Coslada

«Me vi morir. Empecé a ver borroso y pensé: “A mi familia no la veo más”»

La Policía detiene en Coslada a un grupo criminal que atracaba a los vecinos dentro de sus portales por el método del «mataleón». LA RAZÓN habla con dos de sus nueve víctimas. Los delincuentes ya están en prisión provisional

Hace poco más de un mes que Rosa sufrió el ataque. «A mí no me abordaron en el portal sino en la puerta de mi casa. Abría la primera cerradura y ¡bum! se avalanzó por detrás»
Hace poco más de un mes que Rosa sufrió el ataque. «A mí no me abordaron en el portal sino en la puerta de mi casa. Abría la primera cerradura y ¡bum! se avalanzó por detrás»larazon

La Policía detiene en Coslada a un grupo criminal que atracaba a los vecinos dentro de sus portales por el método del «mataleón». LA RAZÓN habla con dos de sus nueve víctimas. Los delincuentes ya están en prisión provisional

Mercedes y Rosa (nombres ficticios) son dos mujeres valientes. Prefieren no revelar su identidad porque, a pesar de saberse víctimas, temen que sus atacantes o la gente de su entorno tomen represalias contra ellas. Sin embargo, algo les empuja a contar lo que vivieron hace poco más de mes y medio. Su temor es comprensible. Aún se encuentran en estado de shock postraumático y sufren cierta psicosis cuando se enfrentan a situaciones cotidianas. Y es que a principios del mes de abril una y, a mediados, la otra, fueron abordadas por la espalda por un hombre que, tras presionarles el cuello para dejarlas inconscientes, les quitó todo objeto de valor que llevaban encima. La Policía Nacional ya ha dado con los autores y, tras su detención, el juez decretó el ingreso en prisión de los tres integrantes de esta banda que tenía atemorizada a Coslada con su técnica de robo conocida como el «mataleón».

El caso de Mercedes sucedió la primera semana de abril. No caminaba por ninguna zona apartada ni era de noche: ocurrió a eso de las 16:00 horas y en la Avenida España, una de las principales vías de la localidad. Iba a casa de unos familiares y, después de llamar al telefonillo, se encontraba esperando el ascensor cuando sintió cómo alguien se avalanzó por detrás suya y la presionó fuertemente el cuello. No recuerda mucho más. «Me vi morir. Empecé a ver borroso y pensé: “a mi familia no la veo más”». Mercedes se desvaneció y, ya en el suelo, sintió cómo el hombre forcejeaba en su muñeca para llevarse algo. También tiene una ligera imagen del agresor y que llevaba una gorra. Su primera sensación al recobrar un poco la consciencia fue que no podía hablar, no le salía la voz y un fortísimo dolor en el pecho: tenía una fractura de esternón.

Cuando bajaron sus familiares y se recuperó un poco del susto, acudieron al centro de salud, donde no le hicieron mucho caso. Dos días después, tras insistir mucho, consiguió que le hicieran una analítica completa, un electro y una radiografía donde se apreciaba la rotura de la caja torácica. Fue derivada a cirujía torácica del Hospital la Princesa y aún se encuentra convalenciente.

Le duele al respirar profundo, al toser... Le llevará un tiempo recomponerse del todo. También tardarán en soldar las heridas psicológicas. «No he vuelto a ir a casa de estos familiares». Mercedes no quiere ver ni en pintura ese portal donde pasó aquellos momentos tan angustiosos.

Cuenta la mitología griega que Heracles logró vencer al león de Nemea estrangulándolo con sus propias manos, y así demostró su gran fortaleza. De ahí que este método de estrangulamiento se conozca popularmente como «mataléon». Pero L. Andrés Alberto, G. Espaillat y José Alberto, de entre 20 y 30 y pocos años, son bastante más cobardes que Heracles y, en lugar de medir su increíble fuerza con una fiera salvaje, elegían presas mucho más fáciles: señoras de en torno a los 70 años. Aunque escogían a víctimas débiles, el riesgo que asumían era gradísimo. Mercedes había llamado al telefonillo antes de entrar al portal y, por tanto, sus familiares podrían bajar en cualquier momento al ver que tardaba en subir. El delincuente también se cruzó con una vecina que le vio salir del portal vestido con ropa oscura. En esta ocasión se había llevado el reloj. Un reloj de oro que le regaló su marido hace muchos años y que está valorado en torno a los 3.500 euros. «Van a por el oro», dice la mujer. Rosa, la otra víctima que cuenta su caso a este diario, asiente con conocimiento de causa: a ella le quitaron una cadena y una pulsera por el mismo método.

Hace poco más de un mes que Rosa sufrió el ataque. Volvía de pilates y, poco antes de las 18:00 horas abría la puerta del portal de su casa y subía al primer piso. «A mí no me abordaron en el portal sino en la puerta de mi casa. Abría la primera cerradura y ¡bum! se avalanzó por detrás», explica. A Rosa también la tiró al suelo pero ella no perdió el conocimiento. Lo recuerda todo borroso porque, a causa del estrangulamiento, durante unos segundos apenas le llegó oxígeno al cerebro. El pánico vivido también hizo que se orinara encima. «Le vi borroso pero en cuanto me enseñaron varias fotos de sospechosos, le reconocí enseguida. No dudé», asegura. «Esa imagen se me quedó grabada pero no puedo describirla». Rosa también cayó al suelo y su agresor le quitó la pulsera primero y después la gargantilla. «Llevaba la cremallera del forro polar medio bajada y, al caerme al suelo, la vio y me la arrancó». Bajó corriendo detrás de él y se queó apoyada en la puerta del portal mirando hacia la calle, aturdida, sin saber a quién perseguir. Una vecina que estaba sentada en un banco de fuera le preguntó enseguida qué le pasaba, porque estaba pálida. «Me acaban de robar», acertó a contestar ella. «¡Sí, he visto a uno salir corriendo ahora mismo!», dijo y llamaron corriendo a la Policía, que «apenas tardaron tres minutos en presentarse allí».

Secuelas psíquicas

Sus lesiones físicas son más leves que las de Mercedes. Le recetaron tranquilizantes y analgésicos y, hasta hace unos días, seguía con molestias en la garganta. Lo peor, en su caso, son las secuelas psicológicas. «Nunca he sido muy miedosa y el otro día antes de entrar a casa se apagó la luz del portal y aún no había encendido la de la entrada de casa. Es una tontería pero fueron unos segundos de pánico», cuenta. Como el gesto de mirar hacia atrás antes de abrir la puerta. Seguramente le costará recuperar la normalidad y olvidar la pesadilla. Las dos mujeres andan ahora peleando con el seguro que, como en tantas ocasiones, trata de desentenderse. «No me lo cubre todo porque dicen que no fue dentro de casa ¡Pero si fue abriendo la puerta de la entrada!», se queja.

Como ellas, al menos otras siete personas de similares caractarísticas han sido víctimas de esta banda que tenía a Coslada en vilo. Ya habían actuado en Leganés y desde diciembre del año pasado se habían instalado en la zona del Corredor del Henares. Tras las primeras denuncias, los agentes vieron que las víctimas describían un idéntico modus operandi. Así comenzó la investigación de la «operación Mario». El Grupo II de Policía Judicial de la comisaría de Coslada comenzó a investigar y tras unos meses pudieron identificarles. Se trata de una banda de origen dominicano que dominaban a la perfección el método del «mataléon» porque llevaban años poniéndolo en práctica poniendo en riesgo la vida de sus víctimas. De hecho, cuentan con numeroso antecedentes policiales por este tipo de hechos. Residían en Villaverde pero se trasladaban a Coslada principalmente a cometer los robos con violencia.

Eran tres pero solían actuar en pareja. Según fuentes policiales, buscaban zonas de paseo, centros de mayores y parques frecuentados por personas de avanzada edad. Se aproximaban a ellos con al excusa de preguntarles la hora o alguna calle para comprobar si portaban joyas u objetos valiosos. Si habían visto algo interesante de robar, después les seguían hasta la puerta de su casa, donde les atacaban por este método de estrangulamiento. Uno de ellos esperaba en un coche (un Ford Focus rojo), en el que huían del lugar nada más salir el autor material del portal de la víctima. El pasado día 6 fueron detenidos in fraganti en su vehículo mientras buscaban a nuevas víctimas. En el interior llevaban las gorras que fueron reconocidas por algunas víctimas. El Juzgado de Instrucción número 4 de Coslada decretó prisión para los tres. Las mujeres sólo tienen palabras de agradecimiento para la Policía. «No les pongo un 10, les podría un 12», dice convencida Mercedes.