiempo atrás. La crisis, el paro y el desánimo se han colado en nuestras casas y todavía no nos dejan afrontar estas fechas con las energías que quisiéramos. Ahora bien. Cuando iba a empezar a escribir este artículo me han comunicado que mis amigos Rubén y Jorge, este último además compañero de columna, han perdido a su padre. Y por eso les dedico estas líneas, porque su ejemplo me recuerda que en estas fechas, ni los regalos ni las cenas exquisitas pueden decidir nuestro ánimo. Queda mucho por mejorar y la situación es aún complicada. Pero en estos días tenemos la obligación de intentar olvidarlo todo. Vayan al encuentro del amigo o familiar más cercano y sientan su compañía. Aprovechen una deliciosa conversación con cualquier niño de la familia, quien gustosamente les devolverá el erosionado espíritu navideño. En definitiva, disfruten de los suyos. Porque es lo realmente importante.