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¿Puede la Inteligencia Artificial jugar un papel fundamental en el ahorro energético?

Todo parece apuntar a que la respuesta es sí: aplicar la última tecnología a soluciones de eficiencia puede dar unos resultados excepcionales en un mercado energético que hoy está plagado de incertidumbre

La Inteligencia Artificial, el Internet de las Cosas o el big data, son increíblemente útiles a la hora de establecer patrones de comportamiento y de consumo.
La Inteligencia Artificial, el Internet de las Cosas o el big data, son increíblemente útiles a la hora de establecer patrones de comportamiento y de consumo.Michael DziedzicLa Razón

Con la guerra de Ucrania, estamos ante una situación excepcional, especialmente en el plano energético. Europa afronta el invierno más complicado de las últimas décadas sin su principal fuente de energía: el gas ruso. Esto ha encarecido el mercado de la energía y ha sido especialmente notable en el bolsillo de miles de hogares europeos.

En este contexto, cualquier iniciativa para mejorar el panorama y apostar por alternativas y modelos más sostenibles parece fundamental para avanzar hacia el futuro. ¿Puede entonces la Inteligencia Artificial y el uso del big data contribuir a resolver parte del problema?

El valor de anticiparse

Lo cierto es que sí: este tipo de tecnologías han tenido un desarrollo exponencial en los últimos años y, gracias a ellas, hoy somos capaces de obtener una gran cantidad de información, ordenarla y gestionarla, de formas mucho más automáticas y fáciles.

La Inteligencia Artificial, el Internet de las Cosas o el big data, son increíblemente útiles a la hora de establecer patrones de comportamiento y de consumo. Gracias a estos patrones, es posible determinar modelos que sean predictivos y ayudar a personas, empresas o instituciones a entender mejor sus necesidades energéticas.

Aplicada a la energía, la Inteligencia Artificial puede analizar usos y casos y predecir, no solo averías y cuestiones de mantenimiento, sino también picos de consumo o congestiones de la red. Esto significa que, muchas veces a un año vista, podemos ser capaces de saber de antemano la realidad del sistema energético y, por lo tanto, poder tomar decisiones justificadas y planificadas.

De esta forma, se reduce el derroche de energía y se optimiza su consumo, repartiéndola de una forma más eficiente y justa y adaptándola al comportamiento de consumo real de las personas. Por ejemplo, un estudio llevado a cabo por un centro tecnológico en Dinamarca ha determinado que la Inteiigencia Artificial puede reducir la cantidad de energía empleada para el tratamiento de aguas residuales hasta en un 40%.

Aplicar soluciones inteligentes y alternativas a nuestro sistema energético no solo es bueno para Europa, sino también para el planeta: la eficiencia energética supone una mayor seguridad y una mayor resiliencia y juega un papel esencial en la lucha contra el cambio climático. Estamos ante una oportunidad única de redefinir el mundo en que vivimos.

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