Sevilla
Sevilla y su Feria
Se despertó la ciudad con la luces de su portada, evocando aquella Exposición del 29. Sevilla en Abril, con surtidores de agua cristalina, con la música de las acompasadas guitarras, con patios llenos de luz, con eternos atardeceres y cautivadoras noches. Con su incomparable Real. Con el repique de un pericón enganchado en el Paseo de Colón y cuyos ecos resuenan en la otra orilla, en la plaza trianera del Altozano como el redoble de unas palmas a compás de sevillanas. Sevilla flamenca, con el soniquete de sus familias gitanas. Con las inigualables coplas de nuestro eterno trovador, Paco Palacios “El Pali”. Con los duendes de mimbre y bronce de las soleares trianeras, como hondo quejido fundido en una fragua. Sevilla ecuestre, con la estatua del Rey San Fernando, que proclamó –y grabado está en su escudo- que la ciudad nunca le había dejado. Con el libertador Simón Bolívar, cual caballero que recoge la ovación de la plaza. Con El Cid Campeador, alzando victoriosa la lanza como garrocha campera a lomos de Babieca. Sevilla en Feria, cuando el río Guadalquivir es un fajín de torear que refleja en su cauce a esa vaca cuatreña que forma la luna menguante con las estrellas. Cuando la silueta de la sombra de la Turris Fortissima tiene forma de niña enamorada, que se sube en un elegante coche de caballos para ir a la Plaza de los Toros. Cuando Victoria Federica luce su mantilla blanca, junto al Arco del Postigo y la Puerta del Arenal. Y brota la décima, entre sonidos y colores: Sevilla, campana y vuelo. Sevilla, vuelo y campana. Cascabeles. Filigrana. Cuna del arte. Azul cielo. Crines al trote. Revuelo. Maestranza. Primavera. Coches a la calesera. Y presume de mantilla la Giralda de Sevilla asomada a su barrera.
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