Arquitectura

Operación salvar el templo de Debod

Científicos nacionales e internacionales analizan su estado a causa del clima. Una de las alternativas es hacer del lugar un museo subterráneo

Para mejorar sus condiciones climáticas internas, la semana que viene comenzarán las obras para instalar la nueva climatización/ Ap
Para mejorar sus condiciones climáticas internas, la semana que viene comenzarán las obras para instalar la nueva climatización/ Aplarazon

En 2020, esta edificación, datada en el 200 a. C., cumplirá 50 años en nuestro país. Y, si en algo coinciden los expertos, es que precisa de una intervención.

«Estas piedras resistirán cien o mil años». Lo dijo a principios de la década de los setenta Carlos Arias Navarro, entonces alcalde de Madrid. España acababa de acoger el Templo de Debod, un regalo de Egipto en compensación por su ayuda a la hora de salvar los templos de Nubia, que en la década de los sesenta se encontraban en peligro de desaparición por la construcción de la presa de Asuán. En 2020, esta edificación, datada en el 200 a. C., cumplirá 50 años en nuestro país. Y, si en algo coinciden los expertos, es que precisa de una intervención. Al contrario que otros templos donados por Egipto a otros países –el de Dendur a EE UU, o el de Ellesiya a Italia–, el de Debod se encuentra al aire libre y expuesto a condiciones meteorológicas que no sólo influyen en el exterior; también en su interior.

Madrid acogió ayer, por primera vez, unas jornadas científicas y técnicas que analizan el estado actual del templo, así como las condiciones necesarias para su óptima conservación. Más de una veintena de expertos nacionales e internacionales mostraron sus investigaciones y debatieron las distintas propuestas. ¿El objetivo? Como explica a LA RAZÓN Marisol Mena, directora general de Intervención en el Paisaje Urbano y Patrimonio Cultural, después de verano se obtendrán «las conclusiones y alternativas que se han planteado dentro de la jornada. Posteriormente, en una segunda fase más cerrada, queremos redactar un documento que sirva de base para, dentro de nuestras competencias, establecer las pautas de un plan de protección». En el caso de que haya que hacer una intervención mayor, «se abordaría en la próxima legislatura». Hay que tener en cuenta que, hasta la fecha, no se contaba con «estudios concluyentes que nos ayuden a tomar decisiones». Pero sí está claro que el templo precisa de una intervención. Hay que recordar que, en 2017, permaneció cerrado por el mal funcionamiento de los sistemas de climatización.

¿Y cuál es su situación actual? En su día, explica Mena, el templo se reconstruyó añadiendo piedra de Salamanca a la original. Hoy, «vemos que la piedra antigua ha evolucionado en buenas condiciones, mientras que la nueva ha evolucionado peor». Son varios los motivos. El principal, la inestabilidad ambiental y los cambios de temperaturas, además de la lluvia. No sólo externos; también internos. «Los principales daños se producen por los incrementos en la humedad relativa y en la temperatura», apuntó durante la jornada Alfonso Martín Flores, Jefe de la División de Arqueología del Museo de San Isidro de Madrid. Y es que el mero hecho de «abrir y cerrar las puertas» del templo «supone importantes cambios en las interacciones de la temperatura». Así, son «especialmente sensibles las zonas donde están situadas los relieves, debido a una importante capa de sales solubles. Actualmente están estabilizadas debido a la baja humedad relativa. Pero si alcanza el 60% o el 70%, podría reactivar las sales y provocar grandes destrozos. Son un riesgo importante». De hecho, antes de que se tomaran medidas más protectoras, el agua había entrado en varias ocasiones en el interior del templo por problemas en las juntas o por deterioros en la cubierta de plomo que de colocó hace décadas. El experto subrayó que la construcción «está monitorizada constantemente en tiempo real», de forma que pueden saber su estado en cada momento.

Mario Tena, técnico de MHS, explicó precisamente los resultados obtenidos en esta monitorización y en la prospección georradar del subsuelo. El vestíbulo, la entrada del templo, es la zona donde «observamos una inestabilidad superior en las temperaturas y humedades», debido principalmente a que está comunicado con el exterior por la apertura de puertas. En líneas generales, el edificio presenta unos valores de humedad relativa bastante bajos y asociados a una variabilidad diaria superior a lo recomendado. Con todo, «el rango de temperaturas es el que peor está respondiendo». Entre las zonas más afectadas estarían la fachada principal y el lado sur.

Sin embargo, hay otros elemento inesperados de deterioro que surgen, directamente, del éxito del Templo de Debod como servicio museístico. Sólo en 2016, la construcción egipcia acogió a 425.000 visitantes. Este aumento ha provocado dos cosas: erosiones en las piedras debido a los roces o al manoseo del público y también concentraciones de CO2 por encima de lo recomendable que pueden dañar las paredes. Esas acumulaciones, según explicaron desde MHS, se hicieron más patentes en la Sala del Naos, el lado sur, la Capilla Osiriaca o la Sala Uabet. Así, aunque la poco deseable variabilidad climática «se debe más a la climatología externa», sí que se ha visto que la presencia de visitantes «tiene cierta incidencia». Como recordó Martín Flores, debido a esta afluencia de público se limitó el aforo: 25 personas a la vez y visitas no superiores a los 30 minutos.

¿Las soluciones? Hay varias sobre la mesa. Está la del proyecto «Ojo de Horus», de remodelación de Plaza de España, que plantea la construcción de una Pirámide de 42,42 metros sobre el edificio del templo, más otra cubierta piramidal sobre los pilonos que reciben al visitante. En opinión de Martín Flores, «la mayoría de las cubiertas plantean más problemas de los que resuelven». Así, cree que una buena opción sería convertir el templo en un museo. «Permitiría el control continuado de las condiciones ambientales, mantendría líneas permanentes de investigación, aseguraría el acceso al público de forma continua...», enumera. No se trataría de mover el templo de sitio. Se orientaría hacia el subsuelo aprovechando el desnivel del terreno, sin intervenir en la parte exterior y manteniendo los jardines. De esa forma se obtendrían «ventajas debido al aislamiento» de factores climáticos externos.

El estudio de MHS también se ha centrado en analizar los restos del Cuartel de la Montaña, un desaparecido cuartel del siglo XIX que estaba situado en la montaña del Príncipe Pío y cuyos restos se encuentran bajo el templo. Sin embargo, el desplazamiento subterráneo del templo no afectaría a unos vestigios que, en su mayoría, «son restos de sedimentación, de arranque de muros... sin entidad suficiente como para tenerlos en consideración en un estudio específico».

¿Qué opción se tomará finalmente? Como afirma Marisol Mena, se están «obteniendo muchas visiones, que van desde posiciones de una mínima intervención, como podría ser cambiar la piedra de Salamanca, hasta otras que afectan a la estructura, como puede ser la musealización». Y es que la de ayer fuera la primera jornada de trabajo de otras que vendrán. «Queríamos acabar esta legislatura con distintas alternativas que después sirvan para tomar decisiones. Lo importante es que el plan de prevención que obtengamos sea uno muy claro», concluyó.