Infraestructuras
Plantón ciclista contra los carriles segregados
Las asociaciones de usuarios de la bicicleta rechazan el nuevo proyecto de itinerarios del Ayuntamiento de la capital porque no las integra.
Las asociaciones de usuarios de la bicicleta rechazan el nuevo proyecto de itinerarios del Ayuntamiento de la capital porque no las integra.
Hace un mes, en el marco del Foro Ciclista, el área de Desarrollo Urbano Sostenible del Ayuntamiento de Madrid hacía pública la revisión del plan director para la movilidad ciclista que planea poner en marcha este 2017. Ocho nuevos itinerarios de hasta 40 kilómetros de longitud, diseñados sobre la red ciclable existente, que el Ejecutivo que dirige Manuela Carmena puso a disposición de las asociaciones que recogen los intereses de los ciclistas de la capital para que eligieran las tres rutas cuya creación considerasen prioritaria. Los representantes de los ciclistas han hecho la parte del trabajo que les asignó el Ayuntamiento, y el resultado no deja precisamente bien parados a los creadores del nuevo proyecto de ciclocarriles para la capital.
A través de un comunicado, la asociación Madrid Ciclista deja claro al Gobierno de Ahora Madrid que no apoyará ningún intinerario que incluya la creación de un carril separado del resto del tráfico rodado para los ciclistas porque, «sospechan», «el término “itinerario ciclista” está siendo utilizado como un eufemismo para hablar de segregación sin nombrarla». Precisamente sobre este punto, el de crear separaciones en las vías y limitar los carriles al tráfico de vehículos en algunas de las calles más transitadas de Madrid (la avenida Monforte de Lemos, la avenida de Burgos, Concha Espina, Francos Rodiguez o las calles que rodean al parque de El Retiro son algunas de las vías en las que prevé poner en marcha los nuevos carriles bici), es sobre el que las asociaciones creen que Carmena ya tiene una decisión «tomada a priori evitando la discusión sobre los aspectos entre los que no existe acuerdo con los ciclistas».
«Inconcretos», «mal definidos», que «no se sabe cómo han sido elegidos, qué actuaciones implican y qué forma final tendrán» y que «se reducen a unas líneas imprecisas en un miniplano», son algunos de los términos que Madrid Ciclista emplea para criticar los 40 kilómetros de itinerarios ciclistas propuestos y el modelo elegido para sacarlos adelante que, añaden, «dista mucho de la participación que cabría esperar de uno de los gobiernos llamados del cambio». Así, creen que el plan no cuenta con medidas dirigidas a mejorar la integración de las bicicletas en la circulación con otros vehículos motorizados: «Esperábamos soluciones de este tipo más que las de cemento y ladrillo, que ya hemos visto a dónde conducen durante los últimos 20 años», dicen. Por eso, proponen alternativas con mejor «relación coste/efectividad» para cumplir con este cometido, como la extensión de la red de ciclocarriles o construir pasarelas que permitan salvar las autovías y las vías del tren que encorsetan Madrid».
Éste no es el primer encontronazo que el Gobierno de la capital ha mantenido con las asociaciones de ciclistas: ya el pasado verano, cuando se publicaron los primeros contratos para la construcción de itinerarios ciclistas (la mayoría de los cuales no se han llegado a ejecutar por problemas de diseño), denunciaron que los planes municipales para crear carriles bici entre el autobús y el tráfico, o carriles bidireccionales para ciclistas –que reducen el ancho mínimo de seguridad, según las asociaciones– provocará que los conductores de bicicletas queden«atrapados» sin capacidad de maniobrar para evitar choques. Además, por su diseño, manifestaron, multiplican el peligro para los viandantes, ya que cruzan pasos de peatones.
«Ya existen miles de kilómetros de calles perfectamente ciclables para ciclistas de todos los niveles, o que serían adecuadas con mínimas mejoras», zanja Madrid Ciclista en su nota. Las asociaciones prefieren el modelo actual, que combina los ciclocarriles limitados a 30 kilómetros por hora con la circulación del resto de vehículos. Carmena tiene ahora otra vez la patata caliente sobre su mesa.
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