Acoso escolar
Los agentes «hermano mayor» tramitan 2.220 expedientes
No muchos se atreverían a hacer la ruta que hacen Román y Juan casi todas las mañanas. No siempre es la misma pero el riesgo no varía mucho para estos dos agentes de la Policía Municipal de Vallecas Villa. Conocen bien el lado más crudo de la capital y es raro el día que no pisen las zonas menos amables del distrito. Son agentes tutor y su labor, principalmente, es velar por los menores: cursan expedientes de la Fiscalía, tramitan partes de expulsión de los institutos, inspeccionan locales para evitar la venta de alcohol, les requisan estupefacientes, evitan reyertas a la salida de colegios e institutos y se encargan de ellos por unas horas cuando, por ejemplo, a sus padres se les olvida ir a buscarlos al colegio.
Sólo en 2012 los agentes tutor de la capital cursaron 2.220 expedientes. La gran mayoría (732) fueron intervenciones relacionadas con el consumo de alcohol y de estupefacientes o la tenencia de armas pero también tramitan los expedientes de los menores infractores que terminarán en un centro de menores de la Comunidad. El pasado año, fueron 333 casos en Madrid. Pero muchos días sólo hacen entrega de requerimientos judiciales u órdenes de expulsión de centros escolares. La del pasado viernes fue una de estas mañanas. La primera parada del fue en el «Gallinero». Buscan a Manuel para entregarle una notificación de un Juzgado del Menor por un hurto. Los rumanos ya conocen el coche «camuflado» de los agentes y en cuanto aparece por el camino embarrado perpendicular a la A-3 les saludan. No es fácil dar con el menor. Está censado allí pero nadie parece conocerle hasta que una mujer asegura que por la tarde «puede» que le encuentren. «Luego volveremos, entonces», se resigna Román. Mientras, los niños corretean por los caminos embarrados del poblado. Precisamente el absentismo escolar es otra de sus tareas pendientes. La siguiente parada del día es una parcela del sector 6 de la Cañada. Allí vive Sandra, una menor de 17 años a la que han expulsado del I.E.S. Santa Engracia por varias faltas disciplinarias. Los agentes buscan a Cristina, su madre, para firmar la notificación. Al igual que en el «Gallinero», los vecinos tratan de «marear» a los agentes para que se vayan. Finalmente Cristian aparece. El susto se le quita de la cara cuando le comunican que los agentes le entregan la sanción de expulsión de Sandra. No parece importarle demasiado que su hija acumule un rosario de faltas por mal comportamiento o absentismo y respira aliviada. «Ya se portará bien hombre», dice casi por cumplir.
Los agentes de Villa también hacen la entrada y salida de los siete colegios y dos institutos del distrito para evitar las famosas «quedadas» para pegarse a la salida del clase, evitan venta de droga en las inmediaciones y hacen rondas para descubrir absentismo (van mucho al centro comercial la Gavia en horario escolar).
Pero también actúan a requerimiento de los jefes de estudio, por ejemplo, ante casos de amenazas a los compañeros (principio de «bulling») o, incluso, a los propios profesores. «Sólo hemos tenido un caso de un menor que agredió a un profesor de instituto. Mediamos para que no tengan que llegar a interponer denuncias». También se ha dado algún caso de acoso de los padres del alumno en cuestión a los profesores. «¿Lo peor? Cuando te tienes que llevar a un menor porque sus padres se han denunciado por malos tratos o cuando te llama el director del colegio porque al crío no han ido a buscarle a la salida del colegio y nadie atiende al teléfono».
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