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Madrid, 12 sobre 10
El Príncipe ha asegurado a los miembros del COI que no apoya a la candidatura Madrid 2020 por "una formalidad ceremonial", sino porque es "olímpico"
La cita del 3 de julio en Lausana era casi tan importante como lo será la del 7 de septiembre en Buenos Aires. Madrid la afrontó como si le fuera la vida en el empeño. Triunfó. La candidatura madrileña salió fortalecida, aguantando la euforia pero sin poder disimular la satisfacción y la emoción, reflejada en la sonrisa y en los ojos de cada uno de los ponentes y de toda la delegación. Como le sucedió a Río de Janeiro para 2016. De las siete intervenciones de los turcos, sólo dos fueron aplaudidas, una más en el caso de los japoneses, y en cuanto a los españoles, todos recibieron su aplauso, Juan Antonio Samaranch, Luis de Guindos, Ana Botella, Víctor Sánchez, Theresa Zabell, Alejandro Blanco; pero el Príncipe Felipe rompió todos los moldes. Con permiso, y aplicando un símil taurino, su faena fue de dos orejas, rabo y vuelta al ruedo.
Era la segunda vez que el Centro de Congresos Beaulieu de Lausana sometía a los candidatos a un test así. Cuando hace cuatro años Río lo afrontó, partía en última posición y desde aquí salió disparada. A Copenhague acudió con el presidente Lula y el responsable del Banco de Brasil. Madrid entendió que el examen no era cuestión baladí y se presentó convencida de sus posibilidades, que avaló con una representación institucional de lujo. En la intervención, compromiso y fe, con el Príncipe a la cabeza, y con Rajoy en una segunda línea muy valorada y palpable, porque llegó a media tarde para hacer «lobby» en el centro neurálgico del olimpismo mundial, el Palace.
Correspondió a Madrid el tercer turno de exposición, entre las 14:15 y las 16:15; en la hora de la siesta, una costumbre española cada vez más extendida que la candidatura madrileña intentó reventar con una exposición dinámica, arrebatadora, comprometida, amena y contundente. Hubiese preferido comparecer en segundo lugar, cuando Tokio, que lo hizo a las 11:15, dos horas después que Estambul. Pero asumió el riesgo, un riesgo controlado porque sus integrantes estaban seguros de las apreciables virtudes de su exposición y de la homogeneidad del proyecto.
Sin fisuras y sin reservas. Madrid presentó ante los miembros del COI un proyecto de Juegos Olímpicos compacto, contundente, ambicioso, novedoso, amenizado con cinco vídeos «impresionantes». Repitió lo que tantas veces ha contado, que el apoyo popular está por encima del 75%, que el 80% de las instalaciones está terminado, que dispone de una Ley Antidopaje de última generación, que el grueso de la inversión ya está hecho y que con un añadido de 1.500 millones en los próximos siete años la capital de España lucirá espléndida para organizar los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de 2020 y proceder el 7 de agosto a la ceremonia de apertura como mandan los cánones.
Con la lección bien aprendida, después de horas y horas de ensayo, los siete ponentes se enfrentaron a la asamblea del COI. Sabían detalles de la presentación de Estambul, promesas; de Tokio, técnica, y llegaron a la conclusión de que la suya era superior. Madrid no hará, ha hecho; Madrid no habla sólo de infraestructuras, también habla de deporte, de deportistas y de economía. En este capítulo, De Guindos lo hizo tan bien que en el segundo tiempo, dedicado a preguntas durante 45 minutos, él no recibió ninguna. Lo dejó claro. Madrid, puede y España lo certifica. Cada quien fue contando lo que le correspondía. Exponían tal y como el experto estadounidense Terrence Burns, consejero de Atlanta y Pekín, les instruyó. Las intervenciones fueron intercaladas con vídeos y el colofón lo puso el Príncipe. Habló de que Madrid no deja nada al azar, de lo importante que es para él representar a España, como en Barcelona'92. Cuando terminó recibió una ovación atronadora.
Luego, otros 45 minutos para preguntas. Sólo se consumieron diez. Estaba todo claro. Ni una cuestión comprometida. Y se levantó la sesión. Salió la delegación de esa sala donde se reunieron 92 examinadores y sólo preguntaron cinco. El Príncipe se dirigió a los medios, sonriente, convencido del trabajo bien hecho, «confiado, sí, pero hay que seguir trabajando».
Los miembros del COI se acercaban a los españoles, ponentes y compañeros suyos, y les felicitaban. No eran felicitaciones protocolarias, para quedar bien. Había emoción en sus palabras. Pachi Perurena, uno de los tres españoles del COI, es un hombre discreto, poco dado a exteriorizar sus sentimientos. Estaba emocionado y rozaba la euforia. No se atrevió a decir lo que alguien de la candidatura describió con un «ha sido un escándalo», pero sí que admitió que la exposición había sido espléndida: «He recibido muchas felicitaciones. El Príncipe lo ha bordado. He estado en varios actos como éste, no he visto nada igual. Salimos ovacionados, ¿como para pensar que vamos a ganar? Ésa es la impresión». Y la frase que todos piensan y nadie se atreve a decir. Pero me quedo con ésta, de un alto funcionario del COI: «¿Madrid? Un doce sobre diez».
Madrid se ha volcado en el tercer intento y ha sabido explicar al COI por qué quiere los Juegos, ha implicado a las más altas instituciones del país. Una vez más, la Casa Real, tan unida al deporte, ha respondido y ha sido el Príncipe quien se ha involucrado en la Candidatura como uno más. Y no lo es. Su contribución trasciende y, al movimiento olímpico, gestos como los de Don Felipe, su labor de «lobby», su apuesta por este sueño, le satisfacen enormemente. Y considera que toda una nación está detrás de Madrid cuando el presidente del Gobierno organiza su agenda para después de asistir a una cumbre europea sobre el empleo juvenil coge un avión y va a hablar con ellos.
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