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Sesenta y cinco veces Miró

La Fundación Mapfre ha inaugurado en Madrid un espacio que está dedicado al pintor y que reúne 65 piezas.

Una de las obras que se exponen ahora en la Fundación Mapfre
Una de las obras que se exponen ahora en la Fundación Mapfrelarazon

La Fundación Mapfre ha inaugurado en Madrid un espacio que está dedicado al pintor y que reúne 65 piezas.

Es un Miró inesperado, un Miró que nadie esperaba ver en nuestra ciudad. La Fundación Mapfre, que se ha dedicado durante los últimos años a hacer exposiciones temporales, tendrá, por fin, una colección fija en sus salas: el espacio Miró. «Madrid ya contaba con la presencia de este autor, como demuestra el mural que se conserva en el Palacio de Congresos, pero este nuevo espacio que se inaugura ahora en la capital, ayudará a poner en valor la presencia de este artista en la capital», comentó durante la presentación Pablo Jiménez Burillo, el director de Cultura de la Fundación Mapfre. La colección que ahora se exhibe está compuesta por 70 obras, 65 de ellas pertenecen al artista español y cinco de uno de sus mejores amigos y uno de los nombres de referencia del arte contemporáneo: Alexander Calder.

Este conjunto, de un gran valor artístico y que muestra un rostro inédito o poco visto del pintor, procede de cinco coleccionistas diferentes (herederos del artista). Todos ellos han acordado dejar estos cuadros en depósito en la Fundación Mapfre. Lo han hecho por un periodo de cinco años. Un espacio temporal que se renovará de manera automática para que se pueda mantener en exhibición en fechas futuras. Están aseguradas por 45 millones de euros, pero si salieran a la venta se calcula que podrían alcanzar un precio que rondaría los 150 millones. Según explicó Jiménez Burillo, la Fundación Mapfre también podrá gestionar este legado. Esto supone que podrá prestarlas para exposiciones.

El propio Jiménez Burillo adelantaba la importancia de estos lienzos: «Son muy representativas de las últimas décadas de la trayectoria de Miró. Es un periodo que, por lo general, es más desconocido para el gran público. Pero, a la vez, en todos estos lienzos están presentes las preocupaciones que durante tantos años habían ocupado la imaginación de Miró. De hecho, en ocasiones, lo que se produce es más bien un reencuentro con ellos». El visitante puede comprobar que el pintor seguía ahondando en las constelaciones y que los célebres pájaros continuaban formando parte de sus elementos estéticos. Pero, también, vemos a un Miró extraño, que investiga y que experimenta. Una vertiente que asoma en esos cuadros que adquirió en el Rastro y sobre los que pintaba. O en su exploración de los grotescos rostros que están reunidos en una de las galerías que se han reservado a Miró. Otro de los reclamos para visitar este espacio son las obras que pertenecen a Calder. Él y Miró fueron muy buenos amigos. Fruto de esa amistad es un retrato que el norteamericano hizo a la esposa del artista español y otro hecho en alambre, más divertido y que puede relacionarse de una manera más clara con su obra, que representa al propio Miró.