Historia

El «castillo» del agua de Santa Engracia

Un depósito que dio servicio a Chamberí, Cuatro Caminos o Salamanca y hoy es una sala de exposiciones

Depósito nº 1 del Canal de Isabel II. Santa Engracia.
Depósito de Santa EngraciaCipriano PastranoLa Razón

Un «castillo» de la modernidad, un hito del crecimiento y la pujanza de Madrid. Eso es, de alguna manera, el depósito de agua que se puede ver en la calle Santa Engracia de Madrid. Detrás de esta construcción está la necesidad de dar de beber y facilitar la imprescindible agua a los «nuevos barrios» de la capital. Así, el ensanchamiento de la ciudad hacia el norte provocó que los nuevos barrios quedasen situados en cotas demasiado elevadas como para poder garantizar el suministro de agua.

Las nuevas zonas de Madrid se encontraban edificadas a un nivel más alto que la solera de los depósitos existentes en ese momento, una situación que hacía imposible que el agua pudiese alcanzar esas cotas. Así las cosas, la construcción del Primer Depósito Elevado fue la solución que se encontró para resolver ese problema, una solución razonable y antigua por lo demás, pues permitió que el agua llegase con la presión suficiente a las edificaciones de nuevos barrios como los de Cuatro Caminos o Salamanca.

Lo cierto es que a principios del siglo XX la capacidad de los depósitos enterrados de Santa Engracia resultaba insuficiente, a lo que se sumaba el hecho de que suministraban agua por gravedad solamente a las viviendas situadas por debajo de los 670 metros de altitud. Madrid vivía en esa época el nacimiento de la Gran Vía o la llegada de la luz eléctrica o el automóvil. El Plan Castro y la Ciudad Lineal de Arturo Soria provocaron un importante crecimiento de la ciudad hacia el norte, zona con una cota más elevada que la de los depósitos de Santa Engracia. Todo para dar servicio a una población en ascenso, pues en 1857 Madrid contaba con una población de 271.254 habitantes, año en el que se empezó a redactar el Anteproyecto de Ensanche de Madrid, el comentado Plan Castro. Apenas 20 años más tarde el número de madrileños ascendió a 470.283.

Por todo aquello, por la necesidad de dar servicio a todos esos barrios, surgió la idea y la necesidad de construir el primer depósito elevado que, según recoge la publicación «Más que agua y piedra», de la profesora de la UCLM Paloma Candela Soto, «con el adecuado bombeo de las aguas enterradas de los depósitos inmediatos conseguiría elevar la cota y garantizar el suministro hasta los pisos más altos de las nuevas viviendas de las zonas del ensanche: los barrios de Salamanca, Chamberí y Cuatro Caminos», pero también a las entonces periféricas Tetuán, la Guindalera, Prosperidad y Chamartín.

El primer depósito elevado, hoy reconvertido en sala de exposiciones, se ubicó entre la calle Santa Engracia y el Depósito Mayor y consiste en una torre cilíndrica de 36 metros de acero y ladrillo con cubierta de zinc. Este centenario icono se alejó de la predominante utilización del hierro en la época para la arquitectura industrial y se diseñó siguiendo influencias mudéjares, algo por lo demás muy habitual entre las construcciones de la Villa y Corte.

En su parte superior podemos apreciar una cuba metálica de 1.500 metros cúbicos de capacidad. Junto a él se construyó una central elevadora de esbeltas arcadas de ladrillo y una enorme chimenea, recuerdo hoy de la antigua fábrica térmica que ponía en movimiento las bombas elevadoras. Un paisaje industrial que, por lo demás, era habitual en las grandes ciudades, todo hasta que las nuevas ideas de salud público que habrían de imponerse y extenderse, obligaron a sacar las edificaciones industriales del centro de las ciudades.

Este primer depósito elevado se mantuvo en uso entre 1911 y 1952 y actualmente es un elemento identitario y un punto de difusión de cultura para la zona de Chamberí. Su restauración mereció el premio Europa Nostra de Conservación de Patrimonio Cultural en el año 1992.