Artistas

Rosalía no tiene estrella, una galaxia

La catalana deslumbra en el festival Cultura Inquieta de Getafe con su flamenco urbano, mágico y tradicional a la vez

Rosalía, en un momento de su actuación anoche en Getafe
Rosalía, en un momento de su actuación anoche en Getafelarazon

La catalana deslumbra con su flamenco urbano, mágico y tradicional a la vez.

Rosalía es del Baix Llobregat (Sant Esteve Ses Roviras se llama su pueblo) que, no se engañen, es una manera de sentir parecida al Madrid Sur, al guerrero, diverso y auténtico Getafe donde anoche, en el festival Cultura Inquierta, hizo la presentacion de un espectáculo que había arrasado un festival vanguardista como el Sónar. Y calcó el espectáculo, porque lo mismo se entiende en un lado que en el otro. Un show flamenco, desde luego y electrónico, urbano a más no poder.

“El querer te va a llegar finalmente, sea buena o malamente”, dijo nada más aparecer en el escenario al filo de las once de la noche. Y claro, tocaba “Malamente”, ese tema fundacional de una estrella. Ocho bailarinas salieron con ella para puntualizar la calle de la canción. El que esperaba encontrar un concierto de trap se equivocaba de lugar. La voz vieja de Rosalía vestida con un reluciente nuevo diseño de Palomo Spain es como la colisión de dos universos. Salen dos cantaoras y Rosalía se pone flamenquísima. Apabulla al borde del precipicio entre los dos mundos de su ambición artística. A Rosalía le han reprochado ser paya y cantar con acento andaluz. Pero es que en su pueblo, donde se enamoró de flamenco por un coche con las puertas abiertas atronando con Camarón, la gente habla con la entonación de sus padres, emigrantes del sur. En Getafe también sucede, no crean. Otros piensan que Rosalía es una niña de papá. Ella responde que estudió diez años de flamenco por las tardes y que se rompió la voz de cantar. Y para lo que no sabe hacer, sabe cómo: lleva a Los Mellis para tocar el cajón y a El Guincho para pulsar el sintetizador. Si acaso, por ahí anda Pharrell Williams.

Anoche el público enmudecía y cantaba los oles. Piropeaban a la menuda catalana, que parecía Beyoncé por bulerías, porque tampoco imposta de choni ni se apropia de los símbolos culturales. Pregúntenle si quieren cuántos polígonos hay en su pueblo, cuántos parkings para hacer carreras por la noche. Todos. Por eso, puede sacar un “quad” al escenario y arrancar su cante con las arremetidas del motor mientras suena en bucle un “sampler” de su voz. Un rugido mejor que unas palmas para nueva especie de flamenco.

Entre quienes estaban anoche cuenten a Rossy de Palma, genuina diva de extrarradio. Rosalía al natural bien podría ser chica Almodóvar, por cierto. Y también estaba Brais Efe, A.K.A. Paquita Salas en la ficción, esa agente de artistas que es como Terelu Campos y la Terremoto de Alcorcón, otra inspiración para los que tienen alma de periferia.

La revolución de Rosalía deja alguna víctima: la guitarra. La catalana se la ha cargado por completo. Pero cuando piensas que la pierdes, que va demasiado rápido, Rosalía retrocede un siglo y se pone anciana. Una espectadora dijo: “No es que sea una estrella, es una galaxia”.