Historia
¿Por qué Carmena no quiere a los Últimos de Filipinas?
El veto del gobierno de Manuela Carmena, todavía conocido como de «Ahora Madrid», se ha mostrado contrario al acuerdo del Pleno del distrito de Chamberí para colocar una estatua en homenaje a los Últimos de Filipinas. La propuesta se aprobó con los votos de los vocales del PP, Ciudadanos y PSOE, pero, Cristina Escribano, afiliada al PCE y vocal podemita, se negó. El motivo, dijo, es que no se podía alabar «a un ejército colonial», ni elogiar a unas «Fuerzas Armadas por cumplir su mandato constitucional», ni traer a la memoria «hechos de 1898».
El rechazo se debe fundamentalmente a tres motivos. El primero, y quizá más evidente, es que las izquierdas tienen un problema con la idea y la historia de España. Se quedaron con la interpretación de Tuñón de Lara y Josep Fontana, centrada en hablar del supuesto fracaso español en la construcción de un Estado, de una revolución burguesa inexistente, una clase obrera sin conciencia, un país poco y desigualmente desarrollado, inferior a Europa, sometido a los dictados de la Iglesia y del Ejército, con naciones peninsulares oprimidas, truncado por dictadores e Inquisiciones.
Esas izquierdas han propagado durante décadas la falsa leyenda negra sobre España, de un pueblo construido sobre mezquindades y mentiras, del cual hay que avergonzarse. La ideología es un instrumento de interpretación de la Historia fundado en prejuicios y presentismos con una finalidad política. ¿La finalidad? La ingeniería social del que quiere derribar el presente basado en el pasado, para crear un «futuro perfecto».
El segundo motivo de la negativa o duda de Ahora Madrid, y que afecta directamente al rechazo al monumento de homenaje a los Últimos de Filipinas, es el concepto marxista-leninista del colonialismo. La izquierda repite desde los años sesenta del siglo XX el tópico tercermundista: las viejas colonias no se han desarrollado por culpa del dominio y explotación de los Estados europeos. Ese colonialismo, argumentan, se prolonga hoy en el neoliberalismo de la globalización. La liberación, dicen, supone sustituir el modelo demoliberal y capitalista por uno indigenista y popular. Este «tercermundismo» que esgrime la izquierda en Europa, pero también en Estados Unidos y la América española, se ve en Madrid desde 2015 en las reticencias municipales a la celebración del Día de la Hispanidad cada 12 de octubre.
El tercer motivo por el que Ahora Madrid, Podemos en particular, y las izquierdas en general, desaprueban homenajes como el que se quiere hacer con los Últimos de Filipinas, es el control de la Historia. Es importante para ellos crear una conciencia colectiva de lo que pasó y cómo, fundada en categorías morales y políticas impostadas, suyas, por supuesto, para tener lo que ahora llaman «un relato», un discurso oficial. Esto ha sido especialmente claro desde la Ley de Memoria Histórica de 2007 y su actuación en el cambio de nombres en las calles de Madrid. ¿Por qué recordar 1936 y no 1898? ¿Por qué Largo Caballero o Dolores Ibárruri, La Pasionaria, pueden tener su espacio en la ciudad, y no los últimos soldados que lucharon en Filipinas?
La razón es que precisan que los nombres y acontecimientos que se citen en nuestras calles y plazas, esos que constituyen los «lugares de la memoria», tengan una dirección política, no nacional ni popular. Porque las personas que el monumento quiere recordar, simples soldados, gente del pueblo, en el cual ha estado trabajando mucho tiempo la Fundación Museo del Ejército, representan valores como la entrega, el valor, el sacrificio, el compañerismo, que no es que sean españoles, sino universales. Es más; representan la misma idea del monumento al independentista José Rizal, sito en la madrileña calle Islas Filipinas.
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