Crítica de cine
Malick, amor a medias
Dirección y guión: Terrence Malick. Intérpretes: Ben Affleck, Olga Kurylenko, Javier Bardem, Rachel McAdams. Estados Unidos, 2012. Duración: 112 minutos. Drama
Si el amor no es un sentimiento sino un deber; si el amor nos ama; si en el amor dos son uno... ¿sabemos lo que piensa realmente Terrence Malick sobre el amor? Es una palabra que, repetida como si de un mantra se tratara, pegada a las imágenes como una mosca a una tela metálica, insiste en ser el tema de «To the Wonder». El amor como flujo, como abstracción. ¿Por qué, entonces, la necesidad de que se intuya un relato, pero no la emoción latente que lo genera? Parece que Malick ha dejado unos cuantos personajes y secuencias con diálogo en la papelera de su ordenador. De lo que se rodó a lo que en su día se montó media un abismo, y ahí, en el fondo de lo que sobrevivió, existe una historia de amor cósmica entre un modelo bressoniano (Ben Affleck) y una joven adicta a la gimnasia rítmica (Olga Kurylenko), o, en su defecto, a saltar sobre colchones. ¿Es ésa la máxima expresión del amor según Malick?
Si la poesía no tiene por qué entenderse, ¿por qué entendemos «To the Wonder»? Tal vez por la fuerza icónica de las puestas de sol, las playas desiertas, las guerras de almohadas, la hierba mecida suavemente por el viento. La iconografía de postal a un euro la docena que, rebozada de la metafísica de tocador de las voces en off y las crisis de fe de un sacerdote (interpretado por Javier Bardem, que hace doblete esta semana), sitúa en primer plano la debilidad del proyecto de la película, que no es más que prolongar la megalomanía de «El árbol de la vida» bajo la apariencia de una obra bastante más intimista pero igual de pretenciosa. Allí, al menos, había un gran personaje, un niño que descubría las verdades del mundo mirando al cielo y a la tierra, observando la ira estúpida y conmovedora de su padre. En esta película solamente hay lugares comunes disfrazados de gracia divina.
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