Libertad condicional y chinos bien informados

El Gobierno nos ha concedido el tercer grado, la libertad condicional para salir a la calle a pasear, una vez al día y en determinadas franjas horarias, con la obligación de volver al confinamiento antes de la medianoche.

Entre las seis y las ocho de la mañana, los paseos están poco concurridos, sólo los deportistas madrugan para ponerse a punto. El grueso del personal se concentra entre las ocho y las diez. Se pude controlar, y denunciar, si alguien está paseando o corriendo antes de las seis de la madrugada o de las ocho de la tarde; si lo hace después de las diez de la mañana o de las 11 de la noche, pero, ¿cómo se controla si ha salido a pasear o a correr más de un vez al día, y si lo ha hecho dentro de la distancia de obligado cumplimiento? Me da la sensación de estar volviendo a los tiempos de nuestra mocedad, cuando había que estar a las once en casa, por imperativo paternal.

Y tanto tiempo de asueto, da para la reflexión. Resulta que los chinos en Madrid marcan la pauta. Todos a una, cerraron sus comercios, antes de decretarse el estado de alarma. En el caso concreto de Usera, distrito el que vive la mayoría de la comunidad china, los miles de asiáticos desaparecieron de la faz urbana de la noche a la mañana. En toda la región madrileña, a pesar de que las tiendas de alimentación podían seguir abiertas, las de los chinos estaban cerradas. Ellos fueron los primeros en no dejar que sus hijos fueran al colegio, y en hacer confinamiento voluntario.

Ahora han vuelto a abrir sus comercios, bazares de “todo a un euro”, tiendas de alimentación y regalos. ¿Intuición?, ¿prevención? o ¿información privilegiada sobre el alcance y evolución de la pandemia? El que reabran sus establecimientos, no sé si es producto del agudo instinto oriental, o que tienen información de que lo peor ya ha pasado.

Señor presidente del contradictorio gobierno de España, siente a un chino en la mesa del consejo sabios, presuntamente de expertos, que le asesora. Quizá pueda dar indicativos más realistas que los del propio comité. Queda demostrado, que algunos, tienen cabeza por no llevar el serrín en las manos.