Historia

Salesas, de convento a Palacio de Justicia

Una «ciudad de la Justicia», como gusta ahora llamarse, que se levantó sobre las ruinas de un convento de monjas francesas

Fachada de las Salesas Reales
Fachada de las Salesas RealeslarazonEP

Un espacio dedicado a la religión y al recogimiento que, con el paso del tiempo, ha sido «tomado» por la Justicia y los tribunales. Atrás queda el convento, diseñado por el francés François Carlier, aunque debido a un viaje de este a Parma, fue Francisco Moradillo quien lo remató. Las obras, comenzadas en 1750, apenas duraron siete años, inaugurándose templo y convento en 1758, con solemnes ceremonias. Un lugar que debe su importancia a la determinación de la reina Bárbara de Braganza para colegio y residencia de jóvenes de la nobleza, siendo enterrado en la iglesia el rey Fernando VI así como la propia reina fundadora, su esposa. La monarca murió en el Palacio de Aranjuez antes que el rey y ambos fueron enterrados en la iglesia del convento dentro de un mausoleo diseñado por Sabatini. Desde fuera llama la atención su majestuosa escalinata, diseñada por Miguel Durán en los años 30 del siglo XX, y su elegante fachada. Una obra que no pasa desapercibida en la zona y realza el conjunto. No en vano fue este arquitecto uno de los grandes creadores regionalistas que dejó su impronta, por ejemplo, en el Pabellón Gallego en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929.

En su interior, el templo, además del mausoleo de Sabatini, destacan las proporciones armoniosas de la nave, decorada con mármoles y pavimentos de jaspe y maderas nobles.

En su origen, las hermanas salesas, llegadas de Annecy, en la Alta Saboya, en 1747, ocuparon unas casas en Prado Viejo, de donde se trasladaron a un beaterio existente en la castiza calle San José. De allí pasaron al que sería su emplazamiento definitivo, este lugar cercano a la Puerta de Recoletos.

Con el paso del tiempo, la sensibilidad religiosa y artística cambió. Cuando en 1870 las religiosas fueron exclaustradas, el convento y el espacio que ocupaba, además de las huertas, se destinó a Palacio de Justicia, aunque la iglesia siguió abierta al culto.

En septiembre de 1891, ésta se constituyó como parroquia bajo la advocación de Santa Bárbara, en tanto las monjas con algunas piezas artísticas del viejo monasterio se establecieron en un nuevo convento en la calle de Santa Engracia de la capital, una zona «en las afueras» por aquel entonces.

Fachada del Tribunal Supremo
Fachada del Tribunal Supremo EP

Con todo, en lo que se refiere a este espacio a un paso del Paseo de Recoletos, en 1915, un pavoroso incendio destruyó casi por completo el convento y el viejo Palacio Real, salvándose la Iglesia milagrosamente de la catástrofe. Algo que nos ha permitido contemplar las proporciones ideadas por Carlier y Moradillo.

Tras aquel fuego, el arquitecto Joaquín Rojí, comienza el proyecto de reconstrucción -que más bien fue un empezar de cero-, con el encargo de levantar un verdadero Palacio de Justicia, con empaque nacional, en línea con los existentes en el resto de Europa. Rojí supo conservar la esencia del viejo monasterio de las Salesas, manteniendo la estructura interna de patios y galerías e inspirándose en el estilo dieciochesco que tanto gustaba a la reina fundadora. Este Palacio es una de las obras arquitectónicas más características de la ciudad de Madrid tanto por su belleza como por su historia. Entre sus muros, tenemos obras espectaculares como una espléndida Inmaculada de Claudio Coello, en la Sala de Vistas de la Sala I de lo Civil o un Cristo, obra de Alonso Cano, en la Sala de Vistas de la Sala II de lo Penal. Además, existen pinturas y frescos en todo el edificio, además de cristaleras y en el Salón de Plenos, existe un escudo realizado por el gran escultor Mariano Benlliure. Un lugar que, año a año, adquiere protagonismo, pues aquí es donde el Rey realiza la presentación solemne del año judicial. Un palacio de Justicia que es una obra de arte y un recuerdo de una reina, Bárbara de Braganza, que dejó su impronta en Madrid.