Comunidad de Madrid

San Juan y San Mateo, mudanza a La Almudena

Las dos obras maestras de Eduardo Rosales, que colgaban de los muros del Palacio Arzobispal, pueden verse por primera vez restauradas en la catedral

El traslado es fruto del convenio entre la Comunidad de Madrid y la Iglesia. Las obras se restauraron –en la imagen su autora–en la parroquia de San Ginés/ Cipriano Pastrano
El traslado es fruto del convenio entre la Comunidad de Madrid y la Iglesia. Las obras se restauraron –en la imagen su autora–en la parroquia de San Ginés/ Cipriano Pastranolarazon

Desde el pasado día de todos los santos, en la Catedral de la Almudena hay –en forma de cuadro– dos nuevos inquilinos: los evangelistas San Juan y San Mateo.

Desde el pasado día de todos los santos, en la Catedral de la Almudena hay –en forma de cuadro– dos nuevos inquilinos: los evangelistas San Juan y San Mateo. Estos residentes «son dos obras maestras de Eduardo Rosales, el gran pintor de la escuela romántica de Madrid, que además de pintura de historia desarrolló su faceta de pintor religioso», señala Miguel Ángel Ballester, el jefe del área de catalogación de bienes culturales de la Comunidad de Madrid.

La mudanza no es fruto de un milagro sino del convenio suscrito entre la Comunidad de Madrid y la Iglesia. Y es que San Juan y San Mateo descansaban antes en los salones del Palacio Arzobispal de la capital. No fue hasta el año pasado cuando «a través del convenio, hicimos un inventario de los bienes de la Iglesia y de instituciones religiosas en la comunidad y vimos las dos obras y su estado de conservación», explica Ballester. Por eso, la consejería de cultura decidió moverlas a un emplazamiento en el que todos los madrileños pudieran disfrutar de dos de las últimas obras de Rosales –el pintor murió en 1873 y las obras fueron encargadas en 1871–. Así, a partir del próximo 1 noviembre, los brazos del crucero, donde se colgarán los cuadros, se sumarán a las muchas atracciones del interior de la catedral.

Pero antes del traslado, San Juan y San Mateo fueron sometidos a un proceso de restauración para «devolverlos a la vida». Las obras «son cuadros de gran formato –más de tres metros de alto– y como consecuencia del paso del tiempo y del lienzo, se habían ido deformando y la tela se vencía por su propio peso», explica en conversación con LA RAZÓN, Laura Riesco, la restauradora de las pinturas. Por eso, la profesional para devolver el esplendor a los dos evangelistas se ha enfrentado a varios desafíos: «El primer problema que me encontré para trabajar sobre las obras fue el tamaño del lienzo, muy grande, por eso tuve que ensamblar varios paneles para construir un soporte rígido sobre el que colocar la tela y hacer los trabajos de consolidación estructural», subraya Riesco. A continuación, limpió «los barnices antiguos y oxidados que tienen más de 150 años de antigüedad y estaban deteriorados». Finalmente, la experta procedió a «reintegrar el color original» y a «colocar un nuevo barniz para proteger el cuadro».

Después de meses de trabajo, Riesco es la que mejor conoce las obras de Eduardo Rosales. De ellos destaca «el dibujo y la luz». «El tratamiento de la iluminación es muy bueno y natural: parece que encima de las figuras hay una ventana que los ilumina, son dos obras maestras», remacha. Además, Riesco destaca otra característica que puede pasar inadvertida para los ojos menos expertos. «El escorzo que imprime el artista a los evangelistas es maravilloso, la sensación de movimiento y dinamismo está muy conseguida», asegura la restauradora, que se deshace en elogios para el creador: «Cuando Rosales hace el cuadro no duda, traslada el boceto al lienzo y luego pone color al dibujo, pero lo hace tan perfecto a la primera que aún se observan los trazos en carboncillo que hizo antes de aplicar la pintura al lienzo», asegura. Un extremo que, sin embargo, los visitantes de la Almudena no van a poder comprobar: la altura a la que se colocarán los cuadros les impedirá disfrutar de sus características al detalle, pero no les privará de una experiencia visual única, ya que «las obras fueron diseñadas para ser contempladas de lejos», señalaBallester.

Con la mudanza de los cuadros a la Catedral de la Almudena se cumple uno de los principales objetivos de la Dirección General de Patrimonio: «Que se difundan los bienes culturales de la región», según explica su titular, Paloma Sobrini Largo. «Son obras de gran calidad que merecen que todo el mundo las disfrute». Para esto, «el convenio de colaboración es esencial», explica Sobrini, porque «más del 50% del patrimonio cultural está en manos de la Iglesia». Con esta actuación se abre la puerta a otras intervenciones, siempre y cuando cumplan los criterios que establece Patrimonio. En primer lugar, «que se dé una situación de urgencia, es decir, que haya elementos en peligro de destruirse», enumera Sobrini, y que haya «un reparto geográfico de los trabajos».Y es que «amenaza» la directora de Patrimonio, «Madrid tiene mucho potencial desconocido: hay muchas iglesias rurales que cuidar y mantener».