Fotografía
Un álbum de altura para la capital
El Ayuntamiento de Madrid inicia la digitalización de todas las instantáneas aéreas de los vuelos fotogramétricos que han inmortalizado la evolución de la ciudad en los últimos 90 años.
El Ayuntamiento de Madrid inicia la digitalización de todas las instantáneas aéreas de los vuelos fotogramétricos que han inmortalizado la evolución de la ciudad en los últimos 90 años.
Me atrevería a apostar que todas nuestras casas tienen algo en común, aunque sólo sea un rincón: ese escondrijo especialmente reservado para, durante años, acumular con mimo las que conforman el mayor de los tesoros familiares: las fotografías. Porque sea como sea nuestro hogar, entre sus cuatro paredes almacenamos mucho más que muebles y enseres, pues conservamos en él lo más valioso que tenemos las personas: los recuerdos. Y claro, la capital, como morada de todos los madrileños, no iba a ser menos: en un archivo del Área de Gobierno de Desarrollo Urbano Sostenible del Ayuntamiento se atesoran un total de 53.000 instantáneas captadas a través de 130 vuelos fotogramétricos durante casi 90 años. En palabras de José María Boyano Sánchez, subdirector general de Innovación Tecnológica e Información Urbanística, todo un «legado histórico de la ciudad de Madrid» que, gracias a un ambicioso proyecto de digitalización, pronto se pondrán «al servicio de los ciudadanos».
Madrid «posó» para su primera sesión fotográfica desde las alturas en 1927, cuando a la aeronáutica y a la tecnología les quedaba aún mucho por evolucionar. Entonces los aviones volaban bajo durante su tarea y disparaban unas 25 veces por fotografía; en la actualidad, los vuelos deben realizarse a 3.500 metros de altura –por encima del cono de vuelos del aeropuerto de Barajas– y cada imagen es el resultado de 7.500 capturas. Asimismo, mientras en 1927 los resultados de este primer vuelo fotogramétrico quedaron inmortalizados en blanco y negro en gruesas placas de vidrio, desde 1999 el color se apoderó de los negativos. El paso de gigante en este meticuloso trabajo se dio en 2010, cuando el soporte digital desbancó definitivamente al soporte material. Y más, porque en la actualidad estos aviones tienen incorporado un detector infrarrojo que previene posibles daños en el casco urbano derivados del inminente calentamiento global.
Con vistas ya en el primer centenario del despegue de aquel primer vuelo, que se cumplirá en 2027, el consistorio ha puesto en marcha la digitalización y georreferenciación de este archivo que, en términos del siglo XXI, generará un volumen de información de más de 40 terabytes; para que nos entendamos, «si grabásemos toda esta información en DVD y los pusiésemos uno sobre otro, llegaríamos a una altura de cuatro plantas», asegura José María Boyano. Este proyecto se encuadra en el Plan Nacional de Ortofotografía Aérea Histórica –en colaboración con la Comunidad de Madrid y Fomento– y costará unos 250.000 euros y tres años de minucioso trabajo manual. Sí, manual, porque, si bien es cierto que disponer de un escáner de última generación en estos términos ha sido una de las claves a la hora de elegir a la empresa ganadora del concurso, la labor individual de cada trabajador es fundamental, porque los fotogramas deben colocarse uno a uno y cuidadosamente en la máquina, siendo necesario embalar y desembalar cada pieza al iniciarse y finalizarse el proceso.
El mantenimiento de los negativos fotográficos exige unas condiciones de temperatura y humedad muy concretas; «la cuestión es que, aunque tengas esas condiciones, con el uso se deterioran», explica el subdirector general de Innovación Tecnológica e Información Urbanística. Por eso, el Archivo de la Villa –éste será el nuevo destino de los negativos– asegurará la mejor preservación de este material que, de aquí a tres años, dejará de consultarse físicamente para poder descargarse desde de la web municipal.
Hasta ahora, investigadores, estudiosos y ciudadanos curiosos han tenido que desplazarse hasta la calle Ribera del Sena 21 para solicitar cualquiera de las vistas aéreas de la ciudad, además han tenido que pagar por el gasto material de la impresión de las imágenes. Con este proyecto el acceso a esta información estará al alcance de cualquiera de forma gratuita.
Lo mejor de todo esto es que no es el fin del negativo, al contrario, es el principio de su eternidad. Un material que se toca con guantes y se protege de cualquier rayo de luz sólo puede merecer eso: una vida tranquila al resguardo del paso del tiempo, para que podamos seguir disfrutando y aprendiendo, precisamente, del paso del tiempo.
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